sábado, 26 de noviembre de 2011

LA DIOSA, LA BESTIA Y EL BASTARDO 2

Días después, tocaban a la puerta del domicilio de Andrea. Manolo abrió y se encontró con la presencia y sonrisa de Mauricio; un niño, compañero de la escuela de su hermanita. Mau, lo llamaban comúnmente.

— ¡Quedé con Andrea para realizar nuestras labores!— le comunicó muy orgulloso y respetuoso el atractivo aunque pasado de peso niño.

— Está en su recámara con Nersy, pásale— le respondió Manolo.

Sin perder tiempo, Mau subió tan rápido como le fue posible por las escaleras. El niño era guapo pero era un auténtico globo.

Manolo; aunque no fuese su intención, era partícipe siempre de las mas que bromas, burlas y humillaciones a las que sometían a Mau entre Andrea y su mejor amiga Nersy y como casi siempre, introducían al niño a su juego favorito: “Princesas y esclavos”. Un verdadero pretexto para reírse de él y hacerlo sufrir.

Manolo intentaba leer en la sala pero desde ahí alcanzaba a escuchar las risitas tontas de las niñas y los ruegos de Mau para que se dignaran a dejarlo pasar a la habitación.

— ¿Quién es?— se oía la vocecilla de Nersy.

— ¡Su esclavo, mis princesas!— respondía el niño apenado por la cercana presencia de Manolo.

— ¿Y crees ser digno de estar ante nuestra divina presencia esclavo?— hablaba ahora Andrea.

— ¡No mis hermosas princesas pero les imploro me permitan como siervo suyo, tener el privilegio de arrastrarme ante sus pies!; sin duda el niño estaba muy bien amaestrado y ciertamente ya llevaba algo de tiempo conviviendo de esa manera a lo que se sabía el protocolo perfectamente.

— ¡Jijijijijiji!— se escucharon mas risitas tontas— ¡Puedes pasar y arrastrarte ante nuestros divinos pies, esclavo!— se oyó ahora la voz de Nersy.

El niño con la cara roja como un tomate, se acomodó a cuatro patas y gateando avanzó hacia el interior de la habitación. Andrea y su amiguita estaban sentadas a orilla de la cama y se partían de risa ante lo ridículo que lucía el gordo niño, gateando en dirección hacia sus pies.

Manolo sin saber por qué, se dejó llevar por el impulso que lo invadía y un inexplicable cosquilleo y crecimiento de su miembro a lo que se dispuso a observar mas de cerca la escena al dejar las niñas la puerta abierta y solo cuidándose de no ser descubierto.

Manolo no quería reconocer que le excitaba ver como esas dos lindas niñas humillaban y maltrataban a aquel gordito pero cada vez esa excitación iba en un peligroso aumento.

— ¡Su esclavo solicita permiso para besar los pies de las princesas!;

— ¿De verdad esclavo? ¿Te sientes digno para gozar de tal privilegio?— preguntaba riendo Andrea.

— ¡Oh mis hermosas princesas, nunca seré digno de tal honor pero ruego humildemente que se compadezcan de éste, su siervo!;

— ¡Ruega pues que te permitamos besarnos los pies, suplícalo fuerte y claro!— le indicó Nersy.

— ¡Se los suplico y se los imploro princesas; permitir a su esclavo besarles los pies!;

Después de unos instantes, las princesas se dignaron a conceder tal súplica.

— ¡Esclavo, tienes nuestro permiso para besar nuestros divinos pies, agradécenos como es debido!;

Enseguida Mau se dedicó a mostrar su agradecimiento precisamente, besándoles los deditos de los pies, primero a Andrea que era de quien estaba perdidamente enamorado y casi de inmediato a Nersy para no desatar su ira y sus celos de ser atendida en segundo plano.

— ¡Puedes lamernos las plantas esclavo al igual que entre los dedos, eres afortunado de poder conocer y saborear el olor y el sudor de nuestros pies!— le indicó claramente Nersy riendo en complicidad con Andrea.

El gordito se la pasó alrededor de unos veinte minutos lamiendo los pies de las niñas. Mau era algo así como la mascota de las dos niñas; el niño se aferraba a llamar la atención de Andrea y simplemente la obedecía en todo.

Andrea desde el día en que el gordito le declaró su amor, se dedicó a sacarle provecho y a divertirse con él; con su dolor y sufrimiento pues lo explotaba moral y físicamente.

Sin motivo alguno la emprendieron a golpes y patadas con el niño. Manolo estuvo a punto de intervenir pero decidió que lo mejor era desaparecer de ahí y apenado fue lo que hizo en cuanto con toda y su vergüenza se percató que había eyaculado en el momento en que Mau era el caballito de las niñas y las paseaba por todo lo largo y ancho del cuarto mientras Nersy trataba de patearlo en la cara y Andrea le azotaba las nalgas con su sandalia.

Nersy y Andrea se llevaban de maravilla. Nersy era la única amiguita del rumbo de Andrea; no habían mantenido relación alguna pero desde que Andrea estudió en escuela pública y dio en el mismo grupo de Nersy, se conectaron de inmediato. A Andrea le agradaba Nersy y viceversa.

Nersy era una niña muy agradable y muy linda. Andrea lejos de sentir celos, se sintió identificada con la niña pues por fin tenía una amiga cerca de casa con quien matar el tiempo y más creció la amistad en cuanto Andrea comprobó que Nersy era igual de vanidosa, caprichosa y cruel como ella.

Nersy; delgada, morena, cabello lacio y largo y una sonrisa angelical terminó por conquistar a Andrea en cuanto intercambiaron opiniones y ambas coincidieron en que llevaban una vida parecida pues Andrea era la consentida de Manolo así como Nersy era la consentida de Francisco, su único hermano mayor.

Sus padres gozaban de cierta reputación económica al igual que la mamá de Andrea que si no gozaba de una reputación mayor, ésta y la familia de Nersy, se podían considerar como las mas estables económicamente hablando de aquel rumbo a lo que sin duda, Andrea encontró a una magnífica compañera con la cual fastidiaría el doble a todo el mundo, incluido Mau, Graciela, todo el mundo.

Mau contaba con una resistencia enorme si de complacer y agradar a Andrea se trataba. El niño sabía que la ventaja que le daba el tener un rostro agraciado, moría con su sobrepeso, aun así se le declaró a Andrea y ésta lo único que le reconoció fue su valentía en comparación a otros niños mejor parecidos que Mau pero que no se atrevían a hablarle aunque se morían por ella.

Como premio y en complicidad con Nersy, le permitieron andar detrás de ellas, como su perrito y Mau comprendió a su tierna edad que aquello era ganancia, se sentía el protector de las dos niñas más populares y guapas del colegio.

El punto mayor a favor de Mau para ganarse la confianza de Andrea fue producto de unas actividades extra escolares para recaudar fondos. Las niñas vendían besos y así generarían ganancias.

Nersy apoyándose en la vanidad de Andrea, la convenció de que en lugar de besos, vendiera salivazos y bofetadas. Apostaron a que nadie le compraría tales ocurrencias.

Niños, jóvenes, adultos y ancianos presumen y mantienen su dignidad pero siempre hay alguien que se sale de la monotonía, de lo tradicional y ese fue el caso de Mau que para demostrarle a Andrea que iba en serio, fue el primero en arriesgar su dignidad y comprarle a la niña lo que ofrecía.

Andrea que con la única que mantenía buena relación era con Nersy, la invitó a participar de lo suyo y ambas rompieron las reglas, escupiéndole en la cara y abofeteando al gordito y encima ganando dinero por ello.

¡Niños! Tras poner el ejemplo Mau, ante la indignación de las niñas, varios varoncitos se entregaron rendidos a los pies de Andrea y Nersy a quien Andrea felicitó por tal ocurrencia que les arrojó buenos resultados aunque casi les cuesta la expulsión en cuanto maestros y padres se enteraron y sobretodo, se negaron a compartir el dinero.

Manolo en aquel entonces, no se la creía en lo que su hermanita se estaba convirtiendo ahora en alianza con Nersy y no, aun no se la cree aunque ese episodio tan solo lo recuerda como lo que es, un recuerdo.

— ¡PELEA PELEA PELEA!— gritaba eufórica días después Andrea brincando y bailando. Nersy le seguía el ritmo.

A unas escasas cuadras del colegio, ahí donde nadie les pudiese estropear su juego; las niñas justamente se divertían de lo lindo organizando peleas entre los niños, incluidos los mas pequeñitos; actividad creada de la perversa imaginación infantil de Andrea que lo que mas la entusiasmaba era el dinero que cobraban a los niños para tener derecho de presenciar los combates.

Nersy para no sentirse opacada, complementó la diversión aportando su granito de arena al conseguir un par de guantes de box para que con ellos, los contendientes en turno, ofrezcan una mayor actuación.

Era el turno de Mau que sacándole jugo a su corpulenta existencia, estaba simplemente haciendo pedazos a otro niño.

— ¡BIEN MAU, DESTRÓZALO!— gritaba Andrea animándolo mientras le echaba un vistazo al dinero recaudado y se lo pasaba a Nersy para resguardarlo mejor.

Mau, obediente, la emprendió de nuevo contra el niño.

— ¡Ya ya ya ya por favor!— suplicó el niño que terminó en el suelo después de un potente puñetazo en el estómago, cortesía de Mau; éste miró a Andrea y ésta con la mirada le indicó que continuara.

Mau se montó sobre el niño y continuó surtiéndolo.

— ¡Bien bien ya estuvo, suéltalo ya Mau!— ordenó Andrea luego de unos minutos— Bueno nenes, hagan sus apuestas para la última pelea del día, venga que el tiempo es oro como dice mi mamá— comentaba risueña Andrea.

Todos, rápidamente aportaron su tarifa y se decidieron por quién se llevaría el combate. Ganara quien ganara, nunca nadie recibía un solo peso aunque le atinara al vencedor pues al final Andrea, los convencía que la apuesta solo era simbólica y que lo que aportaban era parte de la cooperación para estar presentes en las peleas.

La pelea estelar la ofrecerían dos niñas de apenas ocho años y una de ellas lloraba intensamente. La niña se cagaba de miedo mientras su contrincante asimilaba mejor la situación.

Cada mañana entre los mas grandes se encargaban de escoger a los participantes para después informarles a los elegidos que participaban por las buenas o las malas; cuando se trataba de los mas pequeños, los obligaban por medio de amenazas a pelear.

Era el caso de la niñita que se cagaba de miedo pues con engaños la habían llevado hasta el lugar pactado para las peleas y de ahí no saldría hasta que cumpliera con lo que le exigían pues aun no era hora de que su mami fuera por ella a la puerta de la escuela.

Andrea y Nersy eran una peligrosa a la vez que eficiente combinación si de organizarse se trataba para algo que les daría provecho.

— ¡PELEA PELEA PELEA!— emitió Andrea el banderazo oficial del último combate con sus clásicos y graciosos brincos, corriendo y bailando alrededor de todos los presentes pero algo no la convenció del todo.

La niña que no hacía más nada que llorar, siguió en lo suyo y tan solo recibía golpes sin corresponderlos. ¡Eso no era una pelea!— pensó Andrea deteniendo todo y dirigiéndose a la niña, la empujó.

— ¡OYE MOCOSA, PELEA PELEA PELEA!— le exigió— O te daré verdaderos motivos para chillar.

— ¡Déjame ir déjame ir!— gritaba muerta de llanto la niña tratando sin éxito de escabullirse de ahí.

— ¡Claro, te marcharás cuando yo lo diga!— se rió Andrea de la reacción de la niña y mas le divirtió el hecho de que la pobrecilla se arrodilló a sus pies a llorar con mayor intensidad. Temblaba y se veía a nada de perder el conocimiento.

— ¡Levanta mocosa!— Andrea la alzó por los cabellos y en un acto de absoluta maldad, la abofeteó y la entregó a la otra niña que se veía dispuesta a machacarla.

— ¡Golpéala!— ordenó Andrea y ésta fue justamente lo que hizo. De un solo golpe la dejó tendida en el suelo y como el espectáculo debía continuar, se le fue encima.

— ¡PELEA PELEA PELEA!— continuó Andrea con su diversión.

— ¡Andrea; tu hermano!— le advirtió Mau pero ésta seguía brincando y bailando. Fue hasta cosa de unos minutos después que Andrea se percató que todos los niños y niñas se habían esfumado. Tan solo quedaban con ella; Nersy, la niña tendida en el suelo, la que la golpeaba, su fiel Mau y un enfurecido Manolo detrás de ella.

Andrea graciosamente se fue dando la vuelta hasta encarar a su hermano; lejos de alterarse, asustarse ni mucho menos mostrar rasgos de nerviosismo; en su rostro tan solo se dibujó una mueca de cinismo y burla.

— ¡Manolete!— exclamó risueña— ¡Otra vez de aguafiestas!;

— ¡Bien cariño, lo hiciste bien, dale los guantes a Nersy y búscame mañana, tal vez te obsequie caramelos!— se dirigió a la niña que de no ser por que Andrea la jaló, hubiese continuado moliéndose a la otra niña. Ignorando a Manolo, la niña se marchó y Nersy le mostró a Andrea las ganancias del día.

— ¡Bien, vámonos a la mitad!— le comunicó Andrea.

— ¡Qué mitad ni que carajo, dame ese dinero!;

— ¡Noooooooooooooooooo!— gritó Andrea pateando y mordiendo a Manolo para impedir que les arrebate el fruto obtenido gracias a su malévola mentecita.

— ¡Andrea, le diré a mamá!— la amenazó Manolo; ésta subió los hombros, su hermano estuvo a punto de continuar con la tarea de despojarla del dinero que Nersy le había entregado pero se vio interrumpido por los gritos y lloriqueos de la pequeñita.

— ¡Dios santo pero si está sangrando!— exclamó alarmado Manolo.

— ¡Sí, los accidentes ocurren!— comentó riendo Nersy. Manolo la miró muy molesto pero la niña ni se inmutó.

— ¡Bah, ni te apures, no dirá nada mas que la verdad o sea que se cayó por burra y se azotó la nariz, de verdad Manolo, está muy bien entrenada!— concluyó Nersy burlona.

Manolo decidió ocuparse de la pequeña a lo que advirtió a su hermanita— ¡Espérame aquí, no te muevas de aquí!— dicho esto, marchó con la niña para detenerse y mirar de nuevo con la quijada temblándole producto del lastimoso comentario de la niña Nersy.

— ¡No deberías obedecerlo Andrea, ni siquiera es tu hermano! ¿Dónde dices que lo encontró tu mamá? ¡Ah sí, ya recuerdo, en el basurero jijijijijiji!— Andrea y su amiguita rompieron a reírse.

Manolo las observó fijamente por unos segundos. Al final marchó triste con la pequeña; le habían amargado un día más de su vida. Si le dolía en extremo que Andrea lo humillara con sus orígenes, mucho mas debía dolerle que la odiosa amiguita de Andrea, también lo hiciera y es que Andrea precisamente para hacerle mas daño, de vez en cuando le recordaba a Manolo su procedencia en compañía de Nersy a lo que ésta se sentía con derecho de burlarse de aquel joven.

Manolo se apresuró para dejar a la niña en el sitio donde la recogería su madre y aunque era su deseo auxiliarla mucho más decidió regresar por su hermanita por el temor de que ésta en su ausencia se metiera en más problemas.

El joven caminaba apenado puesto que en todo el trayecto, la niña no dejaba de lloriquear y pedir que le devolvieran su dinero. Manolo la tranquilizó al darle unas monedas pero el chico no podía apartar de su mente: ¿En qué se estaba convirtiendo su hermanita?;

— ¡Si mi madre se entera, la mata! Decirle a mamá no solucionará las cosas— se debatía Manolo sobre qué hacer, cómo actuar para lograr que Andrea entrara en razón.

Así y todo con sus confusos pensamientos, llegó de nuevo a donde había encontrado a Andrea. Manolo quedó con la boca abierta tras la escena que observó al quedar a escasa distancia de las niñas. No intervino, cada vez sentía que perdía aun mayor autoridad ante Andrea. La niña y su aplastante carácter y determinación se estaba devorando con una facilidad enorme, su autoestima y la voluntad del joven.

Minutos antes de que Manolo alcanzara de nuevo a las niñas; Andrea había extraído un pastelillo de su mochila y mostrándoselo a Mau se lo obsequió, invitando a comérselo luego de echarlo sobre su zapato.

— ¡Te lo mereces, siempre ganas tus peleas y por lo tanto me haces ganar dinero, adelante glotón, es todo tuyo!— le dijo con una cínica sonrisa contemplando el pastelillo embarrado en su zapato.

Nersy ante la mirada nerviosa e incómoda de Mau, cooperó pisando el zapato de Andrea de manera que su calzado al igual quedó manchado de pastelillo y en consecuencia lo hizo lucir menos apetecible a los ojos y el paladar del niño.

— ¡Come ya coño o no te vuelvo a hablar!— lo amenazó Andrea.

— ¿Pero aquí?— se quejó el niño con el miedo latente de que alguien pudiese observarlo.

— ¡Sí aquí maldito gordo!— lo ofendió Nersy. Andrea lo fulminó con su mirada y no hubo mas para el gordito.

Se arrojó a los pies de Andrea y comenzó a lamer desesperadamente sus zapatos.

— ¡Vaya, si que es asqueroso!— comentó entre risas Andrea.

— ¡También el mío Mau, mmmmmm qué rico!— lo humillaba Nersy.

En segundos el gordito hizo desaparecer del calzado de ambas niñas todo rastro de pastelillo.

— ¿Ya, tan rápido?— se burló Andrea con una linda y burlesca sonrisa.

— ¡Ajá!— contestó Mau dispuesto a levantarse.

— ¡No tan rápido idiota, continúa lamiendo nuestros zapatos!— le ordenó Nersy.

— ¿Pero por qué?— reclamó el niño.

— ¡Por que se me da la pinche gana!— le aclaró amablemente Nersy acompañando sus palabras con una patada directa a la boca del gordito haciéndolo quedar con las nalgas limpiando el piso.

— ¡Obedece Mau, continúa besando nuestros pies con orgullo y alegría, que todos se enteren que eres feliz por que te dejamos adorarnos!— le ordenó finalmente Andrea a lo que su fiel esclavito acató el mandato.

Manolo había llegado justo en el momento en que Mau devoraba el pastelillo de los zapatos de las niñas y no necesitó mirarse a un espejo para percatarse que su rostro se encendió de vergüenza al sentir ese agradable cosquilleo en su polla y como ésta imploraba ser liberada para mostrar orgullosa su erección.

Hasta que el joven logró medianamente controlarse y eso fue cuando Mau ya llevaba minutos de acabar con el pastelillo fue que se decidió a situarse frente a las niñas, evitando mirar en dirección a sus pies y a Mau que continuaba besándoselos.

— ¿Nos vamos?— habló Manolo cortante.

Andrea se despidió de beso en la mejilla con Nersy y apartó de sus pies a Mau con una ligera patadita en sus hinchados labios producto de la anterior patada de Nersy.

— ¡Nos vemos mañana Mau!— le dijo en un tono cariñoso como niña que se despide de su mascota al salir de casa.

— ¿Qué pasa Manolete, por qué tan callado?— lo cuestionó Andrea antes de subirse a la motocicleta y ver que éste no le dirigía la palabra, ni siquiera le había cargado la mochila.

— ¿Manolete?— insistió Andrea.

— ¡Sube!— fue todo lo que le dijo.

— ¡Mi mochila, cuélgatela al frente!;

— ¡Llévala tú!— la cortó bruscamente su hermano.

Andrea infló sus mejillas haciendo ademán de iniciar uno de sus clásicos berrinches.

— ¡NO FINJAS ANDREA Y SUBE DE UNA BUENA VEZ!;

— ¡NO ME GRITES MANOLO!— exclamó llorosa Andrea, ocultando su rostro con sus manos, aparentando a la perfección un triste y amargo llanto.

Manolo respiró un par de veces con profundidad para enfrentar una vez más aquella escena que era el pan de cada uno de sus días. Bajó de la moto, tomó la mochila de Andrea, se disculpó con ella y la invitó amablemente a subir a la moto. Andrea estiró coqueta la mano, Manolo se la besó.

— ¡Así está mejor Manolete!— le dijo risueña Andrea para de una vez marcharse a casa.

— ¡Para Manolo para es el de los helados!— le exigió Andrea tras unos minutos de partir rumbo a casa.

Andrea apresuró el paso apenas Manolo se detuvo y enseguida saludó con una de sus mágicas sonrisas al señor de avanzada edad que vendía helados.

— ¡Hola!— exclamó Andrea.

— ¡Pero si es la niña mas hermosa que conozco!— contestó el anciano.

— ¡Ajá!— respondió Andrea— Uno de chocolate.

— ¡Claro que sí mi niña hermosa!;

— ¿Cuánto?— preguntó coquetona al momento que le entregaron su helado.

— ¡Oh no no no no nada mi niña hermosa es lo menos que te mereces, por favor acéptalo!;

— ¡Bueno!— se despidió la niña llena de orgullo.

Manolo una vez más se sorprendió del carisma de la niña cuando se trataba de ganarse a alguien.

— ¡Siquiera agradécele tal gesto!— la reprendió Manolo.

— ¡Andrea Mendoza nunca da las gracias!— contestó grosera a su hermano mientras le daba una gran lamida a su helado— ¿Quieres?— se burló de él al señalarle un poco de helado que había caído sobre su zapato. Manolo prefirió ignorarla.

— ¿Buena onda el ruco no? Siempre me regala helado solo por que soy bonita jajajajajajajajajajaja— continuaba Andrea festejando cada uno de sus logros obtenidos gracias a su enorme belleza.

— ¡Prometiste no volver a hacerlo!— le recriminó Manolo en referencia a las peleas.

— ¡Prometo muchas cosas, ello no quiere decir que tengo que cumplirlas!— contestó riendo— ¡A Mau también le prometí que ya no lo patearía tanto pero ya ves, su gordo culo me incita a hacerlo, es como si su culo sedujera a mis pies incitándolos a patearlo jajajajajajajajaja!— se reía la niña de sus ocurrencias.

— ¡Vámonos ya!— concluyó la charla levantándose de la banqueta tras terminar su helado y limpiarse groseramente las manos en la playera de su hermano.

Manolo de nueva cuenta comprendió con tristeza que su hermanita iba de mal en peor. Lo único que seguía vigente en ella y cada vez en aumento; era su egoísmo, vanidad, capricho y malicia. Lo comprendía pero se negaba a aceptarlo.

— ¡Ya Manolo, no es gracioso, lava los platos!— repetía Andrea una y otra vez con mayor preocupación, inflando los cachetes para convencer a su hermano que no estaba actuando, que de un momento a otro rompería a llorar profundamente.

— ¡Mamá vendrá y va a golpearme Manolo, llegará y si ve los platos sucios se enfurecerá!— trataba la niña por todos los medios de hacer entrar en razón al joven pero éste continuaba en lo suyo, ignorándola.

Andrea frunció la ceja más que enojada, fastidiada al cansarse de insistir y no ver en Manolo reacción favorable. Era claro que el muchacho aparte de que ya no se tragaba con facilidad los engaños y las falsas lágrimas de la niña, estaba y con toda la razón, sumamente ofendido.

Aun así, Andrea no se dio por vencida, intuía que como siempre, solo era cuestión de tiempo para lograr que su hermano cediera, para quebrarle su resistencia pero el tiempo justo en ese momento, no era un buen aliado para Andrea pues como ella dijo, su madre no demoraría tanto en llegar.

Muy temprano, esa mañana, antes de partir cada quien a sus actividades, mas exacto, durante el desayuno, Andrea fiel a su costumbre se encontraba molestando a Graciela bajo la excusa de que tan solo se entretenía cantando.

— ¿Y QUIÉN ES LA MAS HERMOSA? ¡YOOOOOOOOOO! ¿QUIÉN ES UNA HERMOSA DIOSA? ¡YOOOOOOOOOO OH OH OH OH OH!— coreaba a gritos Andrea— ¡UNA PRINCESA EEEEEEEEEEEEEEEHHHHHH PRINCESA SIIIIIIIIIIIII!;

Enseguida miraba burlona a todos para finalizar centrando su mirada en Graciela y señalarla con sus manos al instante que añadía— ¡ELLA ELLA ES LA MAS FEA, UN MONSTRUO, UN VÓMITO! ¿QUIÉN ES LA MÁS HORRIBLE, LA MÁS FEA ENTRE LAS FEAS? ¡ELLA ELLA ELLA!;

Graciela se limitaba a observar a su madre pidiéndole con la expresión que interviniera antes de que ella se le adelantara. Manolo fue quien lo hizo abrazando a Andrea y besándole su suave cabello, aprovechando para susurrarle que ya estaba bien, que por favor les dejara desayunar en santa paz.

Andrea con una enorme sonrisa abría la boca, era hora de otro bocado. ¡Sí, su hermano la criaba por exclusivo capricho de la niña!;

Karina y Graciela respiraban tranquilas mientras Andrea tragaba su cereal pero de inmediato volvía la carga, ésta vez dedicándole algo de su repertorio a Manolo.

— ¡TE VOY A VOLVER LOCO OH OH OH OH OH LOCO LOCO LOCO, CON MIS BESOS Y CARICIAS SIIIIIII, TE VOY A VOLVER LOCO, POCO A POCO LOCO!— le dedicaba brincando y bailando sobre su silla, revolviendo su cabello al menear la cabeza para de nuevo reclamar otro tanto de su cereal que el buen Manolo le hacía llegar a la boca a la niña. Si Manolo hubiese podido masticar el cereal por la niña, no se duda que lo hubiese hecho con tal de complacerla.

Enseguida Andrea se olvidaba de Manolo y de nuevo iba en contra de su hermana.

— ¡FEA FEA FEA, ABORTO DEL DEMONIO…..!

— ¡BASTA!— gritó enérgicamente Karina golpeando con la mano en la mesa.

— Solo expreso lo que veo y ésta solo puede ser obra del demonio— dijo la niña con absoluto desprecio hacia su hermana— ¡Cómo puede ser tan fea cómo puede….!

— ¡BASTA!— de nuevo gritó Karina y de nuevo golpeó sobre la mesa con mayor fuerza que la vez anterior.

Andrea lo había conseguido. Su madre montó en cólera y se le fue encima a la niña para abofetearla; ésta logró cubrirse la cara, su madre la jaloneó del cabello y solo ella sabe hasta donde se desahogaría con la niña, hasta donde hubiese descargado su ira pero eso no se dio puesto que Manolo intervino cubriendo a su hermanita y llevándose las bofetadas producto de la ira que invadía a la joven señora.

Una vez más Andrea les había arruinado el desayuno. Karina se arrepintió al instante de haber golpeado al buen Manolo y con ello aumentó su coraje hacia Andrea a quien le impuso como castigo la limpieza de los platos; labor que la niña odiaba y de la cual siempre salía bien librada gracias a que Manolo siempre hacía su parte, quedando Andrea libre y repartiéndose los deberes hogareños entre Graciela y Manolo, claro, con Manolo rogándole a Graciela para no delatarlo y hacer creer a Karina que era Andrea quien lavaba los platos con todo y llanto incluido.

Karina fue muy clara en ésta ocasión; prohibió a Manolo auxiliar a su hermanita. Por supuesto, el joven no pensaba obedecer a su madre de no ser por lo que aconteció minutos después.

— ¡Termina tu desayuno de una puta vez!— ordenó Karina a Andrea.

La niña sintió temor ante la reacción de su madre a lo que apoyando los codos sobre la mesa y escondiendo el rostro sobre las manos, rompió a llorar.

— ¡Venga Andrea termínatelo ya y marchemos para la escuela!;
Andrea se refugió entre los brazos de su hermano pero Karina volvió a jalarla bruscamente del cabello.

— ¡Termina tu desayuno coño y lárgate, no quiero verte, me tienes harta!;

Manolo miró ofendido a su madre; ésta lo ignoró, el joven consoló a Andrea acariciándole el cabello y la animó a continuar su desayuno. Karina se retiró por un momento del comedor.

Graciela se reía del sufrimiento de Andrea. Manolo le reprochó con la mirada a Graciela pero a ésta no le importó y continuó disfrutando con el llanto de su hermanita. De alguna manera le habían arruinado el día también a Andrea a quien la risita socarrona de su hermana no le pasó desapercibida.

Andrea se sorbió los mocos, secó sus lágrimas, se metió a la boca tanto cereal le entró, lo masticó y se levantó para terminar de alistarse pero al dar la vuelta, sorprendió a Graciela quien nunca se lo esperó y zas. Andrea le escupió el cereal masticado en plena cara a su hermana. Aprovechó la distracción y la amarga sorpresa que le había dado a Graciela y culminó su venganza arrojándole sobre la cabeza, la leche que le había sobrado.

Manolo se quedó atónito más aun al percatarse de que su madre había alcanzado a presenciar lo más relevante a lo que Andrea no le sintió el gusto a lo que había hecho. Ésta vez Manolo se sintió incapaz de interceder a favor de su consentida Andrea, mas bien, no le dio tiempo.

Su madre Karina en dos brincos sujetó a Andrea del cabello y le soltó dos impactantes bofetadas mandándola a volar para en segundos aterrizar de nalgas en el piso.

Andrea se acurrucó a llorar. Karina marchó realmente enfurecida con Graciela luego de ayudar a ésta a asearse. Fue entonces que Manolo se pudo acercar hacia Andrea que no paraba de llorar y de tallarse sus mejillas.

— ¡SUÉLTAME MALDITO!— gritó rabiosa la niña al momento que Manolo pretendió abrazarla para consolarla.

El joven sintió como si él hubiera recibido tales golpes al observar las rojas mejillas de la niña, de nuevo intentó acercarse pero Andrea, clásico en ella, se le fue a golpes y patadas.

— ¡No me defendiste, no lo hiciste y me golpeó, me golpeó ahhhhhhhhhhhhhhh!;

Andrea explotó en un potente llanto que reflejaba la furia y la impotencia que la invadía por dentro.

— ¡Andrea, cariño…!

— ¡Cáaaaaaaaaaaaallate no me hables puto Bastardo, BASTARDO HIJO DE PERRA!— le gritó con rencor.

Manolo permaneció sin articular palabra por unos instantes. Andrea le obsequió un asqueroso salivazo en la cara.

Minutos después, el padre de Nersy se encargó de llevar a las dos niñas al colegio.

Ahora, Andrea miraba horrorizada la diminuta montaña de platos sucios, ahora estaba mucho mas tranquila y relajada luego de desestresarse en compañía de Nersy y su fiel Mau. No así Manolo quien aun tenía presentes las ofensivas e insultantes palabras de su hermanita.

— ¡Yaaaaaaaaa Manolo dale con los putos platos!— insistía berrinchuda.

— ¡No me toques!— la cortó Manolo en cuanto mimosamente pretendió abrazarlo.

En respuesta, Andrea comenzó a golpearlo con los puños a modo de broma, de reconciliación.

— ¡Si tú los lavas se lo diré a mamá!— intervino Graciela muy atenta a la relación entre Manolo y Andrea pues presentía que tarde o temprano, Manolo sucumbiría ante los mimos y encantos de Andrea.

— ¡TÚ CÁLLATE PERRA!;

— ¡Ya Andrea, carajo! ¿No te basta con lo que ocasionaste temprano?— la reprendió Manolo.

— ¡Pues lava los platos ya Manolo!— se quejó llorosa la niña.

— ¡No, ya es hora de que asimiles tu comportamiento!;

Dicho esto, Andrea regresó a sus lloriqueos, miraba los platos sucios y luego a Manolo y de nuevo a llorar, miraba el reloj que tan solo avanzaba, de nuevo los platos, de nuevo a Manolo y de nuevo a llorar.

Graciela reconoció que ésta vez Manolo se veía decidido a darle un escarmiento a Andrea; se veía pero no lo estaba y en nada que bajó la guardia, su semblante lo delató.

Graciela se incomodó al ver al joven ponerse en pie y permanecer mirando unos instantes a la afligida Andrea que no desperdició dichos instantes.

— ¿Quieres que me golpeen Manolo, eso quieres, que mamá me pegue?— le dijo sollozando.

— ¡No!— respondió secamente el joven.

— ¿Entonces Manolito?— le habló con la voz extremadamente dulce.

— ¡No es gracioso que te llamen: “Bastardo” todos los días, no es gracioso que….!

— ¡Yaaaaaaaa Manolito!— lo cortó Andrea colgándose de su cuello y comenzando a besarle las mejillas.

— ¡Le diré a mamá!— insistió Graciela aunque bien sabía que nada había por hacer. Manolo salvaría a Andrea tal y como lo hizo y aunque ella le dijera a Karina, siempre era la misma canción. Andrea con Manolo de su lado, simplemente estaba a salvo.

Los siguientes treinta minutos antes de que Karina llegara a casa transcurrieron con Graciela en su habitación, haciéndose sorda ante los alegres cantos y silbidos de su odiosa hermanita que observaba feliz cómo Manolo cumplía con el deber que le habían impuesto a ella por su madre.

Así pasaban los días con Andrea, cada vez ejerciendo un control mayor sobre su hermano y generándose una relación verdaderamente pésima entre las hermanas; pese a todo ello, Andrea disfrutaba enormemente el manejar a su hermano a la medida de su gusto.

La niña lo manipulaba a su antojo con lo cual despertaba aun mas la molestia en Graciela y su madre al ver éstas cómo Andrea aumentaba día a día las ofensas a su hermano y éste en lo mismo; se indignaba, prometía no caer en el mismo juego pero al final se veía derrotado con una caricia, con una sonrisa pícara por parte de la niña Andrea.

Continuará……………………………………..

lunes, 14 de noviembre de 2011

LA DIOSA, LA BESTIA Y EL BASTARDO 1

Desde muy pequeña, Andrea Mendoza estuvo consciente de que había nacido para gobernar la vida de todo aquel que se cruzara en su camino. Esa seguridad y soberbia aplastante que mostraba a lo que se le sumaba su vanidad y su belleza le servían para hacer con cualquier persona lo que se le antojara.

Solo habían dos opciones para cualquier mortal: entregarse al capricho y la voluntad de aquella joven sin ofrecer resistencia alguna o intentar enfrentarla y desairarla para tarde o temprano, sucumbir ante ella.

En cualquier caso, Andrea Mendoza siempre se alzaba con la victoria. Mujeres, hombres; daba lo mismo, a quien ella quisiera, la tendría rendida ante sus pies.

La belleza de Andrea Mendoza se podía considerar un verdadero obsequio, obra de los Dioses; a pesar de ser una mortal de carne y hueso, su belleza era tal que no se logra comprender si en verdad pertenecía tal belleza a éste mundo; era demasiado, una obra maestra de los pies a la cabeza.

Desde su infancia que se fue acostumbrando a ser llamada por casi todos a su alrededor: “Linda”, “Guapa”, “Princesa”, “Bonita”. Su nombre siempre iba acompañándose de títulos y distintivos tales como: “La Hermosa Andrea”, “La Preciosa Andrea”, “Princesa Andrea”, “Divina Andrea”. La niña no cabía en orgullo y vanidad.

Desde temprana edad que dejó volar su imaginación para trazar su vida, sus objetivos y ese ego aplastante que le daba el ver y comprobar como todos se rendían ante sus caprichos la hizo armarse de mucha mas confianza, la cual iba aumentando hasta llegar el momento en el que la propia Andrea decidió que era mas que una niña hermosa, mas que una joven princesa, mas que una reina a la cual todos le deben rendir pleitesía.

¿Qué era entonces Andrea Mendoza? ¿Qué decidió ser conforme al grado de adoración que la mayoría que la rodeaba, le profesaba?;

¡Una Diosa! Esa era la distinción correcta, la más acertada.

Andrea Mendoza decidió autoproclamarse como una auténtica Diosa. ¿Por qué? Por que se sentía una verdadera Diosa; por esa sencilla pero fundamental razón.

Se sentía adorada, venerada y le fascinaba sentirse así, el centro de todo, a la que debían rendirle culto y justamente adoración.

La infancia de Andrea marcó el camino por el cual debía recorrer para ir cumpliendo sus objetivos, ahí se fue formando y comprendiendo el poder de su seductora belleza, se fue familiarizando con las armas que contaba, se fue sintiendo superior a los demás al grado de despreciar a todos y tan solo servirse de las personas para su capricho en turno.

Sintiéndose superior fue generando egoísmo, despotismo, soberbia en su manera de comportarse.

Andrea Mendoza vivió todo un proceso hasta llegar a la cima, justo donde deseaba estar, en lo mas alto; sintiendo a todos quienes la rodeaban, sometidos por debajo de las plantas de sus pies.

Dicho proceso inició forzosamente como debía ser, con el nacimiento de la Diosa Andrea Mendoza; de ahí continuaría con el desarrollo de la Diosa en crecimiento hasta llegar al culmen de la obra, justo después de superar con éxito todas las pruebas y de haberle ganado a aquellas dificultades por inferiores que hayan sido pero que invariablemente se presentan en la vida de todo ser humano.

Andrea aplastó todo y a todos a su paso y aunque no fue de la noche a la mañana, logró posicionarse en una condición en la cual ya nada ni nadie podía detenerla, bueno, casi nadie.

Sin mayor preámbulo, conozcamos pues la controvertida historia de Andrea Mendoza, historia a la cual todos estamos invitados a descubrir.

DE LOS 11 A LOS 13 AÑOS.

— ¡Venga Manolo, adivina quien es la niña mas hermosa de toda la escuela, del rumbo, de la ciudad, del país, del mundo; dale Manolito, adivina quien es la niña por la que todos mueren, daaaaaaaaale Manolo!— reclamaba la niña Andrea la atención de su hermano 8 años mayor que ella.

— ¡No lo se mmmmmm no, ni idea!— le respondía Manolo con pereza y sarcasmo. Sarcasmo que pasaba desapercibido para su hermanita en aquel momento.

— ¡Ohhhhhhhhhh Manolo pero si es muy fácil, la tienes justo enfrente!— volvía a la carga Andrea totalmente entusiasmada, con una enorme y brillante sonrisa en su tierno y fino rostro.

— ¡Mmmmmmm pues no, por mas que me quiebro la cabeza no logro dar con lo que quieres saber! ¿Y sabes qué?;

— ¿Qué?— preguntó Andrea.

— ¡Apúrale a comer!— le exigió Manolo.

— ¡Nooooooooo Manolo primero tienes que saber quien es la niña mas hermosa por la que todos mueren, ayyyyyyyyy Manolo piénsale solo tantito!— insistía berrinchudamente la niña, golpeando el piso repetidas veces con los pies.

Manolo la ignoró. Soportar a Andrea no era nada sencillo y cualquiera terminaba cansándose. Andrea se dio por vencida ante el silencio de su hermano y ligeramente ofendida se levantó, lo sorprendió golpeándolo en la cabeza con la palma abierta de su mano a tiempo que le gritaba:

— ¡Pues yo Manolo, sí serás burro, yo soy esa niña hermosa por la que todos mueren!— finalizó para marcharse mucho mas ofendida e indignada ante el comentario burlesco del joven y la risita de Graciela.

— ¡Uyyyyy claro, cómo no darme cuenta, gracias, en verdad que nunca hubiese descifrado tal misterio!;

Andrea captó el sarcasmo. Podía dignarse a tolerar a su hermano muy de vez en cuando pero no a su odiada hermana Graciela 2 años mayor que ella. Graciela simplemente la sacaba de sus casillas, no coincidían en nada, no tenía por que soportar tal risita burlona y por supuesto que no se la toleró.

— ¡Tú de qué te ríes maldita BESTIA del demonio, escoria, engendro!;

— ¡Basta basta ya!— gritó Manolo reteniendo a Andrea que decidida se había ido en contra de su hermana para golpearla.

Manolo la abrazó sujetándola con firmeza; Andrea pataleaba enfurecida y mas se enfureció al grado de llorar de coraje ante la risita sangrona que continuaba dibujada en el feo rostro de Graciela.

— ¡QUE NO SE RÍA DE MÍ MANOLO, SE ESTÁ RIENDO DE MÍ!— gritó rabiosa Andrea.

— ¡BASTA LAS DOS!— intentó Manolo poner un poco de orden— ¡Basta o te toca lavar los platos!— se dirigió el joven hacia Andrea ante la terquedad de ésta de zafarse de sus brazos.

— ¡Yo no lavo nada y ésta perra no se ríe de mí!— dicho esto, mordió a Manolo, consiguió zafarse y se fue a golpes sobre su hermana.

Graciela toleró los impactos, mas bien, los controló sujetándole las manos a Andrea; ambas forcejearon. Andrea estaba hecha una auténtica furia pero físicamente no podía competir con Graciela quien se hartó del comportamiento de la menor de la familia Mendoza y la empujó violentamente.

Andrea salió disparada y terminó en el piso golpeándose sus nalguitas y la cabeza en la pared.

— ¡AHHHHHHH AYYYYYYYYYYYY BUUUUAAAAAA DUELE DUELE!;

Andrea rompió en llanto; impotente y adolorida se acurrucó amargamente a llorar en el piso mientras no decidía si tallarse la cabeza, las nalgas o ambas partes a la vez.

Graciela por su parte se sintió satisfecha de su acto y marchó burlona a su habitación. Manolo respiró profundamente y tomándose su tiempo se dirigió en dirección a Andrea para levantarla, auxiliarla y consolarla.

— ¡VÓMITO, ERES UN VÓMITO!— gritó con todas sus fuerzas Andrea desde el piso.

Graciela hizo caso omiso a tal comentario. Manolo meneó la cabeza a modo de negación respirando afligido. No le hacía gracia el llanto de Andrea pero tampoco podía ni se atrevía a reprocharle a Graciela su proceder, no al verla subir las escaleras con evidentes lágrimas en su nada agraciado rostro.

Era claro que las ofensivas palabras de Andrea surtían efecto; ella lo sabía y por ello siempre se empeñaba en ofender a su hermana de todas las maneras posibles que se le ocurrieran.

— ¡No me defendiste Manolo, no lo hiciste y me golpeó, esa maldita Bestia me puso las garras encima en mi fina piel y tú no hiciste nada!;

— ¡Tú iniciaste y no fue nada, no te quebró en dos! ¿O sí? Venga, déjate de tanto drama— le dijo ayudándola a levantar.

Al instante, Andrea se le fue a golpes a su hermano; éste, como siempre, se dejó que la niña se desahogara en él, tan solo le dio la espalda y la enfurecida Andrea lo surtió a golpes y patadas para cerrar con broche de oro, como sucedía casi al diario.

— ¡Eres un imbécil Manolo, no me defendiste pero no es de extrañarse, no se puede esperar nada bueno de un Bastardo, mamá debió dejarte morir en el basurero!;

¡Sí! Lo había dicho de nuevo. Cada día prometía no volver a ofenderlo de aquella infame manera pero cada día lo volvía a repetir.

Al instante Manolo se dio la vuelta; sus ojos se inyectaron de coraje, de impotencia, de lágrimas, temblaba, mantenía los brazos al aire como amenazando con golpearla; al final impactó la pared con un potente puñetazo.

Quiso enfrentar a la niña pero ésta y su aplastante carácter, a pesar de la corta edad con la que contaba, terminaron por derrotarlo.

— ¡BASTARDO, ERES UN BASTARDO, BASTARDO BASTARDO!— le gritó sin piedad.

El joven no logró resistirlo. Se mantuvo con el rostro escondido junto a la pared y lloró igual o con mas potencia de lo que lo había hecho su hermanita.

Una cruel sonrisa se dibujó en el rostro de la niña; solo el ver en tal estado al joven la hizo sentirse ligeramente satisfecha, solo así sintió que sus lágrimas habían quedado compensadas.

— ¡SUCIO, MISERABLE BASTARDO!— le gritó una vez mas antes de dejarlo solo.

Manolo terminó sentado en el piso consolándose él mismo, miró el reloj, aun faltaba para que llegara su madre del trabajo y había que lavar platos y cubrir demás ocupaciones que requería su hogar a lo que se repuso o al menos lo intentó, comprendiendo que aquella escena no sería la última vez que se diera; era el pan, el amargo pan de cada día.

Ciertamente las crueles y despiadadas palabras de Andrea con toda la dureza y la intención exclusiva de ofender y lastimar, no dejaban de ser la puritita verdad; muy duras pero muy ciertas.

El gran error de su madre, como así lo reconocía cada día aunque ya demasiado tarde, fue contar un bendito día a Andrea el origen de aquel joven que la adoraba y que la llamaba: “Hermanita”. Pero que no tenían parentesco alguno.

Ocho años tenía el pequeño Manolo cuando fue testigo por segunda vez de un nacimiento; en ésta ocasión se trataba de la nenita Andrea, dos años antes había presenciado el nacimiento de Graciela.

Su madre Karina vivía su vida con pasión e inocencia, no sabía decir no y la verdad, tampoco sabía permanecer con las piernas cerradas; el caso es que el hombre en turno le dejaba el paquetito y marchaba para no volver a verla jamás.

Esto no tenía que ver nada con que la señora no fuera atractiva o sea un ogro en carácter pero así las cosas y así se acostumbró a vivir como madre soltera con el nacimiento de Graciela y más tarde, Andrea.

Años antes, en una fría noche; Karina vio interrumpido su sueño con los evidentes llantos de una criatura, se lo pensó para levantarse y al final se decidió a salir y echar un vistazo a la calle, nada mas hacerlo reprimió un grito de horror llevándose las manos a la boca.

— ¡Dios santo!— exclamó finalmente.

Se trataba de un varoncito recién nacido, lo habían abandonado vilmente en el basurero, a la entrada de la casa de Karina quien simplemente no tuvo el negro corazón que la persona en abandonarlo sí tuvo.

Al instante lo sacó del miserable contenedor en donde lo habían depositado y tomándolo entre sus brazos, lo apretó sobre sus pechos y se metió en su vivienda.

Sin pensar demás decidió adoptarlo; ni siquiera dio aviso a las autoridades, bueno, sí lo hizo pero éstas no se interesaron en absoluto del destino ni la procedencia de la criatura y aquella muestra de rechazo y desprecio ajeno logró que Karina se encariñara aun mas con el niño al que bautizó con el nombre de Manuel, Manolito, como siempre lo llamaba.

Karina se dedicó en cuerpo y alma al niño y ello significó trabajar mucho mas, doble turno, doble esfuerzo; siendo soltera y con la única responsabilidad del niño no le ofreció mayor problema pero el tiempo pasa y nació Graciela y el tiempo pasa y nació Andrea y el tiempo pasa y Karina no tenía de donde afianzarse como un soporte para toda la carga que ya tenía encima.

Perdió el trabajo, tardó para conseguir otro, se le cerraron puertas; las cosas se ponen difíciles para una mujer embarazada y mas tarde peor aun para una madre y sus tres hijos pero Karina valientemente enfrentó todo, tomando al toro por los cuernos y supo salir adelante.

Se sintió correspondida por parte de Manolo quien resultó una verdadera bendición más que apoyo para su madre adoptiva.

Karina, sincera desde el principio, a muy corta edad comunicó a Manolo su origen tal y como había sucedido, el chico maduró antes de tiempo, lloró lo que tuvo que llorar pero enseguida se dedicó a pagarle a su madre con fidelidad, cariño y obediencia.

A sus 19 años, Manolo se hizo conocedor de diversos oficios con los cuales apoyaba económicamente a su madre y hermanas. No le era necesario un título universitario para traer el pan a su casa, el chico era listo, simpático y muy apuesto a lo que se las ingeniaba de mil maneras para siempre apoyar a su madre y de paso cumplirle el capricho en turno a sus hermanas menores, mas bien, los caprichos de Andrea a quien Manolo sencillamente adoraba a pesar de lo ruin que ésta se comportaba con él.

El delito de Karina era solo uno pero devastador y era haberle comunicado a la pequeña y según ella tierna e inofensiva Andrea, el origen de su hermano. Desde aquel momento ni Karina ni Manolo volvieron a vivir en santa paz.

Andrea era una niña odiosa, odiosa en verdad. Lo que tenía de hermosa, solo se podía comparar con lo egoísta, caprichosa, vanidosa y cruel que ya era desde muy niña.

Andrea desde que supo la triste historia de Manolo sintió de todo menos compasión, ni siquiera consideración y desde ahí que no había día que no le gritara despectivamente: “Bastardo”.

Buenas tundas le habían costado sus crueles expresiones, cortesía de su madre pero Manolo que la adoraba y que se la pasaba adivinándole el pensamiento, intervenía en su defensa justificándola pues tan solo era una niña. El caso era que nada impedía que los dulces labios de Andrea le cantaran a diario como lo encontraron y rescataron del basurero.

La vida de Karina estaba llena de acontecimientos en su mayoría difíciles y contradictorios y la pobre aun se pregunta ¿Por qué? El por qué de la diferencia abismal entre Graciela y Andrea.

El destino, la naturaleza, el creador universal; todos se habían ensañado en la pobre Graciela y obsequiado lo mejor a Andrea.

Con tan solo dos años de diferencia entre ellas pintaba para que se relacionaran lo mejor posible pero no era así y no era así por que Andrea era cruel de nacimiento a la vez que hermosa.

A sus once años, Andrea era una preciosidad; clara de color, cabello lacio y largo, una mirada que desde ya te hipnotizaba, una sonrisa mucho mas hechizante y cautivadora, delgada, su cuerpo presumía que pronto sus atributos serían perfectos. La niña era una maravilla físicamente hablando.

No se podía comentar lo mismo de Graciela, ni siquiera decir que era fea y ya, es que en verdad que la pobre era un abismo en comparación a su hermanita. Era fea fea fea, con los dientes torcidos, chuecos a pesar de pasar de odontólogo tras odontólogo, no había quien aceptara el reto de componer esa dentadura.

Orejona pero orejona de verdad; caminaba sin gracia, sin esa gracia femenina que las niñas muestran desde temprana edad. ¡El colmo! A sus trece años se mandaba una santa joroba que iba aumentando como ella iba creciendo y que amenazaba con no despegarse jamás de ella.

Todo aquello daba como resultado que caminara y se desplazara siempre torpe y ridículamente.

Sin ánimo de perjudicarla más; Graciela con su sola presencia ofendía a la niña Andrea. Nadie creía ni se explicaba el que fueran hermanas; la madre no era fea, los padres en turno tampoco, entonces; ¿Qué sucedió?;

La única realidad, cruel realidad era representada por la fea humanidad de Graciela.

A la medida que las hermanas fueron creciendo, Karina se vio obligada a favorecer a Graciela, esto por obra de la crueldad y maldad gratuita que Andrea demostraba para ella; no le daba descanso en mortificarla, hacerla sufrir, provocarle el llanto eran sus pasatiempos favoritos de Andrea, sumándose a estos el fastidiar también a Manolo.

Graciela se cansó de llorar y ganando en físico y edad y con el respaldo de su madre, se cobraba cada ofensa de su hermanita con golpes y más golpes aunque en muchas ocasiones Manolo salía al rescate de Andrea.

Manolo al igual quería mucho a Graciela; sentimientos mezclados de pena y consideración pero le agradecía que ésta jamás le gritara a la cara su lastimoso origen; aun así con quien Manolo convivía todo el día era con Andrea, incluso compartían habitación y eso le traía dificultades con Graciela.

Sin duda alguna, una vida y un ambiente nada cómodo era lo que se percibía en ese hogar y siempre, siempre había algo que les pusiera los pelos de punta a todos, gracias a la niña Andrea.

Su última fechoría: la habían corrido de la escuela por escupirle la comida a la cara a una maestra. Lo que le costó a Manolo en dinero y esfuerzo el que la aceptaran en un prestigioso colegio privado. En menos de tres meses, la habían echado.

Con éste ya sumaban al menos varios colegios en donde a Andrea no la deseaban ni en pintura. ¡Sí, odiosa de verdad la niña!;

Ella culpó a la maestra de haberla provocado, daba lo mismo, estaba fuera.

Manolo fiel a su dócil comportamiento con su hermanita, la justificó ante su madre culpando a sus no menos odiosas amiguitas de aquel colegio y algo tenía de razón.

Aquellas niñas no eran peores ni mejores que Andrea; el punto es que ellas pertenecían a familias poderosas, Andrea no. Si una de esas niñas hubiese hecho lo que Andrea hizo, seguro que la maestra le ofrecía de nuevo la cara para que siguiera divirtiéndose y escupiéndosela.

No era el mismo caso con Andrea a quien echarla no representó mayor problema ni mucho menos fue complicado explicarle los motivos al joven Manolo. No hubiese sido igual ni de broma, si se hubiese tratado de alguna de aquellas señoras estiradas y altaneras, madres de las amiguitas de Andrea.

Manolo no se complicó mas la vida e inscribió a Andrea en escuela pública, de gobierno; ni que decir las rabietas que ésta hizo pero encontró sus ventajas. Desde el primer día se convirtió en la reina de los niños puesto que en el colegio privado solo acudían niñas.

Andrea de inmediato puso su mentecita a trabajar para sacar partida de la buena impresión que había generado entre los niños y claro, se dedicaría a molestar a las niñas que ya se la comían con la mirada.

— ¿Me acusarás con mamá Manolete?— preguntaba burlona Andrea a su hermano mas tarde en su habitación.

Éste la ignoraba; Andrea lo abrazó rodeándole el cuello con sus brazos. Manolo se sintió desarmado ante la suave piel de la niña y el agradable aroma que provenía de su cabello y que le cubría a él su rostro.

— ¿Manolete?— continuaba risueña Andrea. El joven permanecía callado. Andrea lo besó en la mejilla izquierda.

— ¡Ya Manolo bájale, no te vuelvo a decir Bas.....! ¡Bastardo!— complementó la palabra en voz baja ante la mirada de reproche del joven— ¿Vale, contento?;

— ¿Es una disculpa?;

— ¡Jajajajajajajajajaja!— se rió alegremente Andrea— ¡Sueñas Manolo, Andrea Mendoza nunca se disculpa ni tampoco se arrepiente!;

— ¡Entonces no sientes lo que dices!— le reclamó Manolo.

— ¡Ayyyyyyyy ya Manolete!— contestó Andrea trepándose sobre las piernas de éste y ganándole una batalla más con otro beso en la mejilla.

— De todas formas Graciela lo hará— le aclaró su hermano.

— ¡No me importa lo que diga la Bestia!;

— ¡ANDREA!— la reprendió suavemente el joven, sin llegar a excederse.

Andrea subió graciosamente los hombros— ¡Tú dirás que no es cierto!— concluyó. Manolo suspiró resignado.

— ¡Venga Manolo, todavía no viene mamá, juguemos a algo!;

— ¿Por qué no jugamos a que haces tu tarea?;

— ¡No es divertido!— le recriminó Andrea.

— ¡Haz tu tarea!— insistió Manolo; el único interesado en la educación de la niña. Su madre ya había abandonado esa misión al imaginar desde esa instancia que Andrea no tenía remedio y que iba de mal en peor.

— ¡Hazla por mí!— se burló Andrea bajando de las piernas del joven y buscando en qué matar su tiempo— Y de paso, repasa mis zapatos que están llenos de polvo.

Manolo tan solo se quedó pensando en lo dicho por su madre hacía cosa de unos días. ¡Está de mas hijo, tu hermanita no tiene remedio, es en verdad un caso perdido!;

— ¡NO!— se dijo Manolo— ¡Es una niña y será una niña de bien!— se ofreció ánimos a sí mismo en continuar con la difícil labor de educar a su hermanita, a pesar de que ésta, la única tarea con la que cumplía diario era precisamente la de recordarle que no eran hermanos.

— ¡Buenos días perdedores!— expresó Andrea bostezando en un nuevo día de su placentera y ociosa vida.

— ¡Mi desayuno Manolete!— le exigió al joven pasados escasos segundos en que tomó asiento y no tenía aun sus alimentos.

Karina meneó la cabeza en clara muestra de reproche hacia sus dos hijos— Andrea nunca aprenderá y Manolo se está convirtiendo en su pelele— pensaba la señora silenciosamente; no intervenía de mas, muchas veces lo había hecho y se había convencido de que ninguno cambiaría.

Por su parte, Graciela no dejaba de observar ni disimular con una sonrisa burlesca a su hermanita, se reía de lo ridícula que ésta lucía con su pijama de tigre, pantuflas incluidas.

Andrea contaba con pijamas de todos los modelos carísimos con los que se topaba en el centro comercial y que exigía a Manolo que se los comprara; éste, después de la clásica rabieta de la niña, accedía a complacerla.

Tenía de oso, gato, perro, mono, conejo, tortuga y ese día presumía su pijama de tigre.

Graciela se moría de las ganas mas que de burlarse de Andrea, de bromear con ella, de convivir pero prefirió abstenerse para no arruinarse el desayuno y de paso el de su madre.

Cierto era que si no había una buena relación entre las hermanas, era única y exclusivamente por el odioso modo de ser de Andrea; con justa razón se merecía todo lo que Graciela en ocasiones se cobraba con ella.

— ¡Más cereal Manolo más!— jugaba Andrea como siempre solía hacer.

Manolo sonriente la golpeó en la cabeza suavemente, solo con la intención de tumbarle su capucha de tigre.

— ¡Mas Manolete mas!;

— ¡Te lo comerás todo, no me salgas después con tus bromas de mal gusto!— le advirtió Manolo.

— ¡Que sí niño, tú echa mas!;

Al cabo de unos minutos; Graciela y su madre abandonaron el comedor, dejando a un preocupado y molesto Manolo, batallar con su odiosa hermanita.

— ¡Ya no lo quiero, tiene mucho, no me gusta éste cereal!— le dijo secamente y con una cínica sonrisa.

— ¡Ahora te lo comes Andrea!— le exigió Manolo muy serio pero su expresión tan solo divirtió a la niña quien mas se sonrió en cuanto vio a su hermano arrodillarse, abrazarla y acariciarle su cabello al tiempo que le hablaba tiernamente.

— ¡Cariño, por favor, venga, se hace tarde y ni siquiera te haz puesto el uniforme, no quiero que llegues tarde de nuevo a la escuela y a mí se me hace tarde para el trabajo, venga hermosa hermanita, regalo de los Dioses!— se excedió Manolo en halagos pues el quedar solo con Andrea en el comedor le generaba confianza para adular todavía mas a la niña.

— ¡Manolito Manolito!— se reía a gusto Andrea mientras le devolvía al joven las caricias en el cabello— ¡Tranquilo niño que dormí con el uniforme, lo tengo debajo de la pijama, así que desayuno y listo!;

— ¡Uffffff!— respiró un poco más aliviado el joven pero enseguida volvió a apresurar a la niña al ver que ésta no se daba prisa.

— ¡Venga Andrea, venga que el reloj no se detiene!;

— ¡No me presiones Manolete y mejor ve por mis zapatos para adelantar!;

Manolo salió disparado con tal de ganar algo de tiempo, al regresar con los zapatos negros escolares de Andrea, se topó con su madre y Graciela. Ambas se disponían a salir y de ambas recibió una sonrisa un tanto cortante y que mas que nada, le transmitió al joven la compasión que sentían por él pues verdad que era un infierno el estar a lado de Andrea y mas lo era el enfrentar el reto de cumplirle cada uno de sus benditos caprichos y el joven Manolo había aceptado el reto que abandonó su madre.

Karina se ocupaba de llevar a Graciela todos los días a la escuela y ya de ahí marchaba para el trabajo. Manolo hacía lo propio con Andrea. Karina no se ocupaba en nada de Andrea pues se le había acabado la paciencia con ella y a punto estuvo de que la corrieran del trabajo gracias a los retrasos diarios de la niña donde a final de cuentas, ni ella llegaba a tiempo al colegio ni su madre al trabajo.

De ahí que Karina le puso el ultimátum y Manolo intervino haciéndose cargo de tal labor.

— ¡Esos zapatos no están limpios Manolo; Andrea Mendoza no se pone unos zapatos sucios!— le dijo altanera.

Manolo respiró profundamente, pensando en que era muy temprano para amargarse; tomó un trapo y echado en el piso, se dispuso a limpiar los zapatos de la niña mientras ésta lo observaba con placer y muy de vez en cuando, se llevaba a la boca una cucharada de su cereal con leche y fresas.

— ¡Quedarían mejor si les pasas la lengua!— se daba el gusto Andrea de burlarse todavía mas del joven— ¡Eyeyeyeyeyeyeyeyeyeyey el beso Manolo, Andrea Mendoza no se pone calcetas ni zapatos si antes no le besan las plantas de sus pies!— le recordó mientras apartaba sus pies en el momento que Manolo le zafó las pantuflas y pretendía ponerle las calcetas.

Solo a Manolo se le pudo haber ocurrido acostumbrar desde bien pequeña a su hermanita a tratarla como una verdadera princesa al besarle cariñosamente los pies. Ahora a sus once años, al joven no le hacía tanta gracia que Andrea le exigiera siempre el que le besara las plantas de sus pies para posteriormente calzarla.

Lo peor era cuando se lo exigía frente a su madre y hermana o alguna que otra de sus amiguitas pero así las cosas; era el resultado de lo que el joven inició como un juego, ahora Andrea se lo tomaba muy en serio a lo que Manolo era en parte el responsable de haberla malcriado y que a éstas alturas, Andrea no se dignara ni siquiera a ponerse o quitarse los zapatos por sí misma y exigir su sagrado beso en sus finas y blancas plantas.

La niña sintió un agradable cosquilleo recorrer todo su ser en el momento en que su hermano pegó sus labios en sus plantas y tras mostrarle sus respetos, procedió a calzarla.

— ¿Todavía no acabas de desayunar?— la reprendió.

Andrea frunció la ceja en clara muestra de enojo.

— ¡Tú igual y no acabas con mis zapatos!;

Manolo la miró fijamente luego de observar como los zapatos brillaban.

— ¡Ahí están sucios!— le señaló Andrea en dirección a sus pies.

— ¿En donde?— preguntó Manolo pacientemente.

— ¡Aquí!— le contestó riendo al mismo tiempo que groseramente arrojaba el resto de su desayuno sobre sus zapatos— ¡Listo Manolo, ya acabé de desayunar y tú no terminas con mis zapatitos, el lento y el torpe eres tú Manolete!— le dijo muy divertida.

Poco a poco dejó de sonreír al ver el semblante triste y hasta ligeramente lloroso del joven. Levemente la niña se retractó al cuestionarse si no se había pasado tantito con la única persona que le demostraba su amor y adoración en todo momento.

— ¡Ey Manolín se nos hace tarde!— le dijo tronándose los dedos, ofreciéndole los pies para que de nuevo le limpiaran su calzado.

Manolo como un robot, la descalzó, los limpió y se los volvió a calzar mientras Andrea se quitaba su pijama. No pronunció palabra alguna el joven en todo ese lapso.

Andrea se mantuvo incómoda por apenas segundos; en nada sonrió burlona, no era la primera ni la última ocasión que se comportaba así con él, las habían peores, aquellas en las que Manolo terminaba hasta llorando, conteniéndose por no estrangular ahí mismo a aquella niña que simplemente le tenía robado el corazón.

— ¡Éste casco no me gusta Manolo, no veo nada!— se quejaba Andrea antes de abordar la motocicleta de su hermano.

— ¡Tú perdiste el otro!— fue todo lo que Manolo dijo— Sujétate fuerte— agregó para partir a toda prisa al colegio.

— ¡Oye Manolo! ¿Verdad que soy la sensación? Mira nada mas la cara de tarados que ponen todos los niños apenas llego y esas bobas uyyyy se mueren de envidia al no ser nada ante mi divina presencia. ¿Verdad Manolo?— comentaba llena de orgullo la niña a la entrada de la escuela.

Manolo prefirió ignorarla. Andrea observó por un momento a su hermano y con indolencia y estudiada elegancia estiró la mano, la fue subiendo con cierta pereza hasta bajarla lentamente y dejarla extendida para que el joven se la besara.

¡Otra bendita costumbre adoptada desde años atrás! Sin demorarse, Manolo besó la mano de su hermanita; Andrea repitió la operación con la otra mano y al igual Manolo posó sus labios en ella, mientras tanto la niña miraba a todos y todas a su alrededor con superioridad, con la amplia certeza de saber y sentirse la sensación entre los niños así como representar el dolor de cabeza de muchos de ellos y la causa de no conciliar el sueño por las noches, así como también era la envidia de las niñas que la celaban a morir.

Continuará………………………………………….