sábado, 17 de diciembre de 2011

LA DIOSA, LA BESTIA Y EL BASTARDO 4


— ¡Dale Manolo apúrale!— le exigía Andrea medianamente divertida, medianamente con una expresión de asco.

La niña a sus once años no hacía muchas cosas por sí misma; entre ellas, no se limpiaba después de ir al baño si no era con la ayuda de Manolo que siempre era quien terminaba haciendo todo pues la niña no cooperaba pero ni moviendo un solo dedo.

¡Bendita cruz con la que cargaba Manolo! Pero la resistía y se llenaba de dicha con una sola sonrisa siquiera de burla por parte de Andrea que cruzada de brazos apresuraba a su hermano.

— ¡Que te apures Manolo, cómo eres lento!;

El joven ni siquiera hablaba; limpiarle el culo a una niña de once años por mas que se le quiera, no es una labor ni fácil ni divertida y Manolo así lo entendía pero ni en sueños se le pasaba dejar de realizar tal labor con su hermanita a quien acompañaba hasta el baño; así las cosas.

Manolo se mantenía por deseos de Andrea, de espaldas a ella mientras defecaba o meaba y le divertía ver el rojo rostro de incomodidad, vergüenza y asco en el joven que se controlaba para que las náuseas no lo traicionaran.

Enseguida que Andrea terminaba con sus necesidades tan solo y se limitaba a cruzarse de brazos y darle entonces ella, la espalda a Manolo y era el turno de éste para arrodillarse y limpiarle el trasero a la niña que el solo pensar en un ligero contacto entre sus heces, el papel higiénico y sus delicadas y suaves manitas la volvía loca pero claro; el permanecer de pie mientras el joven lo hacía por ella, mientras le dejaba impecable su trasero; se le hacía muy divertido.

Por ese día Manolo culminó su labor de limpieza, sonrió un tanto sangrón y sorprendió a una despistada Andrea que se entretenía chiflando.

— ¡Listo niñita!— le dijo riendo al momento que le propinaba una cachetada en sus blancas nalguitas.

— ¡ATREVIDO!— gritó Andrea graciosamente al mismo tiempo que brincaba asustada tallándose sus nalguitas.

Siempre era lo mismo, terminaban jugando de aquella manera; a Manolo lo mataba la risa que le producía el sorprender a la niña cacheteándole las nalgas y mas aún le divertía la expresión de ésta, la cara roja que ponía y el cómico salto que daba para centrarse en frotar sus nalgas que mostraban ligeramente la marca de los dedos de Manolo.

— ¡ATREVIDO!— volvió a gritar Andrea ligeramente indignada sin dejar de tallarse las nalgas. Siempre trataba de evitar la cachetada y siempre Manolo terminaba descuidándola y sorprendiéndola.

En ese momento llamaban a la puerta. Manolo se puso en pie, se lavó las manos y salió apresurado a ver de quien se trataba, no sin antes bromear con Andrea.

— Descuida niñita, no tardo y con gusto también te visto.

— ¡Ja-ja-ja!— se rió de mala gana la niña mientras se ajustaba su ropa interior y su faldita.

Andrea aprovechó la ausencia de Manolo para molestar a Graciela; observó sus heces flotando en el inodoro, escupió y las miró con asco unos segundos más. Entonces llamó a gritos a su hermana.

— ¡Graciela Graciela rápido veeeeeeeen, por fa!;

Graciela escuchó desde la cocina los gritos de su hermanita y al mirar que Manolo continuaba en la puerta platicando interesado con un vendedor, decidió averiguar que diantres quería su odiosa hermanita.

— ¿Qué demonios quieres?— le preguntó asomando la cabeza desde la puerta del baño.

A Graciela se le hizo hasta cierto punto raro el que no la haya llamado “Bestia” y le pidiera que por favor acudiera a su llamado.

— ¡Pasa Graciela pásale!— le dijo Andrea invitándola a acercarse junto a ella.

— ¡Qué quieres!— insistió Graciela cortante.

— Mira, observa— le respondió señalándole el interior del inodoro donde continuaban flotando sus heces.

— ¿Qué, te volviste loca?— se burló Graciela de ella— ¿O es que ni siquiera girarle a la llave puedes? Conmigo no van las estupideces que divierten a Manolo. ¡Déjame en paz si no quieres que te haga chillar!— dicho esto optó por retirarse pero Andrea insistió.

— No, ya en serio, acércate, solo obsérvalas.

— ¿Qué coño tengo que observar?;

— ¡Pues mis heces; qué mas haz de observar!;

— ¿Te sientes bien?— la interrogó Graciela que a final de cuentas había mirado con repulsión los soretes flotantes de Andrea en el inodoro.

— ¡Ese sorete, míralo bien, es el que mas se parece!— le comentaba Andrea muy divertida, a nada de romper a carcajadas. Graciela la miró sin comprender.

— Míralo bien. ¿Qué no te das cuenta Graciela? ¡Pero si ese sorete es idéntico a ti jajajajajajajajajajajaja!— estalló la cruel niña en una serie de carcajadas. La cara la tenía roja de tanto reírse.

Graciela permaneció sin lograr articular palabra por unos instantes, los cuales Andrea utilizó para ofenderla aun más.

— Le he dado vueltas y vueltas y no tengo duda, ahora que a Manolo se le pasó girarle a la llave me he convencido mucho mas.

— ¡Eres igualita a mis heces, eres taaaaan fea Graciela que si mis heces hablaran, creo que me reclamarían por compararte con ellas o sea, eres tan fea o mas fea que mis heces, incluso mis heces son mas lindas que tú, mira ese sorete, el mas feo y arrugado, ese sí que se parece a ti!;

Andrea centró su mirada por un momento en su hermana y su sonrisa fue en aumento, la había hecho llorar. Graciela sin poder evitarlo sentía correr por sus mejillas lágrimas y más lágrimas. Su hermanita la había humillado.

Graciela trataba de asimilar como era posible que aquella niña, su hermanita, no solo la detestara sino que al paso del tiempo, ideara más y más maneras de declararle su odio y su desprecio.

Las crueles carcajadas de la niña hicieron reaccionar a Graciela. Sus lágrimas se transformaron en rabia y sin previo aviso se le fue encima a Andrea.

— ¡Ma…!— Manolo había intentado gritar Andrea pero no le dio tiempo.

Graciela la castigó con un rodillazo en el estómago. Andrea se dobló sobre sí misma quedando de rodillas ante su fea hermana.

— ¡Vamos a ver si después de esto te sigues riendo, vamos a ver si después de esto te van a quedar ganas de seguir hablando de heces!— dicho esto Graciela arrastró a Andrea por los cabellos y la sujetó firmemente, a nada de distancia del inodoro.

La niña luchaba por no llorar del fuerte golpe, cortesía de su hermana y por liberarse de ella. Graciela no se lo pensó más; estaba decidida a meterle la cabeza a Andrea en el inodoro.

Su madre le daría la razón, siempre se la daba; le hundiría la cara entre sus propias heces, ese sería su castigo.

— ¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!— gritó Andrea aterrada al leer la clara intención de su hermana que empujándole la cabeza con ambas manos, por poco y logra su objetivo pero Andrea logró reaccionar muy a tiempo. Se logró zafar de Graciela y gateando huyó pasando entre las piernas de ésta y ridículamente pretendía salir gateando del baño.

Graciela la interceptó en segundos y de nueva cuenta arrastrándola por su cabello pretendía hundirle la cara en el inodoro. Graciela estaba fuera de control y no se detendría hasta lograrlo.

— ¡Déjame déjame maldita; MANOLO MANOLO!— gritaba histérica Andrea dándole batalla a su hermana, forcejeando con ella.

Graciela no hablaba; todo indicaba que lo único que la calmaría era humillar a su hermanita de la aberrante manera en que había decidido hacerlo.

— ¡TE ODIO TE ODIO!— gritaba Andrea sin lograr zafarse de las garras de su hermana.

Graciela una vez más intentó su objetivo pero una vez mas falló. Andrea le mordió el brazo y logró conectarle un puñetazo con todas sus fuerzas en el estómago. Andrea creyó que era suficiente, cantó victoria y remató escupiéndole en la cara a Graciela; se dio la vuelta para marcharse tranquilamente pero no contaba que tan solo había logrado enfurecer aun más a su hermana.

Andrea pasó de la sonrisa burlona de victoria a un gesto de dolor y llanto en su hermoso rostro. Su hermana la abofeteó un par de veces y la niña no resistió el impacto de los golpes. Se desplomó al piso y al hacerlo se golpeó la cabeza en la pared.

— ¡YA YA YA YA YA DÉJAME ME DUELE MUCHO ME DUELE!— gritó Andrea revolcándose de llanto.

Graciela no se detuvo; comenzó a apretarle el cuello. Andrea la miró aterrada, su mirada perdida, no podía respirar; intentó balbucear que se detuviera, imposible; no podía hablar. Sus manos dejaron de tratar de lograr que Graciela la soltara.

Andrea sentía que no podía más y Graciela no se detenía, continuaba estrangulándola; sus ojos inyectados de furia y rabia estaban clavados en la mirada perdida y derrotada de la niña que se estaba despidiendo de su mundo.

Graciela la soltó justo a tiempo de que llegase a ahogarla, a nada estuvo de matarla; continuó dándole suaves cachetadas en el rostro para asegurarse de que seguía con vida.

Andrea estaba viva pero era como una muñequita de trapo, le costaba respirar. Graciela la contempló en el piso, a sus pies y no se conmovió. La tomó por el cabello con una asombrosa facilidad; Andrea en verdad que parecía de trapo y su hermana la situó frente al inodoro, sonrió maliciosa y la detuvo a centímetros del inodoro.

Andrea no se sentía en éste mundo, no opuso resistencia alguna, solo hacía falta que Graciela la soltara para que su tierno rostro terminase entre sus propias heces.

— ¡PERO QUÉ COÑO HACES!— gritó enérgicamente Manolo que en un dos por tres arrebató a Andrea de las garras de Graciela.

Manolo se alteró al ver a la niña respirar con dificultad. Graciela se le fue a golpes a su hermano intentando tomar a Andrea para de una maldita vez, terminar lo que había estado desde hacía un buen rato tratando de realizar. Manolo la empujó.

Graciela enfureció al sentirse y saberse incapaz de lograr su objetivo con la intervención de Manolo. Entre llantos histéricos Graciela le contó a Manolo todo lo que Andrea le había dicho y rabiosa salió del baño.

Manolo miró fijamente a Andrea. La niña se había recuperado; estornudaba y levemente sonreía. Manolo sintió pena por Graciela y le dolió en el alma asimilar los crueles sentimientos de la niña hacia su hermana.

— ¿Es cierto, es cierto todo lo horrendo que asegura que le gritaste?;

La niña asintió. Manolo la soltó y ésta volvió a golpearse aunque suave, la cabeza en el piso.

— ¡Ayyyyyyyyyyyyyy idiota ten cuidado que la Bestia me dejó un poco débil, necesito recobrar fuerzas!;

— ¡Oye oye oye qué haces!— le dijo impidiendo que el joven le gire a la llave.

— ¡Basta Andrea, basta por favor!— le advirtió Manolo. Andrea se abrazó a él.

— ¡Vamos Manolito, tú eres incapaz de pelear conmigo, por eso te quiero mucho!;

— ¡Eres una maldita tramposa!— le recriminó Manolo que nada podía hacer ante una caricia de la niña.

— ¡Míralas Manolo! ¿A poco no es cierto?;

— ¿Qué?— preguntó torpemente el joven.

— ¡Pues qué mas burro, que mis heces se parecen a Graciela! Aunque estoy confundida; ¿Son mis heces mas bonitas que Graciela? ¿Graciela es más fea que mis heces? ¿Tú que opinas?;

Manolo le giró a la llave ante la desilusión de la niña.

— ¡Adiooooooooooooooooossssss Gracielaaaaaaaaaaaaa!— gritó muerta de risa girando la cabeza mientras veía desaparecer el último de sus soretes.

— ¿Sabes Andrea?— le habló Manolo.

— ¿Qué?;

— Si Graciela hubiera logrado hundirte la cabeza, nadie se lo hubiese reprochado.

La niña frunció la ceja enojada.

— ¡No digas estupideces, me muero solo de pensarlo!;

— ¡Pero es que no puedo creer que seas tan mala con tu hermana Andrea, será posible que…!

— ¡Yaaaaaaaaaaaa Manolo!— lo cortó la niña volviéndolo a abrazar— ¡Tú siempre me salvas Manolo, ándale, hazme caballito y piénsale qué le vas a decir a mamá para que no me castigue!;

Andrea montó sobre la espalda del joven y se dirigieron a la sala. No hubo necesidad de enfrentar a su madre. Tal fue la humillación que sufrió Graciela que ella misma pidió a Manolo no decir una sola palabra a su madre, tal fue su trauma que lo único que deseaba era no volver a hablar de aquel punto.

Así marchaba el tiempo en aquella casa y sus habitantes. Andrea cada vez se ensañaba más y más con su hermana. En algunas ocasiones Manolo la salvaba pero en otras tan solo llegaba a consolarla después de que Graciela le diera una buena paliza.

Andrea repitió la burla a Graciela de compararla con sus heces; una vez más Graciela intentó golpearla y una vez más Manolo lo impidió. Graciela se la pasó llorando en su habitación y Manolo permaneció muy molesto en el mueble de la sala. Andrea se dirigía a él con la clara intención de fastidiarlo.

— ¡Sigue tu camino, no estoy de humor, ésta vez sí que te haz pasado!;

— ¿Por qué, por decir la verdad? ¡Así es! Graciela se parece cada vez más a mis heces. Manolo la ignoró.

Andrea hizo ademán de marcharse para terminar sorprendiendo al joven echándose sobre sus piernas a tiempo que se subía la falda y se golpeaba burlona sus nalgas.

— ¡Tienes razón Manolo, soy una niña muy pero muy mala! ¡Adelante Manolo, castígame, no tengas piedad, edúcame para ser una niña buena!— le decía entre risas.

— ¡ANDREA!— exclamaba Manolo empujándola al piso para que bajara de él.

— ¡Jajajajajajajajajajaja! ¿No querías reprenderme? ¡Pues ya está! Por qué no darle unas cuantas nalgadas a ésta niña mala— le comentaba burlona.

El joven optaba por alejarse de ella. A Andrea le divertía mucho esa escena pues claramente notaba en Manolo un enorme nerviosismo y excitación cuando se le tiraba en sus piernas.

A la niña no le pasaba desapercibido los apuros y la incomodidad por las que pasaba Manolo al entrar en contacto con su suave piel.

Andrea muy despierta y adelantada a su edad, le había confesado a Nersy que Manolo se mostraba nervioso cuando ella lo acariciaba y así lo seguía comprobando, en especial cuando se echaba sobre sus piernas y lograba notar la erección en el miembro del joven.

Manolo hasta temblaba cuando se daba aquella escena pues sabía que sin control o explicación alguna, simplemente no podía resistirse a los encantos y caricias de la niña Andrea.

Lo que mas le molestaba a Manolo era intuir que la niña estaba muy consciente de lo que provocaba en él. Andrea lo hacía cada vez con mayor frecuencia y picardía, lo hacía a propósito y con toda la intención de burlarse y provocar a su hermano. Inclusive lo había hecho en compañía de Nersy.

A Andrea le divertía bastante comprobar la excitación y el nerviosismo que provocaba en Manolo con el suave contacto de su piel.

Mas tarde, por la noche; Andrea no lograba conciliar el sueño, daba vueltas y vueltas sobre su cama quejándose conmovedoramente. Manolo la observaba con atención desde su cama que se situaba justo a lado de la de la niña.

Tales eran los quejidos de Andrea que Manolo había encendido la luz de la habitación centrando su atención en la niña.

— ¡Yaaaaaaa yaaaaaaaa por favoooooor!— hablaba Andrea inconscientemente sin dejar de girar sobre su cama.

Manolo bostezó; intuía que la niña de nueva cuenta sufría una de sus clásicas pesadillas.

De pronto pareció calmarse; el joven apagó la luz disponiéndose a entregarse al arrullo de Morfeo.

— ¡Ayyyyyyyyyyyyyyyyyyy ya nooooooooooooooooooooo!— gritó Andrea histérica.

Manolo presuroso dio un brinco y encendió la luz; nada mas hacerlo Andrea se abrazó a él llorando potentemente.

— ¡Ya Andrea ya pasó amor, cálmate!;

— ¡Nooooooooo Manolo ayúdame, sálvame Manolo, no me sueltes!;

El joven estuvo a punto de reírse de ella pero se abstuvo al comprobar cómo la niña temblaba, se estaba muriendo de puritito miedo.

— Ten, toma un poco de agua— le ofreció Manolo.

Andrea respiraba aceleradamente, se acabó el agua y se acurrucó temblorosa entregándose al refugio de los brazos del joven.

— ¡Ya hermosa princesita, no pasa nada, venga, vamos a dormir!;

— ¡Nooooo Manolo es horrible, no puedo dormir!— le decía lloriqueando.

— ¡Bueno bueno, venga, cuéntame lo que te pasa para desahogarte!;

Andrea se acomodó sentadita a lado de Manolo sin dejar de abrazarse a él y le confesó el mismo relato de la misma pesadilla de siempre.

— Es horrible Manolo, no se por qué pero en mis sueños siempre aparece esa odiosa de Rebeca Padilla; todo es confuso pero al final, la imagen que siempre me queda presente es que una señora me obliga a arrodillarme ante Rebeca y a besarle los pies. ¡Los pies Manolo!— exclamó alterada— ¿Lo puedes creer? ¡Yo arrodillada ante la odiosa Rebeca Padilla besándole los pies ahhhhhhhhhhhhhhhh!— rompió de nueva cuenta a llorar amargamente.

Manolo la consoló sonriente mientras le acariciaba su cabello.

— Es solo eso Andrea, un sueño, bueno, una pesadilla pero nada más; los sueños buenos, malos o amargos no dejan de ser sueños; venga, no te alarmes.

— ¿Me lo juras Manolo? Tú nunca permitirías que alguien me hiciera daño. ¿Verdad?;

— ¡Claro que no hermosa!— le respondió el joven besándole las manos— ¡Venga chiquita a dormir!;

— Déjame dormir contigo— le susurró con ternura la niña, con los ojos llorosos.

— No— la cortó el joven nervioso.

— ¡Por favor!— casi le suplicó.
Manolo se extrañó. Si la niña le pedía “Por favor” solo indicaba una cosa: la niña en verdad se estaba cagando de miedo y Manolo se cagaba de nervios pues cada vez le costaba mas esfuerzo controlarse e ignorar la excitación que le provocaba el contacto con su hermanita. Pero cómo explicárselo a la niña.

A Manolo lo mataba la pena y cierta vergüenza. ¿Cómo podía ser posible que se excitara con aquella niña? Al final decidió joderse con sus nervios con tal de complacer a su adorable hermanita. Antes bromeó con ella.

— ¡Dale Manolo, déjame dormir contigo!— insistió melosa Andrea.

— ¿Qué pasa, tienes miedo?— la interrogó burlón.

— ¡Claro que no, solo quiero dormir ésta noche junto a ti, me apetece!— se defendió Andrea.

— ¡Qué bueno, por que Andrea Mendoza no le teme a nada, ni siquiera a una tonta pesadilla! ¿No es así?— continuaba con su broma.

— ¡Así es Manolo, no le temo a nada!;

— ¡Entonces duerme sola!— sentenció Manolo haciendo la intención de apartarla de su cama. Andrea se aferró a su hermano, de nueva cuenta temblaba y lloraba.

— ¿No que Andrea Mendoza no le teme a nada?— insistía Manolo en burlarse de ella.

La niña lo miró fijamente. ¡Yaaaaaa Manolo!— le dijo entre llanto. No quería aceptar una derrota frente al joven pero tampoco se sentía capaz de regresar sola a su cama.

— ¡Bueno coño vamos a dormir ya!— comentó el joven invitándola a acomodarse junto a él.

A Andrea le regresó el alma al cuerpo y una sonrisa se plasmó en su rostro.

— ¿Sabes por qué te pasa esto seguido?;

— No— contestó tímidamente Andrea. Después de unos segundos Manolo le respondió.

— ¡Por ser tan maldita con tu hermana!;

Al instante Andrea endureció la mirada. ¡Sucio Bastardo!— le dijo con rencor retándolo.

— ¡Sal de mi cama!— le ordenó Manolo. Andrea volvió a bajar la guardia, levemente inclinó su mirada clavándola en el piso.

— ¡Sal!— repitió Manolo.

— ¡Yaaaaaaaa Manolo!— volvió a lloriquear la niña.

Manolo bostezó y decidió que lo mejor sería dormirse.

— ¿Te portarás mejor con Graciela?; la niña asintió de mala gana.

— ¿Dejarás de llamarme como lo haces?; Andrea asintió de nuevo.

— Un besito de buenas noches, ¿No?— remató Manolo risueño.

Andrea se abrazó a él, lo besó; más bien lo mordió en el cuello y no se le despegó. Manolo respiró un tanto aliviado aunque sabía que Andrea podía jurarle mil y una vez mas que se comportaría mejor con todos; ambos también sabían que no sería así.

— ¡Otra vez Manolo otra vez, no puedo dormir!— le decía un poco mas tarde abrazada temblorosa a su hermano.

— ¡Cálmate ya Andrea, deja de portarte mal con Graciela y conmigo y verás como desaparecen tus pesadillas!;

— ¡DEJA DE MOLESTARME COÑO!— le gritó Andrea en plena oscuridad golpeando al joven en su 
pecho para terminar de nuevo llorosa y temblando, refugiada entre los brazos y el pecho de su protector.

— ¿Otra vez soñando con Rebeca?;

— ¡Sí Manolo! Cierro los ojos y la veo riéndose de mí, intento golpearla y una señora me lo impide, me hace arrodillar y me obliga a besarle los pies a Rebeca. ¡Ahhhhhhhhhhh es horrible Manolo!;

— ¡Venga, abrázate mas a mí, es solo un sueño, una pesadilla!— la consoló el joven.

Media hora después Andrea roncaba. Manolo continuaba velando su sueño acariciándole el cabello. La niña no había dejado de temblar ni de permanecer abrazada a Manolo hasta que logró conciliar el sueño. 
Había vuelto a prometerle a su hermano que no volvería a llamarlo Bastardo ni a molestar a Graciela.

Manolo se sonreía. Andrea dormía plácidamente abrazada a él. Manolo sabía que al otro día todo volvería a ser igual; nada cambiaría, la niña era odiosa con ellos cuando se lo proponía y eso era casi a diario y a todas horas pero el temor que invadía a Andrea cuando sufría aquellas raras pesadillas la hacía jurar lo que le impusieran.

Manolo se quedó dormido, abrazado tiernamente a la niña. Tenía que terminar de acostumbrarse a compartir su lecho con Andrea controlando su excitación cada vez que la niña sufriera con sus pesadillas.

Así transcurría el tiempo el cual por misteriosas razones, nunca se detiene y en su curso Andrea culminaba su educación primaria. Al final de cada ciclo escolar, la generación que egresaba ofrecía a padres y autoridades un sencillo pero digno festival como recuerdo de dicha generación y cierre del presente ciclo.

En coordinación con uno que otro profesor, el grupo de Andrea participó en dicho festival el cual no fue nada de otro mundo. Algunos bailables por aquí y allá, una sencilla obra de teatro; en fin, algo con qué matar el tiempo y cumplir con el aburrido protocolo de cada año.

Por Andrea solo acudió Manolo representando a su familia; el pobre casi se arrodilla ante su madre y Graciela con tal de que aceptaran acudir al festival de clausura de la niña pero Graciela dijo: ¡No! Y su madre Karina la apoyó.

A Manolo le dolía por que veía que aunque Andrea se hacía la fuerte y gritaba a los cuatro vientos que no le interesaban las atenciones de su madre, no era así. Manolo la había pillado una que otra vez llorando desconsoladamente en su habitación tras sufrir un rechazo por parte de su madre.

Karina por proteger a Graciela rechazaba a Andrea y eso a Manolo no le gustaba nada pues tristemente veía sufrir a Andrea y veía como el odio hacia Graciela y el desprecio y el desamor para su madre iban en aumento en el corazón de la niña que sí, era odiosa y egoísta pero a Manolo lo tenía secuestrado en cuerpo y alma.

Andrea no paraba de reír y posar para las fotos que Manolo y muchos mas le tomaban; todo un mundo de niños y niñas deseaban la foto del recuerdo a lado de la hermosa niña Andrea que lucía como una auténtica reina y que de hecho era la reina de aquella generación y como reina se encontraba presenciando dicho festival en un exclusivo lugar previamente acondicionado sobre un entarimado con una escenografía conformada por diversos paisajes dignos de mostrar de la ciudad.

Nersy era quien no estaba disfrutando del todo la clausura. La niña se resentía ligeramente al no haber quedado electa como reina pero no podía quejarse, la contienda había sido mas que justa.

Ambas eran las candidatas para ser reina de la generación pero las niñas para no ver amenazada su profunda amistad, desistieron en competir y acordaron dejar todo en manos de la suerte; un volado lo decidiría todo y el volado decidió que Andrea fuera la reina.

Los maestros respetaron la decisión de las niñas y las felicitaron por no desear competir ni rivalizar entre ellas; lo que estos no sabían era que también habían acordado que la perdedora sería la doncella de la reina. Nersy había perdido y por lo tanto se encontraba a los pies de la reina con la cara roja y los ojos llorosos.

Andrea estaba gozando de lo lindo y le divertía bastante observar a una apenada y ofendida Nersy a quien Andrea había responsabilizado de cuidar sus sandalias.

A lo lejos no se podía apreciar lo que acontecía desde lo alto del escenario que era en donde se encontraba la reina, de hecho, los padres de Nersy ni Manolo se percataron pero ahí en el escenario, Andrea permanecía cómodamente sentada en su improvisado trono y a sus pies sentadita en el piso alfombrado se encontraba Nersy que por deseos de Andrea, sostenía entre sus manos las sandalias de la reina.

— ¡Descálzame esclava, me apetece descansar los pies sobre mi escabel!— le había dicho Andrea muerta de risa.

— ¡Doncella suena mas decente!— se quejó berrinchuda Nersy.

— ¡Bien doncella!— continuó Andrea en plan chocante— Acaríciame los pies para disfrutar mejor del festival.

— ¡Ni lo sueñes!— le advirtió Nersy— Que te los acaricie tu escabel. ¡Que te los bese si así lo deseas pero a mí ya deja de molestarme!— concluyó la niña a nada de llorar.

Ilusionada con el festival de clausura jamás soñó en pasarlo a los pies de su amiguita Andrea pero habían apostado y había que cumplir y eso estaba haciendo.

Andrea le acarició el cabello a Nersy en plan reconciliador y alegre le susurró al oído— ¡Dale no te enojes es solo un juego, venga, no discutamos!;

— ¡Pues no te pases con tus burlas!— le reclamó Nersy apartando bruscamente su cabeza del acceso de las manos de la reina Andrea que muy divertida le ofreció el premio de consolación a la doncella.

— ¡Venga, no te di mis sandalias solo para custodiarlas… Puedes divertirte con mi escabel, adelante, dale un buen uso a esos taconcitos!— se rió Andrea a gusto al ver que había logrado contentar a su amiguita.

Manolo no perdía detalle alguno del festival ni de sacarle cuanta foto podía a su preciosa hermanita. Los padres de Nersy sin comprender muy bien qué papel desempeñaba su hija, al igual se la estaban pasando de maravilla pero del que no se tenía noticia era de Mauricio, de aquel niño gordísimo pero simpático que no parecía mas nada que lo que era, el perrito faldero de Andrea y por lo tanto también de Nersy.

Sus padres solicitaban inquietos por él mas aun cuando éste se negó a revelarles su papel a interpretar; les dijo que sería secreto y así en secreto quedaría.

Manolo había preguntado a Andrea por el niño para sacarle una que otra foto pues de verdad que la sola presencia del gordito era sinónimo de risa. Era un niño muy apuesto pero pasado enormemente de peso.

— ¡Ahhhhhhh no lo sé creo que se atragantó de tanto comer el infeliz jajajajajajajaja!— contestó divertida Andrea, riendo en complicidad con Nersy.

— ¡No seas mala con ese niño que te adora Andrea!— la reprendió Manolo.

— ¡Claro que me adora, para eso nació, para adorarme!— respondió grosera la niña— ¡Sale Manolo, te veo después del festivalucho!— concluyó partiendo a toda prisa en compañía de su amiguita.

Todos desconocieron el paradero de Mauricio y a muchos mas que desconocerlo, no les interesó saberlo. Solo Nersy y Andrea sabían en donde encontrarlo y ese sitio era justamente a los pies de Andrea, más exacto, Mauricio se encontraba debajo de las plantas de los pies de Andrea. Era su escabel.

El niño se cagaba de miedo pues por órdenes de Andrea; entre la mayoría de niños ajustaron con cuerdas a Mauricio por debajo del entarimado, lo aseguraron muy bien por debajo del trono de la reina, de manera que su cabeza era lo único que sobresalía y precisamente había quedado con la cara acondicionada como cojín al exclusivo acceso de Andrea que tan solo tenía que dignarse a levantar los pies y dejarlos caer para descansarlos en la cara del niño.

Nunca nadie se percataría del niño pues su cabeza estaba cubierta de los lados por un ingenioso cojín, tan solo dejándole libre, su frente, todo el centro de su rostro. La única manera de verlo era estar junto a Andrea y junto a ésta solo se encontraba Nersy.

Andrea y Nersy terminaron disfrutando como unas locas de su propio festival, el cual se resumió en torturar a Mauricio.

Andrea descansaba indolente las suaves plantas de sus pies sobre la gorda cara del niño; tragaba y tragaba bocadillos y después de que masticaba una que otra botana, apartaba tantito sus pies, se inclinaba, golpeaba en la mejilla al niño con la planta de su pie indicándole que abriera la boca y a continuación le escupía los asquerosos restos de botana.

Lo mismo hizo con el refresco; tomaba tantito, lo demás lo mantenía en su boca y al final se lo obsequiaba al niño escupiéndoselo directamente al interior de la boca de éste.

Nersy se entretuvo y se desahogó golpeando al niño en su rostro con los tacones y las suelas de las sandalias de Andrea hasta hacerlo llorar intensamente. Los chillidos del niño se vieron tapados por la música de los bailables y la algarabía de los presentes.

Andrea y Nersy como siempre, no se apiadaron del niño. Andrea lo cacheteó con las plantas de sus pies, le escupió comida en la cara al igual que también lo hizo Nersy, lo mantuvo besándole las plantas de sus pies y al final ignorando los lamentos de éste, se calzó las sandalias y se pasó el resto del festival restregando las sucias y rasposas suelas de sus sandalias sobre el lastimado y adolorido rostro del gordito que aun lloraba por los taconazos que Nersy le había propinado para quitarse el dolor de cabeza que le producía ser la doncella de Andrea siquiera sea como un juego.

Mauricio se la pasó perdidamente llorando como el niño que era pero fiel a los crueles deseos de la niña Andrea que le apeteció disfrazarlo como cojín, utilizarlo como su escabel y eso hizo; descansar en él las suaves plantas de sus pies y mas tarde las suelas de sus zapatos en el rostro del niño.

Cada quien sin duda recordaría de distinta manera aquel festival de clausura donde dijeron adiós a la primaria. Ahora Nersy y Andrea se preparaban para iniciar una nueva etapa en sus cada vez mas lejos infantiles y mas cerca juveniles vidas y Mauricio tan solo se encomendaba con ruegos y súplicas a Andrea para que ésta decidiera si algún buen día se dignaba a regalarle siquiera una migaja de su amor.

Una pizca de su amable atención y seguro que el gordito podía descansar eternamente feliz y rendido a los pies de su Diosa Andrea, la dueña de su hasta ahora corta vida.






lunes, 5 de diciembre de 2011

LA DIOSA, LA BESTIA Y EL BASTARDO 3

Aquellos días en los que por un motivo u otro no asistían al colegio, el infierno se multiplicaba en la casa; lo mismo sucedía los fines de semana con Andrea esmerándose en ser insoportable con Graciela y para variar, invitaba a Nersy a su casa para que unieran fuerzas en contra de la “Bestia” como solía llamarla Andrea.

Justamente iniciaba uno de esos días en los que se vieron libres de colegio. Andrea permanecía cómodamente en su mueble favorito con las piernas cruzadas entre sí, atacando su cereal con leche; la niña aun vestía su pijama de gato, la cual la hacía lucir a medio camino entre lo ridícula y graciosa al estar frente al televisor devorando su desayuno sin quitarse la capucha, forzándose por lograr visualizar lo que la caja idiota le ofrecía pero terca de no zafarse la bendita capucha.

Para suerte, en especial de ella; Manolo también descansaba ese día de su trabajo a lo que solo se ausentó por unos momentos tras servirle el desayuno a su hermanita para ir por el periódico pero esos momentos fueron suficientes para que se diera una nueva discusión entre las hermanas aunque ésta vez fue Graciela quien la inició.

— ¡Oye qué te pasa!— se quejó muy molesta Andrea. Graciela le había apagado el televisor.

— Tienes tele en tu cuarto, así que si quieres verla pues lárgate a tu puto cuarto y no molestes.

— ¡Pero yo quiero ver tele aquí en la sala coño!— se defendió Andrea levantándose, apoyando su desayuno en la mesita de centro y dispuesta se encaminó a prender de nuevo la tele.

Graciela la detuvo y orgullosa de la única ventaja que mantenía sobre su hermana menor: la fuerza física, la empujó de mala manera. Andrea enfureció y se le fue con todo a su hermana pero en ese aspecto no tenía probabilidad alguna; terminó como siempre, de nalgas en el piso.

— ¡Lárgate ya o te doy la paliza de tu vida!— la sentenció Graciela.

— ¡No, yo estaba viendo la tele, lárgate tú y déjame en paz!;

— ¡Resulta que no se me da la gana, quiero leer y me importa muy poco si tú veías la tele, lo dicho, la veías!— se burló de Andrea— ¡Órale, fíjate que no se me antoja tenerte cerca, así que vuela para tu cuarto!— le dijo grosera y tronándole los dedos.

Andrea estaba roja de coraje; Manolo continuaba ausente, no podía marcharse a su cuarto derrotada y no lo hizo; se puso en pie y de nuevo se lanzó sobre su hermana.

Graciela que sencillamente estaba harta de Andrea y desde hace días había decidido no perdonarle una sola, dedujo que no estaba nada mal dar el primer paso haciendo lo que Andrea; molestarla, utilizar sus mismas armas, comportarse odiosa con ella a lo que sin mayor problema la controló.

Le dobló la mano por detrás y la empujó de nuevo. Andrea se sentía impotente a la vez que ofendida y no se daba por vencida.

De tanto forcejear, Graciela optó por finalizar la contienda obsequiándole a la niña un potente puñetazo en el estómago. Andrea se dobló sobre sí misma al instante. Permaneció retorciéndose a los pies de su fea hermana y claro, el llanto hizo acto de presencia.

— ¡AHHHHHHHHHHHHHHH AUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUU!— gritaba y lloraba Andrea.

— ¡Largo de mi vista niña estúpida!— le dijo su hermana con una enorme sonrisa de triunfo en su rostro.

Andrea contuvo valientemente su dolor y una vez logró ponerse en pie alcanzó a Graciela golpeándola con todas sus fuerzas pero ésta en cuestión de segundos, la controló una vez mas, jalándole el cabello la aventó sin consideración al piso.

Andrea lloriqueaba adolorida, sus pantuflas de gato salieron disparadas pero la rabia que sus ojos proyectaban avisaron a Graciela que aún no estaba vencida.

Graciela pensó rápido y sonriéndole con burla actuó decidida a darle un buen escarmiento a la niña.

Andrea no supo ni comprendió nada hasta cuando ya fue demasiado tarde. Graciela la levantó sujetándola por el cabello y prácticamente la arrastró hasta las escaleras, ahí la chica llevó a cabo su maliciosa idea. Amarró a Andrea en el barandal por medio de la cola de su pijama creando un nudo con ayuda de la cola, la cual estiró y de paso le sirvió para amarrarle con la misma las manos a su hermanita.

La sola expresión de Andrea divirtió a su hermana; con aquella cara de susto, Graciela ya podía darse por servida. Andrea quedó muda por unos instantes al sentirse inmovilizada, amarrada con las manos por detrás al barandal de la escalera, el dolor en sus brazos no se hizo esperar y la niña al recuperar el habla, inició una serie de insultos y ofensas hacia su hermana.

— ¡PERO QUÉ TE CREES MALDITA BESTIA DEL DEMONIO!— gritaba pataleando— ¡DESÁTAME DESÁTAME YA, VENGA PERRA NO TE RÍAS NI ME MIRES CON ESA CARA DE VÓMITO, ERES ESTIÉRCOL, MALDITA PERRA DESÁTAME!— la niña no paraba de gritar y de moverse inútilmente.

Graciela la admiraba divertida y satisfecha, se tomó su tiempo hasta que plantándosele enfrente, le dijo claro y firme— ¡Solo te desataré en cuanto te disculpes, pídeme perdón por ser una niña estúpida y odiosa y con gusto te dejo libre!; Andrea enfureció aun mas.

— ¡Estás loca maldita, Andrea Mendoza jamás se humilla, desátame ya coño!;

— ¡No así no, pídeme perdón o no te desato!— insistió Graciela divertida.

Andrea la miró con rencor y con desprecio escupió en el piso.

— ¡Ohhhhh bueno, bien, entonces nos vemos, desde mi cuarto escucharé tus lamentos cuando no soportes el dolor de tus brazos, entonces quizás baje a desatarte pero solo cuando te oiga gritar: PERDÓNAME GRACIELA PERDÓNAME, NO LO VUELVO A HACER, POR FAVOR DESÁTAME, DUELE DUELE!— se burló a gusto la chica haciendo ademán de abandonarla.

Andrea en su interior se repitió lo mismo— ¡Andrea Mendoza nunca se humilla!— enseguida reaccionó ofendiendo a su hermana.

— ¡Te odio te odio, tu sola presencia me repugna, me ofende, ofende mi gran belleza, eres estiércol, un monstruo, eres lo mas feo y detestable de éste mundo, una cerda asquerosa; BESTIA!— gritó con todo el rencor que sentía por ella.

Graciela se había decidido a marcharse a su cuarto y dejarla ahí castigada y eso hizo pero después de cobrarse cada ofensa. Graciela respiró profundamente un par de veces para controlarse y no romper a llorar; le dolió en el alma cada insulto de su hermanita. Ella la quería pero no estaba dispuesta a dejarse pisotear por la niña tal y como lo hacía con Manolo. Ya demasiado le había soportado, inclusive junto con su odiosa amiguita Nersy y ésta vez, Graciela explotó.

— ¡Cállate cállate ya Andrea y pídeme perdón de una puta vez o no respondo, te juro que no respondo!;

— ¡No te tengo miedo BESTIA, eres una BESTIA, una mula, una horrorosa BESTIA, te odio y te desprecio, solo con verte me entran ganas de vomitar, eres tan fea que…..!

— ¡PLAFFFFF!— Graciela no soportó mas, hizo callar a la niña con una fuerte e impactante bofetada, la primera de muchas.

La pobre Andrea no pudo siquiera asimilar el impacto del primer golpe. Graciela simplemente perdió el control de sus actos y al tener a Andrea a su merced y sin nadie que interviniera, cumplió su palabra al darle la paliza de su vida.

La abofeteó hasta cansarse, la jaloneó del cabello, le propinó dos patadas en el estómago. Graciela exigía a gritos histéricos una disculpa a Andrea; era lo único que haría que se detuviera pero la disculpa nunca llegó.

Andrea se quejaba y lloraba con potencia pero de ella nunca salió un solo ruego, un indicio de arrepentimiento, algo que aplacara a Graciela, algo que la invitara a serenarse a lo que la chica no se detuvo hasta que vio correr sangre de los labios de Andrea.

Graciela se asustó al observar que su hermanita estaba ida, con la mirada perdida, parecía perder el conocimiento de un momento a otro. Graciela se arrepintió pero no por eso se retractó, ya no era el momento de hacerlo; decidida a enfrentar las consecuencias marchó a su cuarto dejando a Andrea amarrada, temblorosa, llorando y sangrando por los labios.

Poco a poco Andrea fue recuperándose, asimilando la situación, sentía sus mejillas hinchadas y le ardían terriblemente, se asustó al ver su pijama manchada de su propia sangre, rompió a llorar desconsoladamente y su mente trabajó solo en una cosa, aumentar su odio y su desprecio hacia su hermana.

— ¡ANDREA!— exclamó Manolo nada mas entrar y oír los lamentos de la niña que continuaba amarrada.

Manolo se alteró mucho más al percatarse de la sangre y de lo fuerte que lloraba Andrea.

— ¡MANOLITO MANOLITO!— gritaba entre llantos.

Manolo, antes de desatarla, la abrazó con fuerza, le besó el cabello y sus rojas mejillas; vagamente imaginaba parte de lo que había sucedido.

— ¡Es una BESTIA Manolo, lo es, debería estar encadenada como la BESTIA que es!— repetía una y otra vez llorando.

Manolo se tranquilizó al revisarla y convencerse que los golpes no habían llegado a más, no había de qué preocuparse en extremo; no por ello podía decir que todo era teatro de Andrea pero en unos días estaría como siempre, perfecta.

— ¡Desátame Manolito desátame, esa maldita enferma me amarró, me golpeó Manolito, me golpeó y fuerte, me duele todo Manolo y mira mira mi sangre!;

— ¡Sí amor ya pasó amor!— la tranquilizaba el joven acariciándole y besándole la cabeza.

— ¡Dale Manolo que me estoy haciendo pipí, ya no aguanto!;

— ¡Dios santo!— exclamó Manolo no perdiendo más tiempo y desatándola.

Después de un refrescante baño, Andrea rompió nuevamente a llorar, ahora refugiándose entre los brazos de su protector.

— ¡Ya no llores hermosa, tienes muy hinchados los ojos, venga, estarás bien!;

— ¡Me duele Manolo me duele todo mi cuerpo!;

Manolo no hizo más que continuar consolándola; después encaró a Graciela advirtiéndole que la justicia llegaría junto con su madre.

— ¡Es una salvaje, es un animal, una BESTIA que no debe andar libre!— gritaba mas tarde Andrea en presencia de su madre.

Graciela permanecía callada. Manolo le hizo ver a su madre que ésta vez, Graciela fue demasiado lejos, que pudo lastimar seriamente a su hermanita, que merecía un castigo ejemplar.

Karina meditó en silencio por unos segundos y se decidió a hacer justicia, justicia a favor de Graciela. Para ella la única víctima era Graciela quien harta de las burlas y ofensas de su hermanita decidió ponerle un alto, lo cual era lo mas normal, además Andrea no mostraba mayores lesiones a lo que Karina consideró que Andrea era solo circo, maroma y teatro y la señora no pensó en nada mas que en bajarle los humos a la niña.

Todos se quedaron con la boca abierta al escuchar la decisión de la señora Karina al darle la razón a Graciela y opinar que Andrea debería disculparse ante su hermana pues ella había ocasionado todo; como siempre, había sido culpa suya.

Manolo no se la creía y su madre le gritó claramente que no interviniera. Andrea quiso huir de ahí pero su propia madre la detuvo y ante el dolor moral y el asombro y la pena de Manolo, su madre se impuso.

Andrea en verdad lloró como nunca en su vida, hubiese preferido más golpes que el castigo impuesto. A sus once años sufrió la peor humillación de su corta vida y fue impuesta por su madre. La hizo arrodillar al centro de la sala.

Karina quería de una vez por todas matarle ese orgullo y esa altanería a la niña que tanto daño le provocaba a su sensible Graciela.

— ¡De rodillas Andrea, de rodillas te quedarás y no te vas a levantar hasta que le pidas perdón a tu hermana y le jures que no volverás a molestarla, de rodillas le pedirás perdón!;

Andrea se negaba pero su madre la amenazó con cintarearla. Buscó con la mirada a Manolo pero éste, preso de la impotencia, prefirió marcharse para no ser testigo del sufrimiento y la humillación de su hermanita.

Andrea no tuvo de otra que permanecer arrodillada al centro de la sala. Su madre quería acabarla y rápido a lo que sin consideraciones se sentó tranquilamente a gustar la televisión en compañía de Graciela que no cabía en dicha y felicidad.

Era todo un triunfo para ella contemplar a su odiosa hermanita así, de rodillas ante ella y su madre mientras gustaban la televisión y faltaba lo mejor. Tarde o temprano no soportará el dolor en sus rodillas y terminará suplicando mi perdón— se decía en silencio Graciela saboreando ese preciado momento.

No fue así, Andrea demostró de lo que estaba hecha, de puro orgullo y coraje. Con valentía enfrentó el castigo; lloró, sí, más que de dolor; de rabia, coraje e impotencia. Solo tenía once años, sentía que por aquel entonces no podía ir mas allá o en contra de su madre.

El tiempo transcurrió; no se sabe con exactitud cuanto hizo de rodillas, el caso es que Andrea con la mente llamó a Manolo y éste acudió una vez mas fungiendo como su salvador.

Karina tuvo que reconocer la valentía de la niña y resignada aceptó que Andrea primero se desmayaría de dolor que disculparse y ante las insistentes súplicas de Manolo permitió a la niña marcharse a su cuarto.

Andrea se desplomó en los brazos de Manolo que la llevó hasta su habitación. Andrea lloró, se desahogó con su hermano; ante todo se sentía orgullosa de sí misma, resistió y sabía que lo volvería a hacer. Manolo le dio un dulce beso en la frente. Andrea con el rostro decorado de lágrimas le habló llorosa a Manolo.

— ¡Andrea Mendoza nunca se humilla!— le dijo sollozando.

Manolo no lo resistió, la acompañó en su dolor; al igual, se sentía orgulloso de la fortaleza de la niña; ambos lloraron hasta quedarse abrazados y profundamente dormidos.

Por su parte Karina trataba de hacer a un lado uno que otro remordimiento y dejar de cuestionarse si había actuado correctamente, si fue por impulso, por un loco arrebato; en fin, lo hecho hecho estaba.

Graciela una vez mas se sintió frustrada al no poder culminar su día como hubiese deseado, a esas alturas soñaba cada vez menos con una reconciliación con Andrea, sentía que su mayor anhelo era verla humillada y llorosa suplicándole perdón y es que con todo lo que le había soportado, no se le podía culpar del todo que esperase algo así. Lo mismo pensaba Karina.

El comportamiento de Karina le dejó en claro a Andrea una sola cosa una vez que se calmó y sacó sus conclusiones. Karina, su madre, estaba de lado de Graciela; eso era obvio y saltaba a la vista. A la niña no le importó mucho, endureció el corazón y de ser necesario lo endurecería mucho más aunque de su madre se tratase.

Lo rescatable y lo que más la tranquilizaba era saber que Manolo estaba del lado de ella.

La humillación a la que Karina sometió a su hija de permanecer de rodillas por un periodo considerable de tiempo la marcó pero no fue suficiente motivo para quebrarla. La niña recordaba con amargura ese episodio de su vida pero a la vez se sentía satisfecha al no haberle dado gusto a su madre mucho menos a Graciela. Nunca se disculpó entonces nunca se humilló; era el pensamiento de Andrea.

— ¡No le di gusto, si me arrodillé fue por que mi madre me obligó pero nunca me entregué, nunca lo hice y Manolito me salvó, su ayuda contó mucho, Dios, cómo me dolían las rodillas!— meditaba Andrea en silencio.

Pronto se recuperó moralmente, mas aun cuando platicó lo sucedido a Nersy y ésta la felicitó por no haber sucumbido, por no haberse disculpado. ¡Eso sí hubiese sido humillante! No había mas de qué preocuparse, no pasó nada, además Andrea Mendoza nunca se humilla y no lo había hecho— la animó Nersy.

Andrea no olvidó aquel episodio nunca pero no era algo que contribuyera a que no conciliara el sueño. Como siempre, se sentía reconfortada con el apoyo de Manolo que simplemente la adoraba a pesar de que como siempre, Andrea lo contrario a sus promesas, no hacía más que ofenderlo y lastimarlo emocionalmente.

— ¡Qué hay Manolete!— exclamó Andrea feliz al regresar a casa caída la tarde luego de andar vagueando por ahí.

Manolo tembló nada mas oírla y se estremeció mucho mas al percatarse que no llegaba sola. Nersy la acompañaba.

Atrás había quedado aquel episodio amargo del castigo impuesto por su madre. Andrea lo había superado y seguía la vida, su vida, a su ritmo; claro estaba que no lo había olvidado a lo que el rencor y el desprecio por Graciela y en parte por su madre no solo continuaban vigentes, iban en ascenso.

— ¡Andrea Andrea por favor estás sudando no te me pegues tanto!— le aclaró Manolo en cuanto la niña se le iba encima abrazándolo bañada en sudor.

— ¡Jajajajajajajaja qué delicadito, bah!— expresó a final de cuentas volviéndolo a abrazar y besar en la mejilla— ¡Ay Manolo cómo te atreves a rechazarme, muchos niños morirían felices después de recibir una caricia mía!— bromeó orgullosa.

Manolo respiró resignado e incómodo por la molesta sensación que le producía el contacto con el sudado cuerpo de la niña.

— ¡Además!— prosiguió ésta— ¿Qué no has oído que cuando una chica suda es sexy? Pues así es, si yo sudo soy sexy, si tú sudas— hizo una pausa y riendo añadió— ¡Apestas Manolo jajajajajajajajaja!— explotó en risas junto con Nersy.

— ¡Por cierto, nunca se te ocurra abrazarme sudado Manolo; un hombre sudado apesta, una chica sudada es sexy!— confirmó una vez mas su pensar apartándose del joven y enfilándose rumbo a la sala con su amiguita.

— ¡Manooooolo coño ven!— gritaba minutos después.

Manolo se encomendó a todos los santos que conocía y se dirigió para ver qué deseaba su querida hermanita. El joven ofreció un semblante nervioso ante las risitas de las niñas.

Andrea indolentemente había estirado las piernas y le señalaba a Manolo sus pies— ¡Descálzame!— le ordenó con total naturalidad.

Manolo no se sintió capaz de negarse, así la había acostumbrado, a no hacer nada por ella misma; ahora él pagaba el precio y la incomodidad de realizar tal labor en presencia de terceras personas; en éste caso, de Nersy quien era igualitita en carácter que Andrea.

Con cierta pena Manolo fue primero por las sandalias de andar por casa de la niña y seguido se arrodilló ante las dos niñas para descalzar a su hermanita.

Manolo se demoró en hacerlo. Esa bendita excitación que le producía el solo contacto con la piel de la niña se hacía presente cada vez con mayor frecuencia y no pudo evitar la clara erección al estar arrodillado, sirviendo a su hermanita en compañía de su amiga.

Andrea movió graciosa los pies una vez que Manolo la liberó de tenis y calcetas.

— ¡Manoooooolo!— lo presionó caprichosa y berrinchuda.

Manolo se quería morir. Faltaba lo mejor.

— ¡Jajajajajajajajajajajajaja!— se carcajeó alegremente Nersy al momento que Manolo escondía la cara roja de vergüenza entre las sudadas plantas de los pies de Andrea.

— ¡Ohhhhh sí!— exclamó feliz la niña— ¡Andrea Mendoza no se pone unas sandalias si antes no le besan las plantas de los pies!;

— ¡Guacala están sudadas!— exclamó Nersy con cara de asco.

— Eso no es lo mismo que piensa Manolo. ¿Verdad Manolo?;

— ¡Jajajajajajajajajajajajajajajajaja!— Nersy se partía de risa ante el show montado por Andrea que con todo el descaro del mundo le restregaba los pies en la cara a su hermano, secándose todo el sudor.

— Manolo me besa los pies antes y después de regresar de la escuela o de donde sea; si me calza, antes me los besa; si me descalza, lo mismo. Es la ley. ¿Verdad Manolo?;

— ¡Sí, ya me lo habías dicho, te felicito!— opinó Nersy al ver que el joven no lograba articular palabra.

— Por cierto querida; ¿No te apetece andar descalza?— preguntó Andrea a su amiguita.

— ¡Claro, debo tener los pies igual o mas sudados que los tuyos!— contestó ésta.

— ¡Dale Manolo, descalza a Nersy!;

— ¿Queeeeeeeee?— respondió el joven provocando la risa de las niñas.

— ¡Manolo no seas grosero! Nersy es mi invitada, es visita y a las visitas se les atiende de lo mejor.

— ¡No, yo digo que, bu bueno, tengo co cosas qué hacer!— balbuceó nervioso el chico.

— ¡Manolo me dejas en vergüenza, no puedes hacerme esto, no me ofendas así!— inició Andrea uno de sus clásicos berrinches.

Manolo se sintió derrotado ante las bien fingidas lágrimas de la niña a lo que accedió con tal de que lo dejaran en paz.

— ¡Nada nuevo!— opinó Nersy— Mi hermano también tiene esa linda costumbre conmigo— finalizó a tiempo que el chico hacía lo propio en descalzarla.

Manolo la miró entre ofendido y apenado. Nersy le había rozado las mejillas con las plantas de sus pies.

— ¡Jijijijijiji!— se rió tontamente Andrea.

— ¿Algo más?— preguntó indignado, cortando las risas de las niñas.

— ¡Emmmmm sí Manolín; dos, llévate los tenis de ambas para limpiarlos y dale que Nersy no tardará mucho tiempo y tráenos algo para devorar, el ejercicio nos deja hambrientas!;

Manolo no contestó pero accedió a cumplir lo indicado.

— ¡Lindo lindo!— comentó Nersy al ver al chico marcharse con sus tenis— ¡Cómo mi hermano!;

— La diferencia es que éste buey no es mi hermano; ya sabes, lo encontramos en el basurero— le aclaró Andrea a la otra niña.

Manolo ignoró el lastimoso comentario aligerando el paso.

— ¡Uyyyyyyyyyyyyyyyy Nersy cierra los ojos que una cosa horrenda va a pasar, debe ser hija del demonio!— comentó Andrea riendo y tragando cacahuates. Graciela que acababa de llegar lanzó una mirada de odio hacia ambas niñas y siguió rumbo a su cuarto.

— ¡Sí, que pena, me entraron ganas de vomitar!— complementó la burla Nersy.

— ¡Manoooooooolo mas cacahuates!— llamó Andrea amablemente al joven; éste se presentó para rellenar el plato y sus vasos con coca-cola y hielo. Se ausentó de nuevo para regresar en minutos con los tenis de Nersy y Andrea. Al hacerlo no pudo evitar inspeccionarlas ligeramente, ambas eran muy bellas y después del ejercicio, con minifaldas lucían sensacionales desparramadas en el mueble y descalzas.

— ¡Uyyyyyyyy qué servicial, qué eficiente!— festejó Nersy al ver sus tenis relucientes— Cálzame— le dijo con toda confianza mientras atacaba cacahuates.

Andrea indicó con la firme mirada al joven que accediera; éste intentó iniciar la labor pero al hacerlo, Nersy le ofreció el pie a centímetros del rostro. La niña pretendía que Manolo le besara la planta del pie antes de calzarla tal y como lo hacía con su hermanita.

Aquello era demasiado pero mas lo era el asombroso control que Andrea ejercía sobre el joven. Manolo con una rara mezcla de sentimientos en su interior, obedeció pegando los labios en la suave piel de la planta de Nersy. Toleró las risas pero no pudo con el cruel comentario.

— Es lo menos que puede hacer. ¿No Andrea? Digo, lo encontraron en el basurero, tu madre le ofrece un hogar y tú le permites que te llame: “Hermanita”. Besarte los pies a ti y a tu mejor amiga es lo menos que puede hacer.

Manolo separó el rostro del pie de la niña y a nada estaba de estrangularla.

— ¡No te han dicho mas que la verdad Manolo! Nersy tiene razón, termina de calzarla. ¿Manolo no me oíste?;

Manolo temblaba y fulminaba a Nersy con los ojos llorosos. No era la primera vez que la niña lo ofendía; era igual de odiosa que su hermanita con la diferencia de que Nersy no era su hermanita; no debía entonces ni quería soportarla pero Andrea, Andrea era implacable a la hora de dominar a su hermano.

— ¡No la mires así Manolo, cálzala ya coño!— Andrea elevó el tono de su voz al ver que el joven no dejaba de mirar con rencor a la niña.

Andrea aligeró las cosas abrazando a Manolo, le acarició el cabello y el chico frustrado y confundido besó las plantas de los pies de Nersy una vez más por orden de Andrea y la calzó.

Manolo estaba a nada de llorar, de rodillas; Andrea continuaba sujetándolo de los hombros. Nersy se plantó frente a él.

— ¡Chao preciosa nos vemos mañana!;

— ¡Chao preciosa!— contestó el cumplido Andrea.

Nersy contempló al arrodillado Manolo. El joven era como un perro rabioso, a punto de devorar a su presa, solo hacía falta que le soltaran la cadena, solo hacía falta que su dueña se lo ordenara y Andrea presumía ser su dueña y al no soltarlo, Manolo era incapaz de rebelarse.

— ¡Un placer Bastardo, nos vemos Bastardo!— remató la niña con una suave cachetada a Manolo para marcharse riendo. Éste no pudo ni insultarla. Andrea le tapó la boca con su delicada mano.

— ¡Yaaaaaaaaaa Manolo yaaaaaaaaa Nersy es mi mejor amiga, no seas grosero con ella, además no te ha dicho mas que la verdad!;

— ¿Te encontró mamá en un basurero? ¡Sí! ¿Eres un Bastardo pero suertudo? ¡Sí! ¿Adoras a tu querida hermanita? ¡Sí! Entonces, ¡No jodas Manolo!— le dijo Andrea revolviéndole el cabello.

Un tanto apartada, Graciela no lograba asimilar la fragilidad de Manolo; era increíble como aquella niña le tenía absorbido el seso y como con una tranquilidad tremenda hacía de él y con él lo que se le antojaba.

Manolo rompió a llorar como un niño y Andrea que era la niña, sonrió burlona y despectiva; muy lejos estaba de sentir pena por aquel joven.

— ¡Bájale Manolo, no seas patético, ven, vamos a ver tele y después me ayudas con mi tarea!;

— ¡DÉJAME!— gritó en seco el joven que en ese instante no se soportaba ni a él mismo.

— ¡Pues vete al diablo puto Bastardo!— respondió Andrea pateándolo en la espalda— ¡Estaré esperando tus disculpas!— concluyó la niña muy ofendida.

Mas tarde, por la noche, después de cenar; Manolo miraba con ojos suplicantes a su hermanita. Ésta lo hizo sufrir y al final estiró la mano sobre la mesa y sonrió orgullosa, Manolo se la besó.

— ¡Me gusta mas cuando me besas los pies, si me los besas ahora, entenderé que es tu manera de pedirme perdón!— le dijo soberbia.

A Manolo ya no le importó saber después de todo, por qué diablos debía humillarse y pedirle perdón a aquella niña en cuanto que el único ofendido había sido él. Ya no le importó mas nada que reconciliarse con la niña que lo tenía preso en cuerpo y alma. Se arrodilló y pegando el rostro y los labios sobre los deditos de los pies de Andrea, los cubrió de besos.

Andrea lo contempló a sus pies por unos instantes para finalmente animarlo; lo tomó con firmeza por su cabello, le acarició las mejillas y le habló tan suave que a Manolo le pareció una melodía angelical.

— ¡Bien Manolo, no te enojes por que ambos sufrimos y a ti no te gusta que yo sufra!;

— Si Nersy te dice Bastardo; ignórala, hazlo por mí, por que yo la aprecio mucho, así que basta, no se hable mas del asunto. ¿Entendido?;

El silencio de Manolo fue toda su respuesta. No entendía a la niña. ¿Qué ella sufría? ¿Qué significaba? No lo sabía ni lo quiso saber.

Por su parte Andrea era así, imprevisible; le gustaba confundirlo y cada día tomaba mas conciencia del control que ejercía sobre el joven.

Manolo se dispuso tranquilo a dormir una vez que hizo las paces con Andrea. Sabía que no sería la última vez que ésta lo ofendiera con sus orígenes al igual que sin duda seguiría soportando groserías y ofensas por parte de Nersy.

Andrea había sido clara; tendría que soportarla por que ella, su querida hermanita, se lo había pedido a modo de orden.

— ¡Puto Bastardo!— exclamó Andrea con desprecio y una sonrisa maliciosa al ver marchar a su hermano.

A la perversa niña le importaba muy poco lo que le doliera y lastimara a su hermano cada vez que lo llamaba: “Bastardo”. Mas le dolía al joven saber que a menudo era la burla de aquellas dos niñas y él nada podía hacer al sentir tal adoración por Andrea y al ordenarle ésta que tolerase a Nersy.

Sin duda alguna el pobre Manolo continuaba pagando el delito de haber consentido hasta el extremo a Andrea desde muy pequeñita sin saber, ni siquiera imaginar que aquel costo aun iniciaba por pagarlo y no tenía fin para liquidarlo.

Manolo nunca podía negarse a un capricho de la niña. Para él todo iniciaba y concluía en complacerla, mimarla y consentirla y como resultado, Andrea siempre le exigía mas y mas; zapatos, vestidos, juguetes. Todo corría por parte de Manolo. A la niña le tenía sin cuidado si Manolo compraba los artículos o los robaba.

No le interesaba si el dinero que empleaba en ellos los obtenía lícita o ilícitamente. Su sonrisa de oreja a oreja solo aparecía en cuanto el joven le confirmaba que saldrían en busca de obtener su último capricho.

Un punto que en ocasiones no dejaba tranquilo a Manolo, le hurtaba su privacidad mental; era que Andrea seguía frecuentando a una que otra niña de su antiguo colegio, el mismo donde la expulsaron. A Manolo no le daban buena pinta ninguna de esas niñas a quienes él catalogaba las principales causantes por las que Andrea abandonó dicho colegio.

La directora había sido muy clara; la culpa la tenían todas pero a la única que expulsó fue a Andrea al no pertenecer a una familia poderosa.

Eso a Manolo lo turbaba. Sabía que esas niñas eran igual o mas odiosas que su hermanita en comportamiento y carácter, sabía que aquellas niñas ricas tan solo podían llegar con sus papis y delatar algo o alguien que las molestara y seguro que al instante, sus padres desaparecían a ese algo o alguien.

Ese era su principal temor de Manolo. Se volvía loco tan solo en pensar que pudiesen lastimar a Andrea; él comprendía lo odiosa que la niña era, tan odiosa como hermosa y con tristeza entendía que no todos tendrían el humor y la paciencia para soportarla.

Un ejemplo: Graciela. ¿Otro mas contundente? Su propia madre Karina no dudaría en estrangularla y muchas veces Manolo y su acertada intervención habían salvado a Andrea de buenas palizas y castigos.

Manolo sentía que moriría de tan solo imaginar que alguien le hiciera daño a su hermanita y vivía con el Jesús en la boca por que sabía perfectamente el carácter de ésta.

Andrea de momento encajaba con aquellas niñas; sus amiguitas ricas, como les llamaba pero igual y le había platicado que una que otra ya le habían declarado la guerra y hasta la habían burlado por no tener padre y en especial una magnífica postura social.

Ni que decir que Andrea las hizo morder el polvo a golpes pero Manolo se estremecía del corazón y del bolsillo cada vez que Andrea insistía hasta volver a frecuentarlas.

Manolo temía por la seguridad de la niña que era motivo de envidia y celos producto de su belleza por parte de varias de aquellas niñas ricas.

Nersy no era de la devoción de Manolo ni de broma pero el joven prefería mil veces que su hermanita se acompañara por ésta que por las mentadas amiguitas ricas. Con Nersy estaban en igualdad de condiciones en términos económicos y Andrea no tenía que aparentar mas de lo que no tenía mientras que sus salidas con las otras niñas significaba para Manolo invertir en ropa y zapatos para Andrea cada vez que las visitaba pues la niña se indignaba si no iba presumiendo alguna nueva prenda de vestido o calzado y no quitaba el dedo del renglón hasta que Manolo sucumbía a sus mas que encantos, berrinches y rabietas.

De pronto Manolo vio bruscamente interrumpido su desayuno y sus profundos pensamientos.

— ¡Andrea coño! ¿Qué estás loca niña? ¡Qué demonios te sucede!— gritó su madre. Demasiado tarde. El joven Manolo, asustado se tallaba la cabeza asegurándose de no encontrar rastros de sangre. Andrea le había dado un duro y seco golpe con el tacón de una de sus botas.

— ¡Estúpido Manolo! ¡Por qué coño no haz limpiado mis botas!— le recriminó histérica mientras que groseramente limpiaba en la playera del joven la sucia suela de la bota— Sabes que voy a encontrarme con mis amigas y llevo prisa, te dije desde anoche que las limpiaras y prometiste hacerlo. ¿Acaso te burlas de mí? ¿Pretendes avergonzarme al llegar con ellas con mis botas sucias?;

— ¡Límpialas tú!— le exigió Graciela.

— ¡Cáaaaaaaaaaallate BESTIA del demonio!;

Karina se levantó decidida para abofetear a su hija menor; antes Manolo le salió al paso para impedirlo.

— ¡Déjala madre, por favor perdónala, te lo ruego!— le imploró con los ojos llorosos.

Karina se controló solo por la tierna y sensible mirada del joven a lo que marchó enfadada a su recámara en compañía de Graciela.

— ¡Eres un imbécil Manolo, te odio!— le dijo Graciela.

— ¡Ay te odio! A quien le importa lo que sientas tú, ¡Basura!;

— ¡Basta Andrea, por favor!— le rogó en voz baja Manolo— Basta, ahora limpio tus botas.

— ¡Ahora es ahora coño!— le exigió la niña tronándose los dedos.

Manolo suspiró y haciendo a un lado su desayuno, se dispuso a desempeñar tal labor.

— ¡Eso te pasa por no comprarme unas nuevas, si me hubieses comprado esas divinas botas no estuvieses empinado limpiando éstas!— le recriminaba altanera— ¡Mas te vale dejarlas como nuevas, de lo contrario, te vas a arrepentir Manolete!;

Manolo hizo caso omiso de los molestos comentarios; en el fondo, comprendió que su hermanita continuaba enfadada con él al no haberle comprado unas carísimas botas y ahora le demostraba tal enfado con el tremendo golpe que le propinó.

Manolo agradeció que no lo hubiese hecho sangrar y se incomodó con él mismo por haber olvidado limpiarlas por la noche. Pero es que Andrea tenía una cantidad impresionante de zapatos y el buen Manolo era su lustrador personal y la niña consentida al extremo hacía al joven limpiar a diario y a fondo todos y cada uno de sus zapatos, los usara o no.

Manolo terminaba molido pero disfrutando como un tonto la sonrisa que lograba sacarle a la niña después de cumplirle su exigente capricho.

Tan pronto Manolo culminó con la limpieza de las botas se las calzó a Andrea; antes le había besado con amor, casi con devoción, las plantas de sus pies. Andrea lo ignoró.

Manolo con tal de congraciarse con la niña, besó sus botas recién lustradas. Andrea lo ignoró. Ya había desayunado y se marchaba para reunirse con las odiosas niñas ricas.

— ¿Te vas sin despedirte?— casi le rogó Manolo— Ten paciencia, ya iremos por esas botas, lo prometo amor.

Andrea se dio la vuelta, lo miró muy seria y berrinchuda contestó— Espero no ser objeto de burlas, voy sin nada nuevo Manolo y casi no llevo ni dinero.

— ¡Pero eres la mas hermosa!— la animó el joven extendiéndole los brazos a modo de invitación.

Andrea se lo pensó pero terminó colgándose del cuello de su hermano, apoyando sus piernas cruzadas sobre la espalda de éste, lo besó en ambas mejillas; Manolo se sintió dichoso, feliz.

— ¡Temía por que te marcharas sin besarme!— le confesó el joven.

— ¡Cállate Manolo!— le respondió entre risas Andrea.

— ¿Por qué no invitaste a Nersy?— la interrogó a tiempo que la niña bajaba de él.

— ¡Ahhhhhh no lo sé igual y como que no la ilusiona mucho, ya sabes, ella no ha pasado por colegios privados y me ha dicho que no soportaría un solo rechazo por mínimo que sea!— dijo subiendo graciosa los hombros— Ella se lo pierde, esas niñas viven en palacios, no como nosotros— concluyó resentida.

— ¿Y tu relación con ellas cómo va?— se preocupó Manolo por saber la pronta respuesta de la niña que permaneció callada unos segundos.

— ¡Ahí va Manolo, ahí va!— contestó finalmente meneando la mano— Rubí es quien me interesa y con ella la cosa va de maravilla, con su prima igual aunque es dos años menor que ella pero ambas me tratan muy bien e insisten que las visite mas seguido.

— ¡Pero Rebeca no termina de pasarme, sé que no le agrado y ella a mí menos, fue ella quien le dijo a las otras que me burlaran por que no tengo padre pero que no me moleste por que la hago morder el polvo!— habló la niña con determinación.

— ¡Ten cuidado Andrea, mucho cuidado!— le advirtió Manolo— La familia de esa niña es de las mas ricas y poderosas, si la lastimas, si tan siquiera le tocas un solo cabello te puedes meter y meternos en un buen lío; esa niña y todas las que mencionas son peligrosas Andrea, te he dicho hasta el cansancio que no las frecuentes mas pero eres terca cual mula.

— ¡Pues a mí me vale Manolo!— se quejó la niña— ¡Cómo quieran quiero y si Rebeca me hace enfadar la hago comer tierra hasta que me pida perdón llorando, no le temo a ella ni a nadie! ¡Andrea Mendoza no le teme a nada, de Andrea Mendoza nadie se burla y Andrea Mendoza…!— hizo una ligerísima pausa para sonreír y concluir— ¡Jamás se humilla!;

Manolo ya no insistió con ella, sabía que no la haría cambiar de pensar.

— ¡Dios te bendiga amor!— le dijo besando su suave cabello— ¡Cuídate por favor y no molestes tanto a esas niñas, pórtate bien y controla tu lengua!;

— ¡Ya bájale Manolo, te pareces a mamá!— se burló de él sacándole la lengua— ¡Ya sabes, cualquiera de los choferes de Rubí o su prima me traerá sana y salva, de hecho ya deben estar esperándome en la esquina, chao Manolete!— se despidió corriendo no sin antes enviarle un besito volado que el joven ridículamente hizo el ademán de atrapar feliz pues no lo había llamado Bastardo.

Continuará………………………………………………