martes, 21 de diciembre de 2010

PANTYNAVIDAD

¡Eeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeey Rubí!— gritó con emoción la tierna Mayra casi encima de la señorita Panty; moviéndole los hombros y brincando feliz en la confortable cama.

¡QUÉ, QUÉ, PORQUÉ!; ¡Maaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaayra!— fue el grito que pegó Rubí en clara muestra de enojo, reclamo y susto al despertar brincando y respirando agitadamente luego de que Mayra la despertara de aquella brusca manera; gritándole y brincando junto a ella mientras le sacudía los hombros.

¡Coño Mayra!; ¿Es que aún no entiendes tu nueva posición en ésta casa, es que todavía no te queda claro que ya no podemos llevar la misma relación de antes?; ¡Demonios, si mi madre te oye la vas a pasar mal Mayrita, muy mal!;

Mayra permaneció quieta por unos instantes, ligeramente temerosa ante la expresión dura y un tanto cortante con la cual Rubí le había hablado.

¡No!; aún no se acostumbraba y no se veía para cuando la dulce Mayra caería en cuenta que en realidad las cosas no eran como antes. Ya no se podía considerar su amiga, la consentida de Rubí; ahora era tan solo su sirvienta, una miserable sirvienta como solía llamarla Rubí para humillarla cuando andaba de mal humor.

Aún menos que eso; apegándose a las fieles costumbres de la familia Panty; Mayra era una esclava, la esclava de Rubí, pues no tenía libertad ni derecho alguno y si de vez en cuando se le presentaba en su vida algún momento de tranquilidad o felicidad, bien podía dar gracias al imprevisible humor de su hermosa ama que la trataba precisamente, según su bendito humor.

¡Tu madre no está Rubí, ella salió, yo misma la vi, por eso es que me tomé la libertad de venir a despertarte como siempre acostumbrábamos hacerlo!— habló Mayra una vez que logró tomar valor para hacerlo, mirando con ternura a su mejor amiga, ahora su ama.

Aún así; el que mi madre esté o no en casa no es razón para que entres gritando como una idiota a mi habitación; ¡Ahora baja de mi cama miserable sirvienta si no quieres que te azote el culito y mas te vale comenzar a suplicar por mi perdón!— Rubí hizo una pausa, miró muy seria a Mayra y añadió— es muy temprano para que ya te esté mandando a que te azoten.

Nada mas Rubí terminó de hablar, Mayra emprendió la retirada de la cama. Muy lentamente se dispuso a bajarse evitando llorar, la pobre no podía ocultar su mirada abatida y humillada, la vergüenza la invadió al ser reprendida tan duramente por Rubí en cuanto que su única intención había sido darle los buenos días a su ama.

La malvada Rubí observó con malicia como su fiel Mayra luchaba por no soltarse a llorar y justo cuando ésta ya estaba por bajarse, Rubí la tomó por sorpresa golpeándola con la almohada y brincando sobre ella terminaron ambas en el piso con Rubí encima de Mayra.

¡Eeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeey Mayrita!— gritó eufórica Rubí revolviéndole el cabello a Mayra y sacudiéndole los hombros; demostrándole con su comportamiento que todo había sido una broma, una más de sus crueles bromas, que no estaba enojada con ella; pero claro, Mayra no podía confiarse. Sí algo había aprendido, era precisamente que no podía confiarse; aún así, como siempre, terminaba rendida ante su adorada Rubí.

¡Amiga!— exclamó llorando de felicidad Mayra, abrazándose con fuerza a Rubí; ambas se miraron por unos segundos, Mayra lo hacía con ternura, con sinceridad; Rubí la miraba altanera, arrogante y con cierta lástima.

¡Levanta Peque idiota!, dime; ¿A que demonios has venido aparte de levantarme con tus estúpidos gritos?;

¡Pues a avisarte que tu desayuno está listo cuando tú lo desees amiga!;

¡Bien coño, pues ve por mi desayuno sirvienta!— se burló Rubí de Mayra; ésta como la mayoría de veces ignoró la burla y le dedicó la mejor de sus sonrisas a la altanera muchacha y sin mas se dio la vuelta para ir por el desayuno, pero al querer marcharse se topó que sobre un mueble se encontraba el lujoso vestido que Rubí luciría para la cena de navidad.

Mayra abrió la boca y se quedó embelesada admirando el precioso vestido. Rubí la observaba muy divertida y a la vez no dejaba de verla con pena.

¡Pobre Mayra!; ella tan solo lucía todos los días su trajecito de sirvienta y descalza y podía ser peor y de echo lo era, pues cuando a Rubí se le antojaba, la obligaba a permanecer desnuda todo el tiempo, sin importarle el frío y la ofensa que sufría la tierna Mayra quien no resistió mas y tocó el vestido.

A Rubí se le borró toda sonrisa de la cara y en dos brincos llegó junto a Mayra y la empujó con violencia haciendo que la chica cayera sentada de nalgas en el piso.

¡Deja mi vestido infeliz!; ¡Cómo te atreves a tocar mi vestido nuevo con tus sucias manos de sirvienta!;

Rubí miraba totalmente emputada a Mayra, en realidad le enfureció el solo hecho de ver a Mayra tocar su vestido.

¡Qué fea te ves cuando te molestas Rubí!— intentó jugar Mayra con la situación; ¡Pobrecita!, una vez mas no contaba con el bendito humor de su ama.

¡Plafffffffffffffffff!; al instante Mayra se llevó una impactante bofetada, quedando marcados en su mejilla los cinco dedos de la mano de Rubí.

Mayra había intentado levantarse en cuanto bromeó con Rubí a lo que al recibir la tremenda bofetada, la pobre de nueva cuenta volvió a caer de nalgas al piso. Mayra toleró el impacto del golpe, se talló la mejilla controlándose para no llorar, lo que no toleró fue la cínica sonrisa que Rubí le dedicó; la malvada muchacha se estaba burlando descaradamente de ella.

Mayra no soportó mas, se cubrió la cara con sus manos y rompió a llorar intensamente. Rubí se arrepintió de haberla golpeado, reconoció que se había pasado, pero por supuesto que no iba a ofrecerle una sola disculpa; para eso estaba Mayra, para obedecerla y resignarse a aceptar con humildad el trato que a ella se le diera la gana darle.

Por eso precisamente le encantaba Mayra, por su extrema docilidad, sumisión y dulzura que siempre le mostraba; nunca había necesidad de emplearse a fondo con ella con los castigos físicos, mucho menos era necesario utilizar la violencia para someterla; bastaba un solo grito, a lo mucho una bofetada y era garantía de tener a Mayra temblando y llorando y a todo esto a Rubí le excitaba tener así a Mayra, llorando y temblando a sus pies; la hacía sentirse aún mas poderosa, la hacía sentirse aún mas la dueña de aquella muchacha y aunque siempre prometía no volver a pasarse con ella, el caso era que cada vez el sufrimiento de Mayra tan solo la inspiraba a hacerle mas daño, en especial mas daño moral que físico.

Rubí sin consideración alguna jaloneó a la pobre Mayra de su cabello, la obligó a quedar de rodillas ante ella y con una maliciosa sonrisa jugó con el sufrimiento de su sirvienta muy a su manera.

¡Qué fea te ves cuando lloras Peque!— le dijo riendo burlona. La chica apenas e intentó reaccionar sorbiendo sus mocos. Trató de corresponder a su ama con una triste y ligera sonrisa pero Rubí no le dio tiempo.

¡Últimamente andas muy despistada Peque, yo diría que hasta insolente y eso no va con una puta sirvienta cómo tú, anda, pídeme perdón por hacerme enojar tan temprano!; ¡HUÉLEME LOS PIES Y OLVIDARÉ TU INSOLENCIA!;

Rubí sin esperar respuesta, manejó a Mayra como a la marioneta que siempre había visto en ella. Sin soltarla del cabello, le bajó el rostro hasta dejárselo pegado sobre sus bonitos pies y déspotamente comenzó a restregarle la cara a Mayra sobre sus pies. La chica sin oponer resistencia alguna trató de complacer a su ama besándole los pies; pero su ama nunca le indicó que se los besara.

¡HUÉLEME LOS PIES!; Nunca te dije que me los besaras; ¡Huélemelos, quiero sentir tu respiración sobre mis plantas, hazte a la idea que eres una perrita, así que huele, huele mis pies, venga perrita jajajajajajajajajaja!;

Rubí se divertía de lo lindo, como siempre, le importaba una mierda lo que sintiera la tierna Mayra. Nunca la había respetado cuando fueron grandes amigas, cuando Mayra gozaba de libertades y derechos; no iba a respetarla ahora que era para Rubí tan solo un objeto, un preciado objeto pero a fin de cuentas, un objeto mas de su propiedad con quien podía hacer lo que se le pegara su regalada gana y justamente eso hacía.

A Rubí le producía placer y excitación el contemplar a Mayra tan humillada a sus pies, le encantaba, le fascinaba la fragilidad de aquella muchacha y su total entrega. Rubí disfrutó el rato que quiso manteniendo a Mayra tan degradada oliéndole las plantas, entre los dedos, todo rincón y parte de sus pies con verdadera devoción.

Rubí se sonreía al comprobar día a día que en realidad con Mayra, no hacía falta ni amenazarla para que obedeciera, no hacía falta hacerla temblar para que adoptara la fragilidad que pertenece a una hoja de papel; no, Mayra siempre había sido frágil tal cual hoja de papel. Después de un rato que a Mayra le pareció eterno, Rubí se sintió complacida y se dignó a perdonarla concluyendo en que Mayra se había ganado su perdón poniendo empeño en olerle los pies.

Rubí no se medía a la hora de humillarla y no era la primera vez que la rebajaba de esa manera; no permitiéndole que le besara los pies sino que se los oliera como una verdadera perra. Al final la levantó con violencia del cabello, le propinó una nalgada y la despidió.

¡Venga Peque, vuela por mi desayuno, ándale mueve el culo!;

Mayra salió disparada sin tiempo ni para tallar sus nalguitas mientras oía reír alegremente a la malvadamente hermosa Rubí.

Transcurridos unos instantes, Rubí se encontraba cómodamente en su cama desayunando con las piernas cruzadas entre sí; a un lado de la cama Mayra permanecía de rodillas sosteniéndole la bandeja, rezando por que no vaya a tirar el contenido de dicha bandeja y entonces sí, desate la ira de su ama.

¡Mas arriba esa bandeja Peque, dale!;

¡Perdona amiga, es que ya me duelen los brazos!;

¡Eso no me importa, además recuerda que con mi madre debes mantenerla todavía mucho mas alto y con ella no te valen esos tontos pretextos, así que nada de quejas!;

Mayra respiró profundamente resignada y concentrándose trató de ignorar el molesto dolor de sus brazos y sujetó con firmeza la bandeja. Casi enseguida se olvidó de su dolor al chillarle las tripas y ver que Rubí tragaba y tragaba.

¡No tan de prisa Rubí, no comas tan de prisa, mira que ya casi te lo acabas todo!— le sugirió Mayra un tanto nerviosa.

¡Vaya vaya Mayrita!; ¿Por qué tanta desesperación?; ¡Ahhhhhhhhhhh te preocupa que me pueda atragantar jajajajajajajajajajajaja!— le comentó Rubí hablando con la boca llena.

¡Bueno, claro amiga pero es que……!— hizo una pausa pensándoselo para continuar.

¿Qué?— la apresuró Rubí manteniendo su tostada a medio masticar. Mayra se encomendó a todos sus santos y continuó.

Aparte de que te puedes atragantar, recuerda que ahora yo vivo de tus sobras, yo me alimento de tus sobras amiga y te juro que me rugen las tripitas— trató Mayra de sonar lo mas humilde posible en su tono de expresión.

Rubí le sonrió altanera, al final subió sus hombros a modo de que le valía y continuó tragando. Mayra humilló la mirada, la pobre se moría de hambre y efectivamente tan solo podía alimentarse con las sobras de su ama, siempre y cuando ésta se las permitiera comer; pero si Rubí casi siempre dejaba impecable el plato, entonces; ¿Qué demonios comería Mayra?, la pobre siempre se hacía esa pregunta mas aún cuando en toda su corta vida, siempre había sido una glotona.

¡Listo!— exclamó de pronto Rubí— ¡Ya, retira la bandeja!;

Mayra alzó el rostro y miró con tristeza que la bandeja estaba limpia. Rubí la miraba con malicia manteniendo en su mano la última tostada, a punto de darle el primer gran mordisco. Mayra comenzó de nuevo a lloriquear.

¡Te lo ruego amiga, te lo ruego!— se expresaba llorando cada vez mas fuerte.

¡Ay cómo fastidias!— le contestó Rubí de mala gana pegándole la mordida a su tostada, la masticó por segundos y groseramente escupió lo que quedaba de aquel pedazo de tostada en el piso.

Mayra se estremeció y se le revolvió el estómago al ver los restos de tostada repletos de saliva en el piso; no tardó en escuchar lo que ya presentía.

¡Cómetelo!;

¡Rubí!— se expresó angustiada Mayra.

¡Cómetelo!— repitió la orden Rubí.

Mayra, avergonzada se postró ante los pies de su amiga y sin meter las manos se comió aquellos groseros restos de alimentos; complementó su humillación cuando al terminar de tragarlos besó los pies de Rubí.

¡Gracias amiga!— murmuró ocultando su indignación.

¿Amiga?— le habló Rubí maliciosamente. Mayra comprendió y se retractó.

¡Gracias ama Rubí por compartir su desayuno con su humilde sierva!;

¡Jajajajajajajaja así está mejor, ten!— le dijo ofreciéndole el otro pedazo que restaba de la tostada que aún mantenía en su mano.

Mayra se relamió los labios al ver lo apetitosa que se mostraba aquella mitad de tostada, nada comparado al otro pedazo que groseramente Rubí le escupió y obligó a que se la comiera; sin dudarlo, Mayra tomó la tostada, besó la mano de Rubí y se la devoró.

¡No te apures Pequeñita, ya en la cena te irá mejor, lo prometo!— la animó Rubí.

¡Gracias, gracias amiga!;

¿Y bien Peque?; Tú quieres decirme, mas bien pedirme algo, no creas que no lo he notado, así que venga, habla, pero si es una mas de tus estupideces vete olvidando que te deje de cenar.

Mayra mostró aún más su nerviosismo. Rubí le jaló una oreja clavándole ligeramente la uña y la presionó al decirle burlonamente— ¡Habla maldita Peque habla ya!;

¡Eeeeeeeesssss que mas bien yo…..!— hizo una pausa mientras se rascaba nerviosa los brazos.

¡Mmmmmmm estás a punto de perder tu cena!— bromeó Rubí con ella pero Mayra no sabía ya cuando su ama bromeaba o hablaba en serio.

¡Rubí, es que hoy, hoy prometiste que armaríamos el árbol de navidad y que me dejarías a mí armarlo!; por eso vine muy temprano a recordártelo; perdona amiga si te hice enojar. Rubí la miró sonriéndole con desdén.

¡Amiga!; ¿Puedo suplicarte?;

¡Suplícame!— fue la respuesta de una muy sonriente Rubí.

¡Por piedad ya no me sigas clavando tu uña en mi orejita!;

¡Jajajajajajajajajajajajajajajaja!— se rió Rubí a gusto al momento que apartó su mano de la oreja de Peque, pues no había caído en cuenta que no se la había soltado, mucho menos midió el daño y la molestia que le producía a Peque.

¡Bueno Mayrita ya vete, ve a cumplir con tus obligaciones, dale o te pateo el culo!;

¡Sí amiga!, pero entonces; ¿Armaremos el árbol?;

¡Ayyyyyyyyyyyy el árbol, coño, el maldito árbol, sí maldita sea, lo haremos después de que me bañe!; es mas, espérame aquí pero no se te ocurra tocar ni mirar de nuevo mi vestido por que te corto los dedos de las manos— la amenazó Rubí.

Evidentemente Mayra no le creyó aunque la obedeció pues bien Rubí la podía castigar de otra manera, no precisamente cómo le había dicho.

Descuida amiga; ¡Eyyyyyy Rubí!— la llamó al momento que ésta se levantaba para disponerse a bañar.

¿Qué?— le contestó Rubí incómoda.

¡Mira, una galleta, estaba en la cama, se cayó en cuanto te levantaste, debió quedar de tu desayuno!; ¿Puedo comérmela?, ¿Puedo ama Rubí, puedo comerme la galletita ama Rubí?— se esmeró Mayra en ganarse a su ama saboreando ya la galleta que había quedado en el piso.

Rubí sonrió con ese instinto de malicia que llevaba dentro y ante la cara de desilusión de Mayra, lentamente alzó el pie, lo depositó justo sobre la galleta y mirando fijamente a Mayra, la aplastó, la machacó hasta convertirla en añicos debajo de la planta de su pie.

¡Puedes Mayrita, puedes comerte la galletita, ándale, cómete la galletita!— se burló riéndose de ella. Mayra comenzó una vez más a lloriquear.

¡Ay no Mayra, no otra vez, ya te dije que te ves fea cuando lloras!, además; ¿No es lo que deseabas, comerte la galletita?; ¡Bueno coño, pues adelante, tienes mi permiso, cómetela, mejor aún, lámela de la planta de mi pie!; Mayra permanecía quieta, lloriqueando.

¡CÓMETELA YA CARAJO!;

Mayra tembló del grito a modo de orden que le dio Rubí y en segundos se encontraba a cuatro patas lamiendo la planta del pie de Rubí hasta dejarla limpiecita, sin rastros de galleta. Sin que se lo ordenasen continuó lamiendo el piso hasta dejarlo igual impecable.

¡Eres una glotona Peque, no se como demonios no engordas si puro comer te vuelves!;

¡Las sobras no engordan a nadie Rubí!— murmuró Mayra lamiendo el piso aún de rastros de galleta. Al instante se arrepintió de su atrevimiento; suerte que Rubí no le tomó importancia.

¡Ay Peque, ves por qué no puedo consentirte, luego luego te comportas grosera!;

¡Perdóname amiga, perdóname y gracias por la galletita!— se animó Peque a desahogarse ante el buen humor de su ama.

¡Basta de ironías Peque o te acuso con mi madre!;

Mayra se abrazó a la cintura de Rubí, no dijo mas nada, tan solo susurró— ¡Te quiero Rubí, siempre te querré, me trates como me trates!; Rubí le sonrió con una mezcla de pena y burla, le acarició el cabello y se marchó a bañarse.

Mayra permaneció sentadita en el piso silbando y cantando; desde el baño oyó una nueva orden de Rubí.

¡Mayra deja de flojear y aprovecha para limpiar mis zapatos!;

¡Sí ama Rubí!— contestó Peque en voz baja disponiéndose a obedecer. Se apresuró con la limpieza de todo el calzado de Rubí y la sonrisa le volvió al rostro en cuanto Rubí salió del baño; era el momento, el tan ansiado momento para por fin armar el bendito árbol de navidad.

El motivo de la felicidad de Mayra consistía en que Rubí le había prometido dejarla armar el tan mencionado árbol de navidad; la pobre había sufrido mucho últimamente, había pasado y enfrentado momentos difíciles y ahora en plena navidad, sin duda extrañaría una de sus actividades favoritas en esa época, armar el árbol en familia.

Ahora ya no tenía familia, ni casa ni libertad; era la esclava de Rubí; aún así anhelaba poder participar siquiera adornando el árbol, ella tenía en sí el famoso espíritu navideño; no así Rubí y su madre quienes de echo ni se ocupaban de nada que tuviese que ver con la navidad, para ellas solo era una cena mas, eso sí, se encargaban de que su festejo diera de que hablar, gastaban y gastaban en todo, festejaban a su manera pero no tenían el espíritu navideño que invadía a la dulce Mayra.

Ahora Rubí le había prometido que la dejaría adornar el árbol navideño en su casa, pero como siempre, primero jugaría con ella.

¡Olvídalo Mayrita, pensándolo mejor, es un desperdicio de tiempo y aunque te lo prometí, ya te dije, promesa a una sirvienta-esclava no vale, es promesa rota!— le aclaraba Rubí muerta de la risa al ver que Mayra no tardaría en desmoronarse. Al final la jaló de la oreja y la obligó a seguirla.

¡Venga coño, bueno, vamos a armar ya el puto árbol, no vaya a ser que mueras de melancolía y me quede sin mi Pequesirvienta favorita!; al oír eso, a Mayra le regresó la alegría.

¡Sí Rubí el árbol siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!— festejó sorbiendo sus mocos. Rubí la paró en seco, sin dejarle de jalar la oreja.

¡Recuerda, no se te ocurra llamarme Rubí frente a mi madre, pues siempre la sales cagando y no me dejas otra opción que castigarte!;

¡Sí amiga, lo recordaré!;

¡Bueno, mas te vale!— comentó Rubí volviéndola a obligar a que la siguiera, ahora jalándola de su cabello.

A Mayra le dolía que Rubí la tratara de esa forma, cuando no la jalaba del cabello, lo hacía de una oreja; pero siempre era así, una manera más de humillarla, de recordarle que ya no era como antes. Mayra se tragaba todo aquello y correspondía a Rubí con sumisión y entrega.

Rubí se llenaba de orgullo al comprobar que mientras mas dura y déspota se comportara con Mayra; ésta se le entregaba aún más. Así llegaron hasta la sala en donde se encontraban trabajando otras empleadas en la misma condición que Mayra. Todas obedecían presurosas las órdenes de doña Gloria.

Mayra abrió bien los ojos para admirar el enorme árbol navideño, el cual ella se moría por adornar y abrazarse a él, según ella, abrazar el espíritu navideño.

¡Mamá!— habló melosamente Rubí— ¿Ya vamos a armar el modesto arbolito?— bromeó irónicamente la hermosa señorita Panty en relación al enorme árbol.

¡Sí hija, en eso estamos!— le respondió su madre.

¡Bien Mayra, a trabajar, apoya en lo que se requiera para armar y adornar el árbol, solo no vayas a babearlo!— le autorizó Rubí siendo consciente de lo feliz que hacía a Peque con ese humilde gesto de su parte de permitirle formar parte de aquella festividad, siquiera armando el árbol.

Peque ni siquiera contestó, miró emocionada a Rubí y caminó lentamente dirigiéndose hacia el árbol; al pasar junto a doña Gloria, la pobre humilló la mirada y continuó respetuosamente su camino.

La señora la dejó nada mas llegar y admirar más de cerca el árbol y justo cuando Peque se arrodillaba para tomar unas esferas y colgarlas en el árbol; doña Gloria con sumo placer le mató la inspiración y la alegría que significaba para Peque desempeñar tal actividad.

¡Tú no niña, para ti hay otras labores mas apropiadas como fregar los pisos!; ¡Venga, levántate que Lorena te indicará tus obligaciones del día!;

Nada mas oír tales palabras, Mayra miró nerviosa y suplicante a Rubí, le imploraba con la mirada que intercediera por ella; Rubí la ignoró y Mayra en su desesperación soltó las esferas y éstas se hicieron trizas en el piso.

¡PERO SERÁS ANIMAL, EN VERDAD QUE ERES UNA INÚTIL!— gritó furiosa doña Gloria al momento que avanzaba y sin piedad pateó a Mayra en su costado. La pobre chica no pudo ni gritar, se quedó retorciéndose en el piso, llorando en silencio.

¡LARGO LARGO DE MI VISTA O TE MATO A PATADAS MALDITA INÚTIL, BASURA, BESTIA!— le gritó la señora que a nada estaba de cumplir su palabra de continuar pateándola.

Mayra casi arrastrándose logró llegar a refugiarse junto a los pies de Rubí; ésta tan solo se limitó a decirle— ¡Ya oíste a mi madre, obedece, ve con Lorena!;

¿Pero?; ¡Ama Rubí, yo…..!

PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF; ¡OBEDECE!— la cortó Rubí estampándole una fuerte bofetada— ¡Llévatela Lorena!— ordenó finalmente Rubí al ver que Mayra no reaccionaba.

Lorena, una bonita morenita de la misma edad que Rubí y Mayra, empleada de confianza de doña Gloria, se acercó feliz de haber sido elegida para inspeccionar que Mayra cumpla con sus obligaciones. En un parpadeo sujetó a Mayra por el cabello y cumpliendo feliz con su trabajo se llevó a Mayra jalándola por el cabello, arrastrándola; no sin antes obligarla a besar los pies de Rubí y luego los de doña Gloria.

¿Por qué mamá?— preguntó Rubí interesada una vez que Lorena había desaparecido con Mayra echa un mar de lágrimas.

¿Por qué, qué?— se hizo la desentendida la señora que continuaba sonriendo, disfrutando del daño que bien sabía que había ocasionado a la muchacha. Con el paso del tiempo, doña Gloria continuaba aumentando su odio y su desprecio hacia la tierna Mayra, en ella estaba realizando a placer su cruel e injusta venganza.

¡No finjas madre, no soy estúpida, puedo ver reflejada en tu mirada cuanto disfrutas con el sufrimiento de Mayra!, además bien sabes la ilusión que la invadía por poder adornar el árbol; no la mandaste a fregar pisos solo por mandarla, cada vez te esmeras aún mucho mas en hacer sus días mucho mas miserables de lo que ya lo son.

¡Tonterías hija, imaginación tuya!— contestó burlonamente la señora— Bueno, en fin, saldré y regresaré hasta la noche y será hasta en la noche en que armen el árbol; no vaya a ser que te entre la nostalgia y en mi ausencia permitas a Mayra cumplir su patético sueño.

¿A dónde diablos vas?;

A ultimar detalles para la cena de mañana. Dicho esto, doña Gloria se marchó y Rubí permaneció pensativa unos segundos, dándole vueltas y mas vueltas, tratando de dar con el motivo por el cual su madre había de pronto generado tanto odio y desprecio por Mayra que era quien estaba sufriendo y pagando los platos rotos.

Rubí claramente detectaba en su madre ese placer y gozo que le producía hacer sufrir a Mayra. Los profundos pensamientos de Rubí se vieron interrumpidos por unos gritos histéricos que sin duda alguna eran de Mayra.

¡Mmmmmm es en la bodega!— dedujo Rubí y sin mas se apresuró a ir para ahí. Enseguida se encontró con que Lorena luchaba por empujar a Mayra hacia la bodega y encerrarla. Mayra luchaba con todas sus fuerzas para impedirlo; Lorena la tenía sujeta de sus brazos y la empujaba pero Mayra mantenía los pies en la pared y se negaba a ceder.

¡Qué demonios sucede!— exigió Rubí una explicación. Al momento Lorena soltó a Mayra más que por el grito de Rubí, por que Mayra la mordió en el brazo y zafándose corrió a echarse a los pies de Rubí.

¡Me quiere encerrar, me quiere encerrar ama Rubí, por piedad no lo permita por piedad!— suplicó Mayra llorando intensamente mientras bañaba los pies de Rubí con sus lágrimas y no dejaba de besárselos.

¡Órdenes de su madre, señorita!— se defendió Lorena ante la dura e imponente mirada de Rubí.

¿De mi madre?; ¡Mide las distancias estúpida, para ti y las de tu clase es el ama Gloria!; ¿Entendiste perra?— le habló con absoluto desprecio.

¡Perdón señorita Rubí, el ama Gloria me ordenó que la encerrara en la bodega y que no la sacara hasta que no dejara brillando el piso, mas bien, que permaneciera ahí hasta la noche, cuando ella regresara!, esa fue la orden del ama Gloria, señorita Rubí— respondió humillada la morenita, sin mirar a los ojos a Rubí.

Rubí miró en dirección a sus pies; Mayra temblaba, a nada estaba de caer en un ataque de nervios y era lógico; su claustrofobia no era poca cosa, le temía a permanecer sola en algún lugar así sea un solo segundo. Mayra se cagaba de miedo si llovía fuertemente, le temía a las descargas, a las alturas, a la oscuridad y a estar sola y el hecho de dejarla encerrada sola en la bodega era una prueba mas de que doña Gloria la deseaba destrozar, aplastar, aniquilar muy lentamente y por supuesto, Lorena, que de a gratis odiaba a Mayra estaba mas que dispuesta a llevar a cabo el trabajo sucio ideado por su patrona.

Rubí le acarició la cara a Mayra con la sucia suela de su sandalia; Mayra la besó, casi lamió aquella suela y no hizo falta hablar, con la mirada le imploró a su ama que tuviera piedad de ella pues nadie mejor que Rubí conocía a la perfección sus miedos y fobias. Finalmente Rubí sonrió perversa y entonces se dirigió burlona a Lorena.

¡Cambio de planes chica!— le dijo con desdén— ¡Tú limpiarás la bodega y mas te vale dejarla como nueva!;

¿Pero señorita?, el ama Gloria…….,

¡CÁLLATE Y OBEDECE!— la cortó Rubí enérgicamente y acercándose a ella la intimidó aún mas— Puedo hacer de tu vida un verdadero infierno, mucho mas miserable que la de ella— señaló en dirección a Mayra— ¿Te quieres arriesgar?— la amenazó a final de cuentas.

¡No señorita!— respondió en voz baja Lorena. Rubí sonrió altanera.

¡Bueno, entonces entra a la bodega, ocúpate de limpiarla y de todo lo que mi madre te haya encomendado para Mayra, vendré a sacarte antes de que mi madre regrese y si ella se entera de esto, da por hecho que habrás cavado tu propia tumba!;

Lorena ya no contestó, se tragó los insultos que hubiese deseado gritarle a la cara a aquella frívola y arrogante muchacha pero aceptó que eso era justamente cavar su propia tumba a lo que se dispuso a entrar a la bodega con una clara expresión de derrota en su rostro.

¡Alto!— intervino Mayra secándose sus lágrimas y armándose de valor al comprobar que en ese momento contaba con la protección de su adorada Rubí.

Tanto Lorena como Rubí centraron sus miradas sorprendidas en Peque, quien no tenía en mente otra cosa más que vengarse de la odiosa Lorena.

¡Te quiero de espaldas a mí, mirando hacia dentro de la bodega!; Lorena en un principio se rehusó a obedecer a Mayra pero Rubí la obligó.

¡Obedece!— le ordenó divertida Rubí, inquieta por averiguar el juego de Mayra. A Lorena no le quedó mas remedio que prestarse a dicho juego.

¡Bien, ahora inclínate o sea, toca con tus manos los dedos de tus pies, eso, de manera que quedes con el culo levantado en dirección a nosotras!;

Lorena con pena obedeció; Rubí se tapaba la boca para no soltar a reírse. Lorena permaneció por escasos segundos en esa ridícula posición para deleite de Mayra y Rubí; con el culo expuesto a merced de ellas.

Mayra, no tan común en ella, sonrió maliciosa y tomando su distancia, levantó el pie y disfrutando su momento, pateó en el culo a Lorena empujándola hacia la bodega y provocando que ésta cayera torpemente; al menos logró meter las manos y evitar golpearse el rostro.

¡A fregar pisos perra!— gritó Mayra con su clásica vocecita chillona, brincando de emoción por haber puesto en su lugar a esa maldita creída jovencita que tan solo era otra vulgar sirvienta, tal y como lo era ella.

Rubí sonrió aprobando el comportamiento de Peque, mas que nada, le había causado gracia y sin demorarse mas se dispuso a dejar encerrada a Lorena y marchar rumbo a su habitación.

¿Lo hice bien amiga, lo hice bien?— preguntaba Peque interesada en oír la respuesta de su ama mas que amiga; ésta la miró sonriéndole despectivamente y le contestó— ¡No estuviste mal pero ya no va contigo, ahora no eres ni mas ni menos que Lorena, así que no abuses o me veré obligada a refrescarte la memoria!;

¡Enterada!— respondió Peque ya no muy emocionada pero en cuestión de segundos volvió a abordar a Rubí entusiasmada.

¡Amiga!; ¿Armaremos el árbol verdad, verdad que sí?;

¡NO!— le mató Rubí toda esperanza— Mi madre lo jodió todo, así que olvídalo— Rubí quedó observando la expresión de desolación en el rostro de Mayra y finalizó el asunto diciéndole— ¡Mi madre te odia Mayrita!;

¡Ya lo se!— opinó resentida Mayra— ¡Pero no me importa, me importa solo lo que tú pienses y sientas por mí y me acabas de salvar con esa maldita de Lorena!; ¡Gracias ama Rubí!— se deshizo Peque en halagos y porras para su ama.

Rubí tan solo le sonrió a medio camino entre la indiferencia y la pena.

Pasadas unas horas, Rubí se disponía a salir, detectó que a pesar que Mayra se había resignado a que ese año no armaría arbolito ni mucho menos le esperaba una feliz navidad; no había superado la tristeza y a leguas se notaba que luchaba por no llorar. Rubí se enterneció.

¿En verdad morías por adornar el árbol Pequeñita?— le preguntó con dulzura, agachándose junto a ella.

Mayra dejó de observarse su sencillo trajecito de sirvienta, que era lo que había estado haciendo sentadita en el piso de la habitación de Rubí hasta antes que ésta se interesara por su estado de ánimo. Peque miró a Rubí y se abrazó a ella rompiendo a llorar; logró conmover mucho más a la hermosa Rubí.

¡Basta Peque, venga, alístate, me acompañarás de compras!;

¿Seeeeeeeeeeeeeeeeeeerio Rubí?— preguntó con cara de boba, con la ilusión de nuevo invadiéndola por dentro.

¡Seeeeeeeeeeeeeeeeeeerio Mayrita!— respondió Rubí riendo tontamente— ¡Dale, mueve el culo, no me convencen los zapatos que compré así que iré por otros para lucir con mi vestido nuevo!;

¡Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!— se apresuró Mayra a alistarse; entonces cayó en cuenta de su trajecito de sirvienta.

¡Rubí!; ¿Tengo que ir vestida así?;

¡Claro que no idiota, ese es tu problema, ve que rayos ponerte pues no pienso sacarte así a la calle!;

¿Pero Rubí?; ¡Tu madre me quemó toda mi ropa y tiró mis zapatos!— se quejó Mayra; pero enseguida se le iluminó la mente— ¡Ahhhhhhhhhhhh pero tengo los vestidos que tu prima me regaló aunque esos los quería reservar para mañana en la noche!;

¡Nada de eso, ve que ponerte y para mañana no te mates pensando que seré Yo quien decida que te pondrás o no, aún puede que me decida por dejarte desnuda, así que dale antes que me arrepienta de llevarte conmigo!;

Mayra no perdió mas tiempo y en breve se presentó coqueta, lista para salir con unas sandalias rosadas que Rubí ya no usaba y se las había regalado y un bonito aunque desgastado vestido negro que Mayra lucía orgullosa pues era un obsequio de la estirada y prepotente prima de Rubí, que para gloria de Mayra, sentía cierto aprecio por ella; quizás el aprecio que se le tiene a una mascota, pero no dejaba de ser aprecio y el que aquella jovencita se dignara a mostrar ese afecto por Mayra o por cualquiera, era en verdad una verdadera bendición.

Rubí recorrió berrinchuda todos los locales de zapatos de varios centros comerciales seguida por una emocionada Peque y fue hasta el final que se decidió por unas preciosas zapatillas plateadas de altos y finos tacones que sin duda le sentarían de maravilla para la noche al igual que su vestido.

Antes de marcharse y regresar a casa; Rubí se interesó por unos ridículos gorros de Santa Claus con cascabeles incluidos.

¿Qué dices Peque, te gustan?;

¡Son para perros amiga!— comentó ofendida Peque.

Rubí la miró con burla y cínicamente le respondió— ¡Te compraré uno y lo lucirás para la cena de navidad!; ¿Entendido?;

¡Sí amiga!— se limitó Mayra a resignarse a uno mas de los crueles caprichos de su ama.

Ante la risita de la encargada del local; Rubí hizo que Mayra se probara el ridículo gorro. A Mayra pronto se le olvidó aquella bochornosa escena pues enseguida Rubí le compró un bonito suéter por el cual Mayra había babeado todo el rato que anduvieron de compras.

¡Será tu regalo de navidad!— le explicó Rubí— Eso sí, no esperes encontrarlo envuelto bajo el árbol, te lo daré hasta el otro día.

¡Gracias!— se limitó a expresar Mayra con la voz entrecortada.

¡Qué emoción Rubí, ya mañana es navidad!;

¡Bah!— se burló Rubí de ella— No se qué de emocionante pueda tener para ti la navidad, no harás otra cosa mas que estar a los pies de mi madre, de mí y de algunos invitados y si la cagas, puede que tú termines siendo la piñata jajajajajajajajajajaja— se rió cruelmente de ella pero como siempre Mayra, no tomaba en cuenta aquellas ofensas.

Ante todo seguimos juntas amiga; ¡Será una navidad mas juntas, a tu lado!;

¡Sí, pero ahora eres mía Mayrita, mi esclava, que no se te olvide!;

¡No lo olvido!— respondió Mayra añadiendo como complemento de su respuesta— ¡Ama Rubí!;

¡Bueno ya vámonos, hay que revisar el trabajo de Lorena antes de que mi madre regrese y una vez mas, no te emociones tanto Mayra, ésta navidad será muy distinta para ti, así que el no pensar en deseos absurdos te evitará sufrimientos y ten muy en cuenta que ante terceras personas no puedes tutearme!, por mas que te lo he dicho, siempre la cagas y tu suave piel la sale pagando.

¡Lo tendré en cuenta amiga, ya verás que sí!— aseguró Peque abrazándose a su ama.

Rubí como siempre tan solo se rió de ella y la miró con algunos rasgos ligeros de lástima. Para Rubí era un juego muy divertido pasar el tiempo confundiendo a Mayra, jugando cruelmente con sus sentimientos; ante todo, no podía negar que la pobre muchacha siempre se había dedicado en cuerpo y alma a adorarla. Siendo libre había sido una alfombra, una marioneta para Rubí; ahora como su esclava lo era mucho más.

En la mañana del 24 de Diciembre se presentaron a la propiedad de doña Gloria; la frívola y orgullosa Libby, señora joven y hermosa, unos años menor que doña Gloria; madre de la señorita Divanny Torres, prima de Rubí, dos años menor que la señorita Panty.

Madre e hija pasaron a hacer una rápida visita a sus familiares y a informarles que ya tenían otros planes para la noche a lo que no asistirían ni pasarían navidad ahí. Doña Gloria se deshacía en atenciones ante aquellas damas. Gloria era consciente que si medían fuerza y poder, sin duda, Libby sacaría ventaja a lo que era preferible quedar bien con ellas, en especial con su caprichosa hija, aunque ello signifique cumplirles precisamente cualquier capricho. Rubí no estaba en casa.

Gloria y Libby habían tomado asiento en el comedor para batanear y beber algo; Divanny aun se lo pensaba, recorría todo el lugar con esa expresión de desprecio hacia todos y todo. La muchacha bien sabía el poder que representaba su familia, más exacto, su madre y bien sabía que podían destrozar a cualquiera con tan solo desearlo a lo que la chica era en verdad insoportable.

Para ella, todos los demás eran inferiores, se catalogaba a sí misma como el centro de todo, era ella y los demás, ella y el resto. Después de unos instantes en los que su tía Gloria no dejó de sonreírle y casi rogarle que se sentara y las acompañara en la charla de sobremesa; la chica decidió y se dignó a tomar asiento. Lucía radiante, única, con unos pantalones cortos de mezclilla azules, zapatos negros cerrados de mediano tacón, blusa verde y el cabello suelto a la altura de sus hombros, negro y lacio.

Peque hizo acto de presencia con una bandeja repleta de bocadillos, se arrodilló sin siquiera jugar a mirarlas a la cara, quedó al centro de las señoras y alzó las manos todo lo que pudo para que éstas pudieran tener acceso al contenido de la bandeja.

Peque rezaba por que se devoraran todo en segundos; bien podía depositar la bandeja en la mesa; ¡Pero no!, doña Gloria odiaba a Mayra y la había hecho arrodillar y permanecer ahí a propósito, con tal de dejarla a merced de Libby y su hija y por lo tanto, a merced de sufrir humillaciones y golpes.

Divanny centró su atención en Peque; la observaba con sumo interés y morbosamente; Peque llegado el momento en el cual Gloria y Libby charlaban de una y mil cosas, desvió su mirada hacia Divanny, Peque le sonrió dulcemente, con ternura y humildad. La estirada muchacha tan solo la quedó mirando fijamente, sin devolverle el saludo; cruzó elegantemente una pierna sobre la otra y se tronó los dedos.

Al instante Peque se puso nerviosa, nunca se sabía que rondaba por la mente de aquella muchacha. Peque apenas y trataba de adivinar qué desearía en cuanto Gloria le propinó un golpe con la mano abierta en la cabeza.

¡Rápido estúpida, ve a ofrecerle bocadillos a mi sobrina, rápido maldita bestia!;

Peque toleró el golpe y caminando sobre sus rodillas se acercó ante la muchacha, la volvió a mirar y comprobó que Divanny movía la cabeza a modo de negación indicándole que no quería bocadillos. Peque se preocupó aún más.

Divanny tenía la bendita costumbre de no dirigirles la palabra a los sirvientes, se comunicaba con ellos por medio de gestos y golpes hasta que el desgraciado en turno le atinaba a cumplir su orden. Para suerte de Mayra, esa mañana, Divanny se dignó a hablarle.

¡Desnúdate, no soporto que una sirvienta permanezca vestida ante mi presencia!— le explicó finalmente lo que deseaba.

¡OBEDECE!— gritó doña Gloria— ¡Ah y si no te complace cariño, no dudes en ponerla en su sitio pues ésta es menos que una sirvienta, es una esclava ante la cual no debe haber consideraciones!— comentó la señora, deseosa de que su sobrina se animara a mortificar a Mayra. Divanny tan solo se sonrió.

¡Aquí!— habló con su característica voz mimada la chica al ver que Mayra dejaba la bandeja en la mesa y se disponía a marcharse para desvestirse.

Luego de unos segundos; Mayra con la cara roja de vergüenza, llorosa; se encontraba desnuda, de rodillas ante la arrogante muchacha que se entretenía moviendo hacia delante y atrás la pierna que mantenía cruzada, observándose su bonito y fino zapato.

De pronto Mayra casi brinca de susto; Divanny en un movimiento rápido le plantó la suela de su zapato sobre sus senos, deslizó la suela suavemente y luego aplastó tantito sin querer aplicarse a fondo, pero el solo contacto de la sucia suela había puesto sumamente nerviosa a Mayra.

Doña Gloria no se percató al igual que Libby pues estaban muy metidas en su conversación a lo que Mayra se encontraba en ese momento a la voluntad y capricho de aquella joven.

Divanny apartó el pie y lo acercó a la cara de Mayra que no se lo pensó dos veces, enseguida pegó los labios y besó una y otra vez la sucia suela del zapato de la muchacha.

Mayra la conocía a la perfección, no en vano Rubí también la había aleccionado cómo comportarse ante su prima y justo ahora era el momento de demostrar lo aprendido. Mayra sabía que ante Divanny lo mejor que ella y cualquiera en la misma condición que ella podía hacer para agradar o siquiera ablandar a la muchacha, era humillarse a sí misma y eso hizo.

Peque se postró a los pies de Divanny y restregó su cara sobre los bonitos zapatos, sin esperar orden alguna los besó y limpió restregando su cara en ellos para quitarles algo del polvo del camino. Enseguida en un tono extremadamente sumiso le habló sin despegar su cara de los zapatos.

¡Ama Divanny, sería un honor si me permitiera descalzarla para que esté mas cómoda, si así lo desea, mi cara puede servir para que descanse en ella sus hermosos pies!;

A continuación, Mayra alzó el rostro y recibió la autorización de Divanny para que proceda a descalzarla, un simple gesto afirmativo fue suficiente para que Mayra con una humildad extraordinaria quitara un zapato y sin detenerse, al momento besó el interior de aquel zapato, lo mismo hizo con el otro para que enseguida rindiera a Divanny sus respetos.

Tanto ella como Rubí la conocían muy bien. Mayra se llevó al rostro los pies sudados de Divanny y lo enterró entre sus olorosas plantas, las besó con devoción pues con ese gesto de humildad le demostraba a la muchacha que reconocía su posición ante ella.

Otra costumbre de Divanny para con la gente inferior era precisamente que para saludarla y mostrarle sus respetos, debían humillarse ante ella no solo besándole los pies sino besándole las plantas de sus pies; con ese acto quedaba según ella muy claro quien estaba al mando y quien abajo, con ese acto les hacía ver que verdaderamente los tenía y los veía muy por debajo de ella, justo debajo de las plantas de sus pies, ese era el sitio en donde les correspondía permanecer ante ella.

Con algo de esfuerzo, Mayra logró interpretar el siguiente deseo de la jovencita a lo que se estiró en el piso bocarriba, debajo de la mesa y así Divanny apoyó sus bonitos pies con las uñas pintadas de rojo en la cara de Mayra.

Sin consideración alguna se sirvió del rostro de la tierna Mayra para secarse el sudor de sus pies mientras que la pobre Peque no dejaba de acariciarle las plantas y los dedos con sus labios, inclusive la pobre se humilló al grado de lamerle entre los dedos y permitir que Divanny le metiera el dedo gordo de su pie y jugara con ella. Mayra le siguió el juego chupándole el dedo como precisamente si de un chupete se tratara.

¡Pobre Mayra!; cuando mas se tranquilizaba y pensaba que todo transcurriría en calma, Divanny la miró maliciosamente y lentamente deslizó un pie hasta situarlo de nuevo sobre los pechos de Mayra a quien no se le podía describir su expresión pues su rostro seguía sirviendo de escabel para el otro pie de la muchacha.

Peque ahogó un quejido; Divanny le estaba aplastando y poniendo todo su empeño en clavarle las uñas en un pezón de Mayra. La pobre de nuevo respiró aliviada en cuanto Divanny apartó el pie de su pecho, pero enseguida volvió a atormentarla; ésta vez Divanny continuó deslizando su pie hasta apoyar su desnuda y suave planta sobre el sexo de Mayra quien ahora sí se estremeció.

Pobrecita, para ella, aquello del sexo y otros aspectos de su vida seguían siendo un tabú pues así la habían educado; ahora en las condiciones que se encontraba no le quedaba de otra que despertar violentamente por la manera en la cual Divanny y su ama Rubí la estaban haciendo despertar.

Divanny descaradamente comenzó a acariciarle aquella zona íntima a Mayra, la pobre Peque en contra de su voluntad, no pudo hacer más nada que excitarse. Divanny y el ritmo que le imprimía a las caricias al sexo de Mayra con la suave planta de su pie surtieron los efectos que ella deseaba.

Mayra se retorcía de placer y de vergüenza, el contacto de la fina y delicada piel de Divanny hacía que la pobre chica sudara y temblara, en nada Divanny tenía la planta del pie húmeda y ligeramente pegajosa de los fluidos de Mayra; no contenta comenzó entonces a introducirle con cuidado los dedos de su pie hasta empaparlos de fluidos y con una cínica sonrisa le acercaba el pie a Mayra para que le chupara los deditos.

Mayra le rogó con la mirada que se detuviera, que se compadeciera de ella, de su humillación; desgraciadamente Divanny no tenía mejor forma de divertirse que humillando a los demás a lo que siguió acariciando el sexo de Mayra.

De pronto aceleró el ritmo; Mayra experimentaba cada vez mayor placer, excitación y también vergüenza. La pobre gemía aunque agradecía que Divanny continuara apoyando el otro pie sobre su cara pues Mayra no quería ni soñar con que Gloria o Libby se dieran cuenta de lo que estaba sucediendo, era claro que ella y solo ella se llevaría los castigos.

Mayra sudaba, temblaba, se retorcía, se convulsionaba producto del ritmo que Divanny emprendía a sus caricias. Divanny se tapó la cara con su mano riendo de lo lindo; Mayra ante el endiablado ritmo con el cual Divanny la estaba masturbando se movió de más y se golpeó la cabeza con la pata de la mesa.

Gloria y Libby apenas le prestaron atención. Divanny se divirtió a sus anchas masturbando a Mayra hasta que la hizo correrse, restregó su pie de nuevo en sus fluidos e hizo de nueva cuenta que Mayra se lo lamiera.

No contenta y con tiempo de sobra continuó de nuevo arrancándole a Mayra otro orgasmo forzado. Peque respiraba agitadamente, continuaban los gemidos, lloraba y se estremecía, volvió a golpearse la cabeza con la pata de la mesa.

Divanny volvió a sonreír, acababa de lograr el tercer orgasmo en Peque; una vez mas ofreció a Mayra sus propios fluidos, entonces se agachó y metió la cabeza por debajo de la mesa para encontrarse con el rostro lloroso y el cabello desarreglado de Mayra, la pobre había sufrido mas que gozado, se sentía tan humillada al ser usada de aquella degradante manera.

Divanny se sonrió, le pellizcó las mejillas con una mano y con la otra le pellizcó un pezón— ¡Cochina!— le dijo burlona— ¡Abre!— le indicó.

Mayra abrió la boca y recibió un abundante salivazo cortesía de la orgullosa y déspota jovencita.

¡Gracias ama Divanny, es un privilegio el que me permita humillarme ante sus pies y mas aún lo es el saborear su exquisita saliva!— se humilló Peque que apenas y logró terminar de hablar pues Divanny de nuevo le acariciaba el sexo.

Divanny se levantó y avanzó descalza hacia la puerta y de ahí al auto, ni siquiera se dignó a despedirse de su tía, optó por esperar en el auto a su madre.

Mayra por instinto comprendió y sujetó con los dientes los zapatos de la chica y gateó presurosa tras ella, depositó junto a ella los zapatos, se levantó y corrió de prisa por agua para lavarle los pies aunque cabe decir que el polvo que ésta tomó por el camino al andar descalza, Mayra lo limpió con su cara y lengua, después se los lavó como era debido y humillándose una vez mas a sí misma se postró en el piso ofreciendo su largo cabello para que Divanny se secara en él sus pies, tal y como lo hizo.

Peque besó una vez más las plantas de los pies de Divanny y le acomodó los zapatos. La muchacha se sentó sobre la cajuela del auto y Peque se quedó con el rostro pegado a sus pies, besando con verdadera devoción los bonitos zapatos negros de la joven; no se dio cuenta en que momento Divanny extrajo una cajita adornada con un moño rojo y papel de regalo y se la ofreció.

¡Para ti!; Peque alzó el rostro con miedo y abrió la boca admirando el regalo.

¿No lo quieres?; ¡Vamos, tómalo!— le hablaba Divanny burlonamente, mostrándole sus blancos dientes— ¡Son chocolates y nueces!; ¿Te encantan las nueces no?;

¡Ajá!— atinó a contestar Peque.

¡Pues disfrútalos, te regalaría algo mejor pero siendo una sirvienta, chocolates y nueces están muy bien jajajajajajajajajajajaja!— bromeó la hermosa chica.

Peque no se contuvo, soltó a llorar y a cubrir de besos los pies de aquella imprevisible joven. Divanny la levantó y bajó de la cajuela, la tomó de los hombros, le hizo entrega de su regalo y le habló clara y tranquilamente.

¡Por los viejos tiempos Peque, mi tía te odia pero no temas, quienes mas daño te podemos hacer somos Rubí y Yo y a ambas nos caes muy bien!;

¡Rubí todavía me trata con dureza, creo que aún no me perdona!— comentó Peque resentida y llorando.

¡Ella te quiere y punto, resiste, hasta ahora te has comportado valientemente, vamos, mientras que estés en paz conmigo y con Rubí te garantizo que nada malo va a pasarte!— enseguida Divanny rió con burla y añadió— ¡Bueno, nada mas malo va a pasarte jijijijijijiji!;

¡YO NO TUVE LA CULPA DE NADA!— rompió a llorar Mayra con mayor intensidad.

¡Basta de lloriqueos!— le exigió Divanny— Y no te confíes, éste gesto no es por que me conmuevas ni por lástima, es por que ha sido mi deseo recordar viejos tiempos y decidí hacerte un regalo pero puede que mañana sea mi deseo ordenar que te azoten y torturen hasta dejarte inconsciente o Yo que sé, pero mientras te comportes como lo que ahora eres ante mí, no tienes por que temer.

¡Así será ama Divanny!— respondió Mayra echándose a los pies de aquella señorita, besándoselos y agradeciéndole el gesto; muy extraño en ella.

Divanny tan solo se limitó a mirarla con indiferencia; cierto era que la apreciaba muy a su manera pero cierto era que le importaba una mierda la injusticia que bien sabía se había cometido con Mayra.

¡Le pediré a mi prima que te permita pasar unos días en mi casa, si te comportas como me gusta te obsequiaré mas vestidos pero si terminas corriéndote como la cochina que fuiste hoy no te regalaré nada!— le dijo sonriente, en broma. Mayra sonrió con la cara roja como un tomate.

¡Ahora guarda tu regalo y vístete por que tus pechos me incitan a quemártelos!;

Eso no era una broma. Mayra obedeció; besó los pies de la señorita Divanny y se alejó de ella al verla encenderse un cigarrillo, mas valía tomar precauciones pues aquella chica era fanática de destrozar los pechos quemándolos con un cigarro.

¿Qué rayos escondes?— le preguntó muy seria Rubí a Mayra al entrar a su habitación y lograr darse cuenta de que ésta rápidamente se llevaba las manos para atrás ocultando algo.

¡Nada!— respondió Mayra nerviosa aún con las mejillas infladas, mostrando claramente que algo trituraban sus dientes.

¡Peeeeeeeeeeeeeeeque!— la amenazó ligeramente Rubí mientras la observaba con una mezcla de diversión e inquietud.

A Mayra no le quedó mas remedio que mostrarle las manos, las cuales contenían la caja de chocolates y nueces que Divanny le había regalado.

¡Ajá, maldita glotona!— exclamó Rubí aparentando molestia— ¡Otra vez robándonos!, coño; ¿No te cansas de tragar y tragar?, en verdad; ¿Cómo demonios no engordas?, venga, trae acá eso— le dijo acercándosele dispuesta a arrebatarle la cajita.

¡No ama Rubí por favor, no, tu prima me lo regaló, lo juro, ama Divanny me los regaló!— alcanzó a explicar Mayra llorando a los pies de Rubí, suplicándole que le devolviera la cajita pues Rubí finalmente se la había arrebatado y la miraba con ánimo de estropearle la tarde.

¡No te creo, para mí que la robaste, no se te quita lo ladrona!;

¡Noooooo, lo juro lo juro tu prima me los regaló!;

Rubí bajó la guardia; de alguna manera las lágrimas de Mayra lograron ligeramente conmoverla a lo que divertida preguntó— ¿Qué tanto tenía?;

¡Chocolates y nueces!— contestó Peque.

¡Aquí solo quedan chocolates!— le dijo Rubí sonriendo burlona.

¡Emmmmm sí, ya las nueces me las acabé!— respondió Mayra relamiéndose aún los labios.

¡Carajo contigo Peque!; ¿No te digo?; ¡Mmmmmm pero vaya!; ¿Solo chocolates y nueces?; ¡Divanny es una miserable!, pudo haberte dado algo mejor, en fin; ¡Tú eres una glotona!; ten, consérvalos bien antes de que mamá los vea y haga papilla tus chocolates.

¡Gracias Rubí!— se expresó Mayra presurosa a recoger los chocolates del piso que Rubí groseramente les arrojó.

¡Cómete ese, ya está aplastado!— le sugirió burlonamente Rubí después de pisotear a gusto un chocolate.

Mayra no se desanimó y ante la mirada altanera y déspota de su ama despegó el chocolate de la suela de la sandalia de Rubí y se lo llevó a la boca.

¿Rico?— preguntó maliciosamente la señorita Panty.

Mayra asintió con la cabeza y en una muestra de humildad hacia su ama le ofreció chocolates de la cajita. Rubí no se lo pensó mucho y tomó unos cuantos.

¿Y que dice la mimada de mi prima?;

¡Nada en especial!, ya la conoces, es un poco extraña.

¿Un poco?— se burló Rubí haciendo reír a Mayra.

¡Quiere que pase con ella unos días después de navidad!— se expresó Mayra sin ocultar su emoción.

¿Y Tú quieres ir?;

¡Prometió regalarme mas vestidos!— comentó Mayra muy alegre.

¡Vaya Mayrita, con qué ánimo lo dices!; ¿Ya se te olvidó cuando te orinabas en presencia de Divanny, cuando te cagabas de miedo solo por que te miraba?;

¡Ella es así pero ha demostrado que no es su intención lastimarme por que si así fuera ya lo hubiese echo!; ¿No crees amiga?;

¡No, no lo creo!— le contestó tajante Rubí que ante la preocupación de Mayra tomó mas chocolates; Mayra tan solo veía como su preciado regalo se iba extinguiendo.

¿Me darás permiso para ir?— preguntó muy interesada Mayra en oír la respuesta de Rubí; ésta la miró, le sonrió llevándose a la boca otro chocolate y finalmente le respondió con un tono absoluto de burla.

¡Ay Mayra, qué imbécil e ingenua eres, veo que el tiempo que has conocido a mi prima no te ha servido de nada, mucho menos te han servido mis consejos!;

¡Divanny está chiflada Mayra!; ¡Divanny te adora hoy aunque seas una miserable sirvienta y te desprecia mañana aunque seas la hija del rey!;

Para pruebas tienes las diferencias que he tenido con ella, que mas bien ella ha tenido conmigo; pero en fin, me importa poco si ella quiere tenerte por unos días, mi permiso lo tienes pero si a tu regreso vuelves solo con una oreja, ¡Yo te cortaré la otra! O sea, ¡No quiero lloriqueos!;

¡Ya entendí ya entendí, lo pensaré mejor, bueno, creo que mejor no, no iré, dile que me necesitas, sí, eso, no iré, entre vestidos y orejas prefiero mis orejas!— opinó Mayra pensando en todo lo que Rubí le había dicho.

Rubí se le acercó, le acarició el cabello y quisquillosa le preguntó— ¿Tú no quieres irte con mi prima solo por unos vestidos que prometió regalarte verdad?;

Mayra trató de evitar mirar a Rubí pero ésta la obligó a verla fijamente a la cara.

¡Venga Peque, desembucha o le digo a mamá que te adelante tu navidad, año nuevo y reyes!— la amenazó Rubí conteniéndose para no carcajearse al ver que Mayra ya estaba mas blanca que una hoja de papel y no digamos lo que temblaba de miedo por el solo hecho de pensar que Rubí se enojara en serio e incluso ella misma terminara castigándola a lo que no le quedó mas remedio que confesar lo que le afligía.

¡Habla ya Peque!— la presionó Rubí cacheteándola suavemente al ver que Peque se tomaba su tiempo para hablar.

¿Prometes no enojarte?— preguntó graciosa a la vez que miedosa Mayra.

¡Prometo ir por el látigo y acariciarte los pechos si no hablas de una maldita vez y ayúdate tú misma no diciendo estupideces!;

¡ME DUELE QUE ME TRATES MAL, ME DUELE TU DESPRECIO!— gritó Mayra sorprendiendo a Rubí al verla llorar intensamente.

¡Vaya!— comentó Rubí— Ahora resulta que yo soy la mala del cuento; ¡No seas patética Mayra!, si hay alguien aferrada a hacerte la vida de cuadritos, ¡Esa es mi madre, no yo, así que no jodas, de 10 veces que te castigan, 9 son ordenadas por mi madre, queda demostrado que es mi madre quien te odia!;

¡NO ME IMPORTA TU MADRE RUBÍ, ME IMPORTAS TÚ!; ¡Lo de tu madre lo puedo tolerar, en verdad que me da igual lo que piense de mí y si me someto es por que no me queda de otra pero ante ti no, ante ti me desarmo Rubí!;

¡Tú eres mucho, eres todo para mí y no soporto que me trates como lo haces!; a veces, te juro que un desprecio tuyo me hace mas daño que 100 azotes.

Rubí le tomó las mejillas con sus finas manos. ¿Y cómo te trato, qué es lo que te duele de mi trato?— le preguntó interesada.

¡Tú indiferencia!— respondió inmediatamente Mayra— Qué juegues a confundirme, que juegues con mis sentimientos; lo odio, odio que tengas tanta influencia y control sobre mí, odio que me azotes sin piedad y por mas que me prometa a mí misma guardarte rencor siempre sea yo misma quien acuda a ti para que me perdones por algo que no cometí.

¡Odio que con tan solo tronarme los dedos me tengas comiendo de tu mano, odio que te aproveches de mis debilidades y me humilles a placer para tu diversión, odio…..!

¡Ya basta!— la cortó Rubí— Es bueno desahogarte pero comienzas a fastidiarme; estás donde estás y punto, las razones las conocemos todos; tú te empeñas en presumir tu inocencia pero no tienes pruebas, así que ya párale; ¡Ya me aburriste!;

¡Aún no termino Rubí!— comentó Mayra dispuesta a sacar todo lo que tanta amargura le producía en su interior.

¡Tú prometiste que a pesar de todo siempre me defenderías pero no parece importarte mucho cuando tu madre me golpea sin piedad y la vez que te pidió que seas tú misma quien me azote, no pareció afectarte, es mas, creo que hasta lo disfrutaste!;

¡Ya cállate!— le sugirió Rubí.

¡NO, NO ME CALLO, TÚ……!

¡CÁLLATE!— gritó Rubí soltándole una impactante bofetada a Mayra que la hizo terminar en el piso al igual que la hizo reaccionar justo en el momento en que Rubí se le iba encima a seguir golpeándola.

Mayra actuó correctamente y le tomó la mano a Rubí para cubrírsela de besos, le besaba la mano con la que Rubí acababa de golpearla.

¡Bien Peque, olvidaré éste incidente pero ándate con cuidado y si quieres irte con mi prima tienes mi permiso para hacerlo!;

¡No quiero, quiero estar contigo, con mi ama!— respondió Mayra restregando su cara sobre la mano de Rubí, tratando de aliviarse el ardor de su mejilla.

¿Aunque haya mas de lo mismo, aunque te desprecie tal y como dices?;

¡Soy tuya, si me matas nadie va a culparte, solo tú remordimiento!— contestó risueña Peque.

Rubí ya mas tranquila le sonrió y con seguridad le dijo— ¡Te equivocas, no tengo remordimiento alguno ni lo tendría si acabo contigo pero eres tan insignificante para mí, tan “Pequeñita”, que prefiero conservarte y admirar como te deshaces por servirme y adorarme, por mas que te empeñes en tratar de cambiar, no puedes ni podrás Peque!;

¡Desde el día en que te conocí te tuve a mis pies y ese parece ser tu destino, vivir a mis pies, en realidad nunca has sido libre, siempre has sido mía, admítelo, eres feliz viviendo a mis pies y yo soy feliz observando cómo te mueres por adorarme, cómo te preocupa mas mi bienestar que tu propia vida!;

¡No Peque, no tiene caso fingir, quizás te duela el giro que ha dado tu vida, quizás te duela ésta vida de tanta miseria y humillación para ti pero ante todo, no puedes negar que me adoras cada día mas!— concluyó Rubí con una expresión tremenda de orgullo y arrogancia que dejó a Mayra sin articular una sola palabra a su defensa.

¡Y ahora mueve el culo que se me hace tarde para arreglarme!;

¡Sí ama!— contestó Mayra admitiendo su derrota en todos los aspectos ante la caprichosa Rubí, su ama, su dueña.

Apenas Rubí había avanzado unos pasos y ya tenía a Mayra a sus pies suplicándole perdón; no sabía por qué, pero ahí estaba Peque, mendigando por una miserable muestra de atención de Rubí para ella.

¡Perdóname Rubí, perdóname!;

¿Qué he de perdonarte?— jugó Rubí cruelmente con ella, haciendo que la misma Mayra sea quien se humille a sí misma.

¡Por estúpida, por alzarte la voz, por malagradecida, por tantas burradas!— decía Mayra entre llantos— ¡Perdóname amiga, solo quiero ser tuya, vivir a tu lado!;

¡A MIS PIES!— la corrigió Rubí.

¡Sí, a tus pies!— lo aceptó Mayra— ¡Siempre a tus pies ama Rubí!— concluyó con el rostro pegado sobre los hermosos y finos pies de Rubí quien le levantó la cara por la barbilla a Mayra con el pie y la miró con cierta lástima, le sonrió y la dejó ahí para marcharse a bañar.

Rubí no podía sentirse mas dichosa; tenía a Mayra justo donde la quería tener, confundida, jugaba con ella y sus sentimientos a la medida de su gusto, cuando lo deseaba, la maltrataba y la humillaba hasta el grado que Mayra se proponía firmemente olvidarse del amor y la devoción que sentía por Rubí y simplemente dejarse morir pero faltaba solo una insignificante muestra de cariño para que Mayra corriera a echarse a los pies de aquella frívola joven y para hacer las cosas bien, siempre era Mayra quien sin saber por qué, terminaba humillándose ante Rubí, suplicando por su perdón y por una migaja de su atención y su cariño.

Rubí había echo sentirse a Mayra esclava desde que era libre haciendo siempre con ella lo que quería y ahora siendo su esclava la hacía de vez en cuando sentirse libre solo por el cruel placer de gozar después regresándola y recordándole su condición de esclava.

Faltaban solo dos horas para la cena de navidad. Rubí lucía sencillamente, extraordinariamente hermosa; Mayra lo contrario pues lloraba de nuevo, se tallaba una y otra vez la cara.

Rubí había decidido que permaneciera desnuda toda la noche. ¡Y con el puto frío que hacía!; Mayra no le había gritado ni siquiera exigido, tan solo suplicado humildemente que le permitiera vestirse pues se estaba congelando. La respuesta de Rubí fue un par de bofetadas que le dio con la suela de su sandalia.

¡Para que entres en calor!— le había dicho con total frialdad e indiferencia.

Ahora Mayra arrodillada ante su ama se dejaba dócilmente que ésta le acomodara el ridículo gorro con cascabeles para perros que le había comprado.

¡Listo Mayrita!— se burló Rubí sin consideración alguna— ¡Venga coño, sacude la cabeza para que suenen los cascabeles!; tristemente Mayra obedeció.

¡Hace frío Rubí, permite que me ponga el suéter!;

¡Que no, no insistas, el suéter te lo daré hasta mañana!;

¡Entonces siquiera mi traje de sirvienta!;

¡No, pero puedes ir por mi sandalia para que te haga entrar de nuevo en calor!; Mayra humilló la mirada y se abrazó a sí misma tratando de proporcionarse calor.

A punto estaban de bajar ama y esclava a la sala en cuanto Rubí le mostró a Mayra su collar para perros; ésta de nuevo se arrodilló para que Rubí se lo ajustara en su cuello. Fue entonces que Rubí la vio tan abatida, tan triste que se compadeció ligeramente de ella y decidió darle un breve instante de alegría, a su manera, no a la manera de Mayra.

¡Venga Peque, anímate!— le dijo al momento que tomaba su carísimo y exclusivo perfume y sonriente vertía algunas gotas sobre sus pies.

¡Rápido Peque, restriega tu cara y así aprovecharás algo de la esencia, ambas llevaremos la misma fragancia, venga Peque!— concluyó Rubí feliz por que según ella le alegraba la vida a Mayra.

Peque la miró y le sonrió con tristeza pero le sonrió. ¡De qué diablos le servía que compartiera su perfume con ella!; eso sin tomar en cuenta la manera tan humillante en la que lo compartiría. Lo que Peque deseaba era cubrir y calentar su desnuda piel pero ni hablar, fiel a su ama, Peque pegó el rostro sobre los pies de Rubí y restregó la cara tantas veces le fue posible para robar y adueñarse de algo de aquella exquisita fragancia.

Rubí no paraba de reír, le causaban gracia los movimientos de Peque quien al restregar su cara hacía que sonaran los cascabeles y ello divertía a la señorita Rubí.

¡Vamos Peque, vamos para la sala!— concluyó Rubí tomando de la cadena a Peque disponiéndose a bajar.

¡Ama!— reclamó su atención Mayra antes de salir de la habitación.

¿Sí?— preguntó curiosa Rubí.

¡ERES LA MAS HERMOSA, UNA AUTÉNTICA DIOSA!— le confesó con sinceridad Mayra lo que pensaba y sentía por ella.

¡YA LO SE!— fue la respuesta de una orgullosa y en verdad arrogante señorita Rubí que a decir verdad, sabía muy bien de la belleza de la cual ella era propietaria a lo que sin demorarse mas, bajó elegantemente las escaleras llevando de la correa a Peque como un perro; una tierna perrita en éste caso. Peque no perdía detalle de las lujosas zapatillas plateadas de Rubí y de su hermoso vestido.

La cena transcurría normal y rutinaria; los invitados habían felicitado a Rubí por la forma tan original en la que había decidido dejar a Peque; desnudita y con el ridículo gorro y su collar de perro y no, nadie se preocupaba por que a Peque le temblara hasta la quijada producto del frío.

Rubí se propasaba con Peque, cierto, pero también medía muy bien los tiempos y sabía cuando era el momento justo de darle un respiro a la pobrecilla. Rubí conocía perfectamente el límite de resistencia de Mayra a lo que la hacía sufrir pero sin ánimo de ponerla verdaderamente en peligro.

La noche transcurría y suficiente fue un momento en el cual Rubí se marchó al baño para que le sirviera de alerta indicándole que debía proteger a Peque o ésta saldría muy machacada.

¡No señora por piedad!— escuchó Rubí desde el baño el angustioso grito suplicante de Peque a lo que se dio prisa por bajar de nuevo a donde se encontraban todos los inflados invitados. Al hacerlo se percató que una de las honorables invitadas de su madre y su gorda hija se divertían de lo lindo con Peque.

La señora mantenía muy bien sujeta a Mayra, la hacía permanecer de rodillas ante su odiosa niña gorda y ésta le untaba cubitos de hielo en todo el cuerpo. Mayra lloraba fuertemente y trataba sin éxito safarse de la señora. La niña ahora le untaba con violencia unos cubitos en los pechos a Mayra.

Rubí comprendió que la reunión se había convertido en tan solo un consumo desmedido de licor y comida y que si no sacaba a Peque de ahí, la pobre sería la botana.

Sin ofrecer explicación alguna, mucho menos una disculpa; Rubí intervino y se llevó a Mayra jalándola por el cabello, arrastrándola hacia su habitación.

La señora y su hija clavaron la mirada en otra sirvienta que siendo navidad deseaba que la tierra se la tragara. Doña Gloria y compañía continuaron disfrutando al igual de la noche, ignorando el comportamiento de Rubí.

¡Deja ya de llorar coño!— le exigió Rubí burlona a Mayra después de empujarla bruscamente en su habitación.

¡Hace mucho frío Rubí, mucho frío!— lloraba Mayra temblorosa, acurrucada en el piso. Rubí revisó entre sus pertenencias y despectivamente le arrojó su regalo.

¡ÚSALO!; a Mayra le cambió el semblante y en un dos por tres rompió la envoltura y abrazó emocionada su bonito suéter. Justo estaba por cubrirse con él cuando Rubí se lo arrebató.

¡Lo usarás, claro, después de que te lo ganes!— le dejó en claro Rubí con una hermosa sonrisa algo afectada por el evidente consumo de alcohol.

Mayra la miró preocupada y tan solo atinó a decirle— ¿Qué tengo que hacer para ganármelo amiga?; ¡Es mío!; ¿Tú me lo regalaste no?;

¡Sí!— contestó Rubí risueña, caminando alrededor de Mayra que no dejaba de temblar y mirar el suéter en poder de Rubí— ¡Pero tienes que agradecerme el hecho que te haya salvado de todas esas arpías!;

¡Claro, gracias amiga!— se expresó Mayra.

¡Jajajajajaja no boba, ya me conoces Mayra y mira que por librarte ahora tenemos que pasar el resto de la noche aquí en mi habitación! O sea, no voy a pasármela aburrida ni durmiendo en plena navidad, en mi cuarto, solo por salvarle el culo a mi linda sirvienta; ¿Verdad?;

Mayra miraba a Rubí con cara de no entender nada.

¡Fácil Mayrita!— continuó Rubí— ¡Hazme reír, diviérteme y te haré entrega de tu lindo suéter que buena falta te está haciendo!;

¿Pero cómo?— preguntó Mayra presintiendo lo que Rubí le confirmó.

¡Peeeeeeeeeeeeeque!— le habló Rubí dándole a entender que ambas sabían muy bien de qué iba todo esto.

Mayra respiró profundamente, resignada a qué si quería el suéter sería a cambio de humillarse ante Rubí de la manera que más detestaba y que más le dolía hacerlo.

¡Podemos jugar a que soy una puta, tu putita, Rubí!— comentó Mayra totalmente avergonzada, con la voz llorosa.

¡Jajajajajaja excelente idea Peque, bien, comienza, compórtate como una perrita, una putita, saca lo puta que hay en ti Peque, ándale, compórtate como una sucia barata!— le habló Rubí completamente excitada.

Al mal tiempo darle prisa— pensó Mayra a lo que acomodándose de rodillas frente a Rubí, comenzó a acariciarse los pechos, a estimularse ella misma, a acariciarse.

¡Espera espera espera!— la interrumpió Rubí poniendo algo de música suave para la ocasión; tomó asiento y estiró las piernas.

Mayra se acercó caminando sobre sus rodillas, con humildad la descalzó, se llevó las plantas de los pies de Rubí al rostro y las besó con devoción; le sirvió un trago a su ama y entonces sí, recibió la autorización para dar inicio a un triste espectáculo para ella y de lo mas divertido para Rubí; jugar a ser una puta, jugar a incitar a Rubí que lo único que la excitaba era ver degradarse a Mayra a sí misma, sabiendo lo que le dolía y sufría por venir de una familia extremadamente conservadora, moralista, religiosa.

Mayra comenzó su acto palpándose sus pechos, acariciándoselos mientras trataba de dibujar una expresión de vampiresa, morbosa. Miraba a Rubí simulando una sonrisa y una pasión que no sentía.

Mayra continuaba imitando cada vez mejor que cortejaba a Rubí mientras se movía sensualmente al ritmo de la música. Rubí la miraba burlona, disfrutaba de su trago y de la pena que debía sentir Mayra al actuar de tal forma.

Mayra fingía, eso trataba de mentalizarse; que fingía, que no disfrutaba pero la realidad era otra. Rubí soltó una carcajada al notar lo húmeda que Mayra se encontraba. La pobre sin contar con una explicación razonable no se creía lo excitada que se encontraba al estarse humillando de aquella manera ante Rubí.

¡Cochina, eres una sucia Mayrita!— se burlaba descaradamente Rubí de ella.

¡Detente Rubí por piedad, apenas muy temprano tu prima me hizo pasar por esto, por piedad no me lo hagas tú ahora!— suplicó Mayra avergonzada.

¡Jajajajajajaja sí, me lo imaginaba, pues con mas razón Mayrita, no me gusta que mi prima me lleve ventaja, ándale, acércate!;

¡Rubí!— imploró Mayra. Rubí ya no habló; una intimidante mirada fue suficiente para que Mayra se acercara y quedara expuesta al igual que dejaba expuesto su sexo a la disposición de su ama.

Rubí no tuvo piedad de Mayra; bien sabía el daño que le ocasionaba y era consciente que Mayra sufría pero inexplicablemente siempre terminaba corriéndose como una loca, era como si disfrutara que Rubí la humillara. Rubí estaba segura que así era aunque Mayra lo negaba. Rubí afirmó la desnuda planta de su pie, pisó suavemente el húmedo sexo de Peque, le pasó los dedos y se los ofreció a Mayra.

¡Lame cochina, así es como te pone qué te trate de ésta manera, maldita sucia pervertida!— la insultaba Rubí.

Mayra lloraba y lamía sus propios fluidos del pie de Rubí. Rubí continuó acariciándole el sexo, la masturbaba delicadamente con su pie mientras que con sus manos le acariciaba los pechos; llegado el momento Mayra ya no podía contenerse, siempre era lo mismo; Mayra comenzaba con la mentalidad de no ceder, de demostrarle a Rubí que ella nada disfrutaba pero al final terminaba implorándole a su ama que le permitiera correrse. Ahora era el momento de implorárselo. Rubí lo presintió y entonces se detuvo apartando su pie del sexo de Mayra.

¡POR FAVOR RUBÍ NO ME DEJES ASÍ, ACABA, ÁNDALE DEJAME ACABAR, NO PUEDO RESISTIR!;

¡PERO SI ERES UNA SUCIA, UNA PUTA!— le gritó dándole una bofetada. Mayra estaba irreconocible.

¡Sí Rubí, soy una puta, una sucia, lo que quieras pero permite que acabe!;

¡No, no se me da la gana y soy tu ama!; ¿Recuerdas? O la calentura de puta hace hasta que se te olvide a quien perteneces.

¡No ama, lo se, soy tuya ama, por piedad ama, piedad!— suplicaba Mayra que deseaba como una loca tocarse el sexo para acabar o mejor aún, que Rubí la hiciera llegar a un poderoso orgasmo con tan solo acariciarle el sexo con la desnuda y suave planta de su pie.

¡Mmmmm no se, a ver, ruégame y reconoce lo puta que eres!— le sugirió Rubí orgullosa y soberbia.

Mayra no se lo pensó, sentía una fuerte necesidad que debía satisfacer así que no vio otra salida más que echarse a los pies de Rubí para besárselos y ganarse su lástima. En un momento desesperado, Mayra trataba de frotarse el sexo en el frío piso.

¡Jajajajajajajajaja verdad que eres una cerda, Cerdita debería de llamarte en lugar de Pequeñita!— se reía Rubí de ella.

A Mayra no le importaba más nada que terminar aquella vergonzosa escena para poder regresar a la tranquilidad.

¡A VER SUCIA, HUÉLEME LOS PIES, VENGA, HUÉLEMELOS!— la humilló Rubí de la manera que se le antojaba.

Mayra respiró con fuerza y no apartó el rostro de las plantas de los pies de Rubí; la pobre casi se moría de los nervios y la excitación.

Rubí muerta de risa al igual que excitada por el trato que le daba a esa pobre muchacha le dijo— ¡Bueno ya estuvo bien, a ver cochinita!; ¿Qué es lo que quieres?;

¡Correrme ama!— contestó Mayra dispuesta a lo que sea con tal de acabar ya.

¡Bien!— comentó Rubí— ¡Así que eso quieres, acabar como la sucia que eres!;

¡Sí ama, te ruego que me permitas correrme como la sucia perra que soy!;

¡Ayyyyyyyyyyy Peque, quien te viera tan santurrona, en fin, es navidad!; ¿Por qué no?; dicho esto, Rubí tan solo frotó unos segundos sus pies sobre el sexo de Mayra y la hizo experimentar un potente orgasmo.

¿Ya cochinita?;

¡Yaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa ama Rubí!— gritó Mayra logrando acabar de una vez por todas, terminando doblada sobre sí misma, limpiando con la lengua los pies de su ama Rubí hasta dejárselos impecables.

¡También el piso Mayra, pásale la lengua!;

Mayra tan pronto se recuperó de tan atrevida experiencia que acababa una vez mas de vivir, se dedicó a lamer el piso. Ahora todo volvía a la normalidad; la pobre alzó la mirada y al encontrarse con la sonrisa despectiva y burlona de Rubí no pudo esconder su vergüenza.

Se sintió tan humillada, tan patética, tan insignificante ante Rubí; ella desnuda, acababa de correrse como una vulgar mujerzuela, le sirvió a Rubí tan solo como diversión, se dio cuenta de lo despreciable que lucía ante Rubí quien por el contrario lucía hermosa, impecable, vestida elegantemente; observándola a ella en el piso, desnuda y aún con cara de no saber qué ocurrió, lo cual le producía mayor vergüenza.

Mayra nada podía opinar pues comprendió que no era nada ante Rubí y que toda su vida la pasaría confundida, sin saber realmente lo que Rubí pensaba y sentía por ella aún cuando la pobre le imploraba que se sinceraran y ella sí le confesaba que la adoraba.

Rubí prefería tenerla así. Mayra había llegado al grado de soñar y confesarle a Rubí que deseaba alguna vez que llegara al orgasmo con ella durante una tierna velada de amor, le confesó que se había enamorado de ella y que cada día la adoraba mas. En respuesta Rubí con mayor frecuencia, la hacía correrse así; masturbándola con los pies, observándola desnuda y humillada ante ella, ante sus pies mientras ella lucía lo mas impecable y orgullosa posible.

Mayra entendió que lo qué Rubí le demostraba al tratarla así, era precisamente lo que ella estaba por fin asimilando, digiriendo; ¡Qué ella no era nada ante Rubí!;

Mayra tomó con alegría el suéter que Rubí le arrojó al piso y sin que se lo pidieran besó los pies de su joven y hermosa ama. Rubí la ignoró, se metió al baño y luego volvió a tomar asiento para disfrutar de otro trago.

Mayra se echó como su perra que era a sus pies, ahora mucho más relajada luego de aquel orgasmo y de estar protegida con su suéter— ¡FELIZ PANTYNAVIDAD, FELIZ PANTYNAVIDAD AMA RUBÍ!— expresó sinceramente Mayra enterrando el rostro entre los pies de Rubí.

Rubí le dedicó su eterna sonrisa mezcla de burla, desprecio y pena hacia ella y dejó caer unas gotas de su trago sobre sus pies. Mayra las lamió enseguida.

¿Qué tiene de feliz tu navidad Peque?— le preguntó Rubí con toda la intención de lastimarla.

¡Qué estoy a tu lado amiga!— respondió ésta humildemente.

¡Tu vida es miserable, tú eres miserable, no puedes estar feliz!;

¡Pues lo estoy por que continuamos juntas, por qué te tengo a mi lado, por ello me siento feliz!;

¡Bah!— expresó Rubí burlona— ¡Yo mas bien pienso que estás feliz por que te corriste cómo una putita, cochinita!— se rió Rubí de ella.

Mayra enrojeció, de nuevo optó por ocultar su rostro entre los pies de Rubí hasta que volvió a mirar a su ama con esa sonrisa cristalina que inspiraba amor y ternura.

¿Eres feliz Peque?— insistió Rubí.

¡Mucho ama!— contestó de nuevo Mayra llorando y restregando su rostro sobre los pies de su ama— ¡FELIZ PANTYNAVIDAD RUBÍ!— le deseó de nueva cuenta Mayra; por fin Rubí se dignó a responderle.

¡FELIZ PANTYNAVIDAD PEQUEÑITA!— le dijo riendo Rubí, terminó su trago y por esa noche se quedó dormida en su cómodo sofá. Mayra hizo lo propio abrazándose a los pies de su ama, pegó el rostro sobre los deditos de los pies de Rubí y frente a ella tenía las zapatillas plateadas, las quedó admirando hasta que el sueño la dominó pensando en lo que le esperaba todavía por vivir.

Pensando en lo que había soportado ya a lado de Rubí y lo que le faltaba por soportar; concluyendo a final de cuentas que estaba dispuesta a tolerar la mas cruel tortura, entendiendo y aceptando con gusto que lo único que no podría soportar, lo único que podría matarla; era que la separasen de su ama.

Mayra sin Rubí no era nada ni nadie; siendo navidad su deseo fue permanecer por siempre a los pies de su ama Rubí aunque ésta la maltratara cuando se le antojara hacerlo. Mayra simplemente decidió entregarse aún más a su ama; ya no cuestionarla, solo adorarla y se durmió abrazada a los pies de su ama Rubí.


FIN.


NOTA: La presente historia es tan solo un extracto que pertenece a otra larga serie, la cual será publicada en su momento y al apegarse a ésta época decidí separar ésta parte y publicarla en éstas fechas.

¡FELICES FIESTAS!


BLACK.