jueves, 24 de marzo de 2011

CAROL 1

El zapato plateado, cerrado y de piso había vuelto a volar por los aires cayendo ésta vez en un rincón de la sala. La misión para Vianey era la misma; sujetarlo con los dientes y gatear hasta depositar el zapato a los pies de su ama Liliana, una de sus amas; pero la misión no era nada fácil, de hecho la misión era imposible para Vianey quien estaba sufriendo lo cual no quería decir que con su sufrimiento conmoviera a sus amas.

La alguna vez estirada, arrogante y caprichosa señorita Vianey estaba llorando, estaba sufriendo; su rostro era en sí la expresión del dolor y del sufrimiento bañado con sus lágrimas.

Había gateado y se encontraba así, a cuatro patas frente al zapato plateado; sabía su misión, sujetarlo con los dientes y llevárselo a su ama, pero le era imposible cumplirla por la sencilla razón de que no tenía dientes, un solo diente no se le podía contar a la infeliz; entonces, ¡Cómo diablos sujetar el bendito zapato!;

— ¡No podrá Lili, ya es el tercer intento y nada, matemos el tiempo con otra cosa!— le comentó a su amiga con su característica voz suave y mimada, la hermosa señorita Carol moviendo elegantemente la pierna que mantenía cruzada sobre la otra mientras no dejaba de observar con burla y picardía el aspecto de Vianey.

— ¡Mmmmmm bueno!— expresó fastidiada y resignada Liliana— ¡Está bien Vianey, tráelo como lo hiciste antes!;

La desdichada Vianey suspiró tristemente y haciéndose sorda a las carcajadas que con su actuación les hizo pegarse a sus amas, se esmeró en cumplir al pie de la letra en llevar el zapato y para ello tenía que ir empujándolo una y otra vez con su cabeza, prácticamente con su cara.

¡Era patético!; la pobre chica no dejaba de llorar producto de la humillación a la cual a pesar del tiempo no se acostumbraba y nunca se acostumbraría. La toleraba por que no le quedaba de otra, se había resignado por lo mismo y con tal de evitarse peores tormentos; pero todo ello no quería decir que se había acostumbrado ni mucho menos que no le dolieran en su interior aquellas crueles carcajadas de las dos muchachas que encima eran menores en edad que ella.

A Vianey le pareció una eternidad el ir avanzando lentamente empujando el zapato con la cara hasta que por fin llegó frente a los pies de Liliana y nada mas hacerlo pegó sus labios en los lindos pies de la joven que la miraba con desprecio.

— ¡Mmmmm haz tardado perra y encima me haz hecho quedar mal con mi amiga y me haz hecho perder una apuesta!; ¡PÍDEME PERDÓN PERRA!— le gritó y le exigió la muchacha al momento que groseramente la levantaba por los dos únicos mechones que conservaba la infeliz y que gentilmente le habían permitido conservar para burlarse de ella y para que dichos mechones les sirvieran a sus amas para jalarla de ellos y hacerle mucho mas daño del que ya le hacían.

— ¡PLAFFFFFFFF!— Liliana le estampó una humillante bofetada a Vianey quien pegó un alarido al resentirse del dolor que significaba no tener dientes y sufrir el impacto del golpe en su cara.

— ¡Perdóname ama Liliana perdóname!— imploró rota la pobre Vianey ante las malvadas sonrisas de ambas jóvenes que no se cansaban de amargarle cada instante de su vida desde que cayera en desgracia y en poder de ellas.

— ¡Pero que fea estás prima asssshhhh no se te vaya antojar decir por ahí que somos parientes jajajajajajajajaja!— se burló Carol al observar una vez mas detenidamente lo mal que lucía en verdad la muchacha al haberla rapado por completo en medio de la cabeza y haberle dejado tan solo conservar un mechón a cada lado, era todo lo que quedaba de su alguna vez impecable y hermoso cabello largo y ondulado.

Vianey tan solo no calmaba su llanto. Liliana le escupió la cara y levantándose del mueble la detuvo así, de rodillas por sus mechones poniéndola a merced de Carol quien se tomó su tiempo y con toda la calma del mundo al final también le obsequió un asqueroso salivazo que se plantó obsceno en la cara de Vianey.

Liliana la jaloneó de los mechones ignorando los lamentos de la joven hasta que violentamente la arrojó al piso.

— ¡CHÚPAME LOS DEDOS DE LOS PIES PERRA!— le ordenó Liliana observándola con asco, tirada a sus pies— ¡Oh y como castigo por hacerme perder y no levantar mi zapato con tu hocico te azotaré las plantas de los pies con la fusta!;

— ¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!— pegó Vianey un grito de ultratumba— ¡En los pies no ama, por misericordia!— imploraba la desgraciada con todas las fuerzas de su ser, causándoles gracia a sus amas pues desde que no tenía dientes, hablaba de una manera, la verdad chistosa y algo extraña, como una persona mayor sin dientes.

— ¡Jajajajajajajajaja!— se reía alegremente Liliana— ¡Mmmmm bueno, a ver, suplícame y quizás te perdone los fustazos, si no suplicas, no sabrás si quizás te perdone, venga perra, ya sabes cómo me encanta verte suplicar, mas que eso, humíllate a mis pies jajajajajajajaja!;

Dichas éstas déspotas palabras, la señorita Liliana avanzó tantito el pie y Vianey ya sabía que hacer, meterse en la boca el pie de aquella malvada joven y chuparle los dedos de los pies, de esa infame manera es como debía expresar sus súplicas a Liliana.

No era tan complicado de cumplir, tan solo significaba comerse por completo el orgullo y la dignidad para cumplir con algo tan degradante y a Vianey no le importaba en lo mínimo realizarlo pues la pobre ya ni se acordaba de lo que era poseer orgullo y dignidad.

Lo complicado para ella es que no tenía dientes, lo cual le significaba sufrir y chillar como una verdadera perra el llevarse el pie de Liliana a la boca y más en cuanto ésta removía sus dedos dentro de su boca y jugaba sádicamente a clavarle las uñas en sus rojas e hinchadas encías.

Pero a Vianey no le quedaba otra opción. En segundos la sala se vio amenizada por unos alaridos en verdad intimidantes que hacían erizar la piel a cualquiera, excepto a esas dos chicas que se estaban divirtiendo de lo lindo y los chillidos de Vianey eran tan solo música para sus oídos.

— ¡MMMMMMMMMMMMM AUUUUUUUUUUUUUUUUU!— se quejaba Vianey pues Liliana le estaba pisando sus encías al tener su pie dentro de la boca de ésta; pero eso no era todo, quizás el grito mas horroroso que Vianey había pegado, se lo debía a su bella prima Carol que encendiendo un cigarro se lo pasó por toda la planta de un pie a la pobre muchacha y no contenta, también se lo pasó por la otra planta.

Vianey rogaba al cielo desmayarse pero el desmayo no llegó y por lo tanto continuaba sufriendo su calvario.

— ¡Mmmm!— se expresó Liliana burlona— ¡No, no me haz convencido, te azotaré las plantas perrita!— le dijo acompañando sus palabras con una patada en la cara a Vianey.

— ¡Ayyyyyyyyyyyyyyy!— se quejó Vianey y haciendo un esfuerzo sobrehumano, se arrastró a implorarle piedad a Liliana.

— ¡Por misericordia ama, las plantas no nooooooooooooooo!;

Pobre Vianey; deseaba morirse, lo deseaba en verdad. Tenía las plantas destrozadas por completo, por esa razón imploraba con todas sus fuerzas que no la castigaran en esa zona. ¡No lo soportaría!— pensaba ella; pero sus amas no pensaban lo mismo.

Sencillamente Vianey no tenía piel en sus plantas, las tenía al rojo vivo, las tenía peladas pero eso a sus amas no les importaba. La torturarían de nueva cuenta en sus plantas sin temor alguno pero lo harían cuando ellas quisieran, no tenían prisa y eso no quería decir que le permitieran un solo momento de tranquilidad y alivio.

Liliana se secó la saliva de Vianey al haberle metido el pie en la boca en el cuerpo y la cara de ésta y sonrió con sadismo al tener ya en mente la próxima e inminente tortura que le haría sufrir; se tronó los dedos y en segundos se encontraba postrada a los pies de ambas jóvenes; Ruth, la hermanita de Vianey a quien de momento habían librado de su horrible función de bote de basura; esclava técnicamente oficial de Carol aunque la realidad era que como esclava debía obedecer ciegamente a cualquiera de las amas al igual que cualquier ama podía disponer como le diera la gana de ella, para eso era esclava.

— ¡Ve por mi mochila y tráeme el par de zapatillas que tengo ahí, las de largos y afilados tacones!— recalcó esto último sonriendo en complicidad con Carol— ¡Rápido estúpida!;

Ruth no habló, besó los pies a Carol, seguido besó los pies a Liliana y se apresuró a cumplir la orden. Antes de marcharse gateando; Liliana añadió— ¡Trae también agua en alguna cubeta para que me laves los pies de la saliva inmunda de la perra de tu hermana!— concluyó despectivamente. Ruth salió disparada a cumplir el mandato de la señorita Liliana.

Transcurridos unos instantes Ruth había ya lavado y secado con su cabello los pies de Liliana quien entonces observando sus elegantes zapatillas negras de largos y afilados tacones comunicó a Carol su brillante idea para matar el tiempo, a costa, claro, del sufrimiento de sus esclavas y como aperitivo y con la intención de hacer esperar a Vianey, sufrir de nuevo la tortura de los fustazos en sus destrozadas plantas.

— ¡Oye Carol!— se expresó con malicia Liliana— ¿Por qué no marcamos a éstas perras? O sea, ¿Por qué no les decoramos tantito su blanca piel?;

— ¿Cómo?— preguntó con interés Carol.

Liliana le sonrió y entonces le respondió— ¡Ahora verás!; ¡Cálzame estúpida, no te quedes clavada mirando cómo una imbécil al piso!— le ordenó Liliana a Ruth pateándola sin consideración en la cara.

La pobrecita se apresuró y al instante había ya calzado a la muchacha sus elegantes zapatillas; ésta se levantó y se admiró a sí misma y la verdad, ¡Que bien lucía la condenada!, esas altas zapatillas le quedaban de maravilla.

— ¡Observa!— le dijo Liliana a Carol haciéndose la interesante.

Carol tan solo sonrió sabiendo de antemano que fuera lo que fuera que se traiga en mente su amiga; una sola cosa tenía garantizada, el sufrimiento de las hermanas Cosgalla.

Liliana le fue indicando con patadas a Vianey que se acomodara en el piso de perfil, ofreciéndole a su ama su blanca y desnuda espalda o sus lastimados pechos; según el perfil por el que Liliana deseara atormentarla y solo por hacerla caer mas en el nerviosismo la malvada chica comunicó primero a su amiga lo que le haría con la intención de que Vianey se jodiera mas de nervios al oírla.

— ¡Sencillo Carol, hoy vamos a decorar a éstas perras jajajajaja las vamos a decorar con dolor y aprovechando que siempre andan desnudas pues qué mejor que marcarles sus nombres en su blanca piel!;

— ¡Sí coño eso ya me lo dijiste!, ¿Cómo coño les vas a marcar sus nombres?— la interrogó al final Carol un tanto fastidiada de oír hablar a su amiga y no verla actuar— ¡AHHHHHHHHHHHHHH!— exclamó la joven Carol tronándose los dedos e interpretando a lo que traía en mente Liliana al levantar ésta la pierna y mover el pie arriba y abajo, indicándole a Carol que prestara atención en el fino y afilado tacón.

Carol sonrió satisfecha con la idea de su amiga. ¡Escribiría el nombre de Vianey a ésta infeliz en su desnuda piel rayándole cada línea con su fino tacón hasta formar cada letra de su nombre!;

— ¡Primero marcamos a ésta perra y luego a la otra!— expresó Liliana señalando primero a Vianey y después a Ruth.

— ¡Oh no!— se quejó Carol— ¡Tú marca a esa!— dijo señalando a Ruth— Y yo marco a mi prima mas querida, en fin que también tengo unas zapatillas como las tuyas y para hacerlo mas interesante, quien termine al último tendrá como premio de consolación marcar a la esclava de la vencedora, digo, para que agarre mas agilidad— propuso Carol entusiasmada.

— ¡Así que perritas, una de ustedes llevará elegantemente plasmado su nombre por delante y por atrás jajajajajajajajaja!— rió Carol orgullosa de su ocurrencia contagiando con su risa a su amiga y estaban a nada de dar inicio a su cruel juego, pero se vieron interrumpidas al ver abrirse la puerta y oír charlar alegremente a 
 Carmen y doña Sagrario, la hermana y la madre de Carol que acababan de llegar de hacer una inspección de rutina por su pequeño rancho que tenían.

Doña Sagrario llevaba con orgullo la cadena en su mano por la cual sujetaba y guiaba a su esclava que la seguía por donde ella fuere a cuatro patas, como lo que era, su perra y esclava.

Se trataba de su hermana y madre de Vianey y Ruth; la alguna vez orgullosa y frívola Rocío quien ahora lucía miserable y si alguna vez su belleza y carácter inspiraron respeto y admiración; ahora, la joven señora tan solo inspiraba pena y lástima.

— ¡Mmmmm las salvó la campana jajajaja por unos cuantos minutos, ni modos, dale Vianey, ve a saludar a tu ama!— le ordenó burlona Carol a la mayor de las hermanas Cosgalla— ¡Igual tú perra, no estés de holgazana, haz algo de provecho, ándale, ve a humillarte a los pies de mi madre!— le ordenó orgullosa Carol ésta vez a Ruth apresurándola con una patada en su costado.

Las hermanas Cosgalla gatearon tristemente hasta situarse Vianey a los pies de su ama Carmen y Ruth ante los pies de la señora Sagrario.

— ¡Jajajajajajajajajaja!— se rió Carol comentándole burlona a su mamá— ¡Mira, sin querer he formado una bonita estampa familiar jajajajaja les tomaré una foto!; ¡Lili mi cámara!; ésta se la pasó al estar la cámara en el mueble junto a ella y Carol se acercó caminando descalza, preparando su cámara y burlándose a sus anchas de sus primas y su tía.

— ¡Venga coño, a ver una sonrisita, ahora cuando diga perras, Vianey le besas los pies a tu ama y tú querida tía junto con tu otra perrita le besan los pies a mi madre!;

— ¡Bueno ya!, ¡Perras!— exclamó riendo Carol y al momento la señora y sus hijas la complacieron con su patético espectáculo de humillarse madre e hijas ante Sagrario y su hija Carmen mientras que Carol se daba gusto sacándoles fotos.

— ¡Jajajajajajajajaja pero qué ocurrencias Princesa!— le dijo su madre a Carol.

— ¡Oh sí, es bueno para el álbum familiar, bueno ahora tómenme a mí, venga tía, ahora tú y tus perras me besarán a mí los pies!;

La pobre señora repitió con sus hijas el humillante ritual mientras que Carmen se encargó de tomar las fotos carcajeándose junto con su madre Sagrario. Liliana observaba muerta de risa desde el mueble.

Carol tomó asiento de nuevo al darse por satisfecha. Vianey temerosa volvió a postrarse a los pies de su ama Carmen quien se deleitó dejándola lamer por unos instantes sus polvorientas botas negras y sin previo aviso la levantó violentamente por la oreja, clavándole sus largas uñas pintadas de rojo en la única oreja que conservaba la desgraciada de Vianey y que mas tarde perdería.

— ¡AYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYY!— se quejó amargamente la pobre.

Carmen no dejaba de clavarle las uñas mientras que despiadadamente la abofeteaba con la otra mano. Rocío y Ruth se abrazaron muertas de miedo.

— ¡A ver putita!; ¿Por qué demonios no tienes puesta tu corona eh?— le preguntó con la única intención de humillarla— ¡PLAFFFFFFFFFFF!— otra terrible bofetada se estampó en la mejilla de Vianey.

— ¡AUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUU!— se lamentó la pobre. Carmen acababa de otorgarle otro rasguño, uno más en la cara.

En verdad que Vianey lucía cada vez mas horrenda, su cara estaba llena de cicatrices de quemaduras y rasguños; no cabía una marca mas pero Carmen había encontrado espacio para dejarle marcada la cara con otro rasguño.

— ¡Te hice una pregunta putita!— le dijo con desprecio— ¿En donde está tu corona de puta?;
Vianey intentó vagamente balbucear algo pero Carol se le adelantó.

— ¡Ahhhhhh se la quité por un rato, es que Lili está en su periodo entoooooonces!— exclamó Carol muy divertida— Vianey, ya sabes, se emplea a fondo con la higiene jajajajajajajajajaja. ¡Miserable!— se carcajeó cruelmente mirando a su prima despectivamente y complementando al final mientras se reía en complicidad con Liliana— ¡Ya te imaginas hermana!; te lo he dicho, en estos casos Vianey suple y pasa a convertirse en una toallita higiénica, en nuestra toalla higiénica multiusos, portátil y desechable.

— ¡Jajajajajajajajajajaja!— se rieron todas al recordar el humillante uso al que sometían no solo a Vianey sino también a Ruth en cuanto Carol, Liliana o hasta Carmen se encontraban en su periodo menstrual.

— ¡Bueno!— expresó Carmen— Pero ahora no sirve como toalla, en fin, pónsela cuando gustes Princesa.

Carol le sonrió a su hermana, le encantaba que le llamen “Princesa”; entonces, repentinamente cambió de humor pasando de su sonrisa a una expresión un tanto enojada y me llamó a gritos.

— ¡Blaaaaaaaaaaaaaack, estúpido Black en donde mierda te metes!;

Salí disparado avanzando tan rápido como pude, mejor dicho, como mi condición de ir gateando me permitía avanzar al llamado de mi ama; me situé presuroso ante sus divinos pies e intenté besárselos pero el humor, ese bendito humor imprevisible que tiene mi ama y que no entiendo y creo que nunca entenderé, no se llevaba nada bien conmigo a lo que me impidió que le besara los pies y en lugar de eso me levantó por mi largo cabello y me estampó dos impactantes cachetadas que me dejaron las mejillas ardiendo.

— ¡Coño!; ¿Te tengo que repetir que siempre te quiero detrás de mí?; ¡A MIS PIES!; ¿Por qué mierda estabas hasta el rincón y por qué mierda tardas en llegar cuando te llamo?;

— ¡Perdóname hermosa ama pero si tú misma me mandaste al rincón!— me defendí apostando en la confianza y en el cariño que se que mi ama me tiene, lo malo es que a veces se olvidaba de ello.

Para mi fortuna; su hermana Carmen intervino a mi favor pues lo dicho, dentro de todo, esa familia me apreciaba y creo que también nunca llegarían a entender mi loca mentalidad y decisión de entregarme por mi propia voluntad al capricho de una jovencita mimada, cruel y caprichosa como lo era y es mi ama Carol, pero ante todo eso; ¡Cómo es de hermosa!, la adoro en cuerpo y alma.

— ¡Insolente Black, eres un mentecato y un grosero!, ¡Zasssssssss!— mi ama me sorprendió con otra bofetada y estaba dispuesta a propinarme muchas mas hasta que su hermana me defendió.

— ¡Ayyyy ya Princesa cómo eres de mala, pobrecito, no es para tanto!;

Carol detuvo las bofetadas pero aún me tenía sujeto de mi cabello.

— ¡Ve por la maldita corona de ésta perra!— me ordenó mirándome fijamente con esos ojazos miel que le pertenecían. Enseguida escupió con desprecio en el piso y me despidió con una suave cachetada advirtiéndome— ¡Black, si al regresar con la corona mi saliva ya se ha secado en el piso, te juro que tú llevarás esa corona en tu cabezota por una semana!;

Salí disparado pues sabía que mi ama no vacilaba conmigo pero me sentí confortado al subir las escaleras y alcanzar a escuchar que de nuevo Carmen me defendía.

— ¡Noooooo Princesa, no seas así con el pobre, mira que castigarlo con la corona, ay no, no Princesa!; ¿Qué no te da lástima?;

Me detuve un instante mirando atrás con sumo interés en oír la respuesta de mi ama; con desilusión la vi subir los hombros berrinchudamente. Seguí mi camino y alcancé a oírla decir— ¡Que se joda, para eso es mi esclavo, para complacerme y si no lo hace al 100% entonces que no se queje!;

Tan rápido como pude, me encontraba de nuevo a sus pies con dicha corona mirando nervioso que no había rastro de saliva en el piso. Miré asustado a mi ama y respiré aliviado al verla sonreírme y acariciarme mi cabeza.

— ¡Tranquilo querido!; no te castigaré como te había dicho pero eso sí, te mantendré tan solo comiendo mis sobras por una semana; ¿Entendido?;

— ¡Sí mi hermosa ama!— le agradecí besándole sus suaves y delicadas manos.

— ¡Bueno bueno ya está bien Black no seas tan barbero!— bromeó conmigo revolviéndome mi cabello.

Volví a besarle sus manos; cambiarme el llevar la corona por una semana a mantenerme comiendo sus sobras era mucho más que un buen trato. Sí lo sabré yo que fui quien confeccionó dicha corona.

Pobre Vianey; en verdad que la compadezco. Entregué la corona a mi ama y ésta continuó bromeando conmigo.

— ¡Bien, buen chico, anda, puedes olerme los pies tantito, olerme no babearme ehhhh!;

— ¡Sí ama!— le contesté un poco apenado. Mi ama sabía muy bien cuanto disfrutaba con sus pies y de vez en cuando me gastaba una que otra broma ridiculizándome a causa de mi fetichismo.

— ¡Acércate Vianey!— le habló burlona Carol; ésta sin otra opción obedeció gateando, entonces Carol le acomodó la corona. Vianey lloró amargamente.

¡Pobrecita!; por órdenes de mi ama yo había improvisado algo parecido a una corona que lejos de serlo se trataba de unos alambres, de esos llamados alambres de púas; los había enrollado muy bien formando un aro a la medida de la cabeza de Vianey y rematando mi pequeña labor, le había incrustado infinidad de tachuelas a dicho aro imitando una verdadera corona de tachuelas.

De manera que el solo ajustárselo en la cabeza era sinónimo de sufrimiento y Carol y su hermana la obligaban a llevarla casi todo el tiempo sin importarles en lo mas mínimo oírla chillar y verla con la cara marcada y sangrando.

Y no contentas complementaban su humillación con una banda en su cuerpo que tenía escrito: “Miss Puta”. Vianey se humilló a los pies de mi ama apegándose a la degradante costumbre que tenía que vivir cada vez que le ponían la corona.

— ¡Gracias ama, la llevo con orgullo!; Carol tan solo le sonrió con desprecio.

— ¡Claro que la llevas con orgullo pues refleja lo que eres, UNA PUTA!— le dijo Carmen al momento que le acomodaba la banda que yo había traído junto con la corona.

— ¡Sí, así está mucho mejor putita!; ¿No te parece tía?; ¡Ahí tienes a tu reina jajajaja!— se carcajearon todas de nueva cuenta, marchándose a sus actividades que no eran muchas.

Carmen pasó a mi lado y me susurró— ¡Sígueme maldito pervertido, éstas botas me están matando y debo tener los pies sudadísimos, uyyyyy que malo para ti!; ¿Verdad?— me comentó burlona.

Le sonreí y como respuesta besé sus botas, esperé la autorización de mi ama y entonces me dispuse a seguir a su hermana para que me permitiera gozar con la esencia de sus pies.

Liliana y Carol permanecieron en la sala contemplando el lamentable aspecto que Vianey les ofrecía mientras que disfrutaban de un refrigerio para después castigarla con la fusta y antes de eso decorarla marcándole su nombre en su piel con los tacones.

No tenían ninguna prisa en hacerla padecer tal tortura y Vianey lo sabía muy bien al igual que sabía que el sufrimiento que se le avecinaba era inevitable y como no tenían prisa alguna, me permito en ese lapso redactar todo lo acontecido hasta llegar a estas instancias con el fin de aclarecer el panorama, tratando de apegarme lo mejor posible a lo que mi ama me platicó y a mi propia experiencia de vida a lado de ella antes de ser su esclavo.

Continuará…………………………………………..

martes, 1 de marzo de 2011

CAMBIANDO EL DESTINO 22

Rebeca fue en busca de una sirvienta para que preparasen al joven pero perdió valiosos minutos al arreglar detalles, pues Julio que conocía perfectamente a Rubí; al verla un tanto borracha, sabía que estaba sensible a las súplicas y en el tono más sumiso le imploró que se apiadara de él.

¡Por favor Rubí no me hagas esto, tú bien sabes que desde que me han esclavizado me he sometido en cuerpo y alma a servirte y adorarte, por piedad compadécete de mí, por piedad!;

Rubí lo miró. Las palabras del chico surtieron algo de efecto, al menos lo miraba con ternura.

¡Sí pero me has fastidiado Julio, además ya no te uso sexualmente o sea, te haré un favor!; el joven no habló, tan solo restregó su cara como un perro sobre los pies de Rubí.

¡Ay coño cómo eres Julio!— comentó Rubí carcajeándose con suma alegría— ¡Sabes que me encanta que me ruegues restregándote como un perrito!; ¿Verdad?; Jejejejejejeje.

¡Sí ama!— contestó Julio— ¡Soy tu perro ama, tu esclavo, no necesitas someterme haciéndome sufrir tal castigo, te amo Rubí y te amaré aunque me castres pero te lo imploro por el amor que dices tenerme, por el tiempo maravilloso, por los buenos momentos como novios que mira que son varios, no me castres ama, no lo hagas!;

A eso llegaba Rebeca con dos sirvientas quienes sometieron a Julio a base de latigazos; se lo llevaban a gritos, el joven no dejaba de implorarle piedad a Rubí; al final y justo a tiempo, Rubí se la concedió.

¡SUÉLTENLO!— gritó Rubí.

¿Queeeeeeeee?— volvió a montar en cólera Rebe— ¡Coño Rubí basta, Julio es mi hermano y yo no soy tu burla o sea que lo castro por que lo castro!;

Rubí tan solo miró fijamente a Rebeca y le habló una sola vez, de nueva cuenta haciéndole ver, restregándole en la cara quien pesaba más.

¡Julio me pertenece, es mí esclavo y no, no eres mi burla, simplemente cambié de parecer, me ha suplicado y he decidido aceptar sus súplicas, no habrá castración ni para él ni para Nemesio, eso es lo lindo de tener esclavos, de que puedo hacer con ellos lo que quiera y hoy me apetece compadecerme de ellos!;

Rubí dejó plantada a Rebeca. Se marchó pasando junto a Julio quien al momento se dejó caer a los pies de la hermosa joven para cubrírselos de besos. Rubí le sonrió y ordenó a la sirvienta mientras le acariciaba la mejilla al joven con su pie— ¡Denle de comer algo decente y una cerveza!; Últimamente me he portado fatal contigo Julio y quiero que sepas que estoy orgullosa de ti, por que a pesar de todo, nunca vi en ti un solo indicio de reproche ni rebeldía a pesar de la humillación a la que te he sometido exigiéndote que me veas follar con Nemesio.

¡Te amo Rubí, te amo!— le confesó Julio sinceramente sin dejar de besarle con verdadera devoción los pies.

¡Lo se amor, lo se!— le respondió Rubí con una bellísima sonrisa y se marchó seguida por Peque a su habitación.

Transcurrida dicha actividad, las cosas volvieron a la normalidad y el ambiente entre todas se tornó tranquilo.

Peque y luego el propio Nemesio contaron a Sarahi lo ocurrido. Sari se mostró apenada, evidentemente no se acordaba y prometió a Nemesio que jamás lo castraría al igual que agradeció a Rubí su intervención; ésta le sonrió y se burló de ella bromeando en presencia de Julio que no los quería ver revolcándose pues entonces sí castraría a Julio.

Todo era broma, ni Rubí ni Sarahi tenían en mente someter a tal acto tan injusto a ninguno de esos dos jóvenes pues no podían negar que los pobres no hacían otra cosa que adorarlas, besando hasta el suelo que ellas pisaban.

Rebeca comprendió y aceptó y sobretodo controló sus celos olvidando aquel insignificante incidente con Rubí y dio por olvidada la loca idea de castrar a Nemesio o a Julio y su relación tanto con Rubí como con Sarahi volvió a ser de maravilla.

SARAHI VENCE AL DESTINO.

¡Lo había conseguido!; El tiempo, sí, el tiempo; aquel buen amigo que solo tiene una desventaja, no se detiene y una importante advertencia, si lo desperdicias, ¡Te mata!;

El tiempo siguió su marcha y Sarahi nunca desperdició un solo segundo de tiempo en su corta vida y la recompensa a ello fue que lo logró, a lo largo de éste caminar, pasado el tiempo lo había logrado; había vencido a su destino con ayuda de Rubí en especial y de su astucia y esas ansias de devorarse al mundo.

Nunca se rindió, siempre estuvo dispuesta a morir de pie que vivir de rodillas y aunque tuvo sus altas y bajas; ¡Vaya que las tuvo!, al final no podía quejarse para nada de su vida.

Vivía a lado de Rebeca a quien ciertamente sí quería; lo mas importante para ella, gozaba de una mas que estable independencia económica; continuaba viviendo con Rubí, de echo Rebeca prácticamente se había mudado a casa de Rubí al igual que Peque.

Sarahi se mostraba fiel a sus raíces; implacable con sus enemigos y un amor con sus aliados. Desgraciadamente para ella, su madre era un enemigo a quien afortunadamente ella había vencido.

Sarahi jamás le perdonó a su madre aquella miseria a la que la sometió bastante tiempo y a la cual pretendía someterla de por vida al servicio de la difunta doña Rosa.

Yolanda se resignó y mas que nada se hundió en la mas penosa servidumbre a las órdenes de su hija quien no escatimaba en castigarla y no le perdonaba una sola falla a la señora; la pobre se resignó a vivir según el capricho de su hija a quien nunca mas volvió a llamarla hija ni mirarla a la cara pues lo tenía mas que prohibido.

Sarahi al deducir que Norma estaba muerta en vida y obsesionada con ella; decidió castigarla una vez mas haciéndole un daño definitivo. Para Sarahi, Norma ya no existía; con un solo ojo y enferma a causa de castigos físicos y emocionales, se deshizo de ella regalándosela a Yadira, la madre de Rebeca quien gustosamente le exprimiría hasta el último respiro a Norma antes de su muerte.

Ni que decir lo que lloró y sufrió Norma al verse separada de su ama Sarahi, pero a su ama, ella no le importaba para nada. El ganón en todo esto fue Nemesio quien a pesar de haber renunciado a su libertad, llevaba una vida tranquila; su madre permanecía estable y él casi no era castigado.

Nemesio daba gracias a Dios por haberle caído bien desde un principio a Rubí, aún así le temía pues bien sabía que si había una palabra para definir a Rubí, esa palabra era sin duda: “Imprevisible”.

Meses después, la actividad diaria transcurría rutinaria y normal en la propiedad de Rubí que descansaba cómodamente junto a Sarahi en dos sillones en el jardín. Rubí mataba su tiempo aventando al aire una sandalia y Nemesio y Julio competían en quien la cachaba en el aire y se la entregaba primero.

¡Tres a cero en tu contra Nemesio, venga o te avivas o te avivo con el látigo!— lo amenazó en broma Rubí— ¡Bueno ya está bien, acérquense perritos!;

Los chicos sudados y agotados avanzaron a gatas hasta situarse justo ante los pies de Rubí quien riendo en complicidad con Sarahi, ofreció a Julio un plato con jamón y queso; éste lo devoró no sin antes besarle los pies a su ama. Rubí le acarició el cabello mientras lo observaba devorarse el contenido del plato.

Enseguida Rubí miró burlona a Nemesio y le ofreció el plato del perdedor, el cual contenía comida de lata para perros. El chico resignado besó al igual en agradecimiento los pies a Rubí y se dispuso a batallar con su plato. Rubí y Sarahi los observaban con cierta pena.

¡Miserables!— expresó despectivamente Sarahi.

Rubí sonrió y comentó— ¡Miserables igual que ella!— haciendo referencia a Yolanda que permanecía postrada en el piso con el rostro pegado, enterrado en las lujosas sandalias de Sarahi— ¿No te da pena su situación?— le preguntó interesada Rubí.

¡Si yo no le inspiré pena siendo tratada cómo lo fui tiempo atrás viviendo en la miseria, te aseguro que ahora ella no me conmueve en lo absoluto!— contestó al instante Sarahi mirando fijamente a su madre— ¡Cálzame!— le ordenó secamente, pateándole la cabeza.

Cómo un robot, Yolanda se incorporó quedando de rodillas. Sarahi mantenía estiradas las piernas; la señora que por ser su sirvienta no dejaba de ser su madre, le lamió las plantas con devoción, con miedo, le temía a su hija. Sarahi la pateó con crueldad de nuevo.

¡Cálzame he dicho!;

Enseguida sin tallarse la cara, la calzó perfectamente, tan solo utilizando su boca; ¡Así de sometida la tenía Sarahi!; Rubí observaba todo con mucho morbo y sonrió orgullosa de su discípula al oírla decir— ¿Querías lamer?; ¡Bueno, pues lame las sucias suelas de mis sandalias como la sucia perra que eres!;

Sarahi permaneció toda desparramada al igual que Rubí por un rato mas, haciendo tiempo para ver a Rebeca y mientras se deleitó con un cigarrillo observando a su madre humillarse tan vilmente lamiéndole las suelas de sus sandalias y no, la chica sentía de todo por su madre excepto pena y compasión.

¿Listo, amores?— se burló Rubí de Nemesio y Julio al verlos dejar mas que relucientes sus respectivos platos— ¡Mmmmmm Mantecoso, no te veo muy satisfecho!; éste tan solo pegó su rostro sobre las sandalias de Rubí.

¿Qué crees?; ¡Ánimo coño, me estoy cagando jajajajajajajajajajajaja!; ¿Te importa Sari?; ¡Voy a cagar aquí pues tengo dos baños portátiles a mi disposición jajajajajajajajajaja bueno, tres con Yolanda!;

¡Mmmmmm sí, la verdad si me importa, hay te ves!— le contestó risueña Sari apagándole el cigarro en la cara a Yolanda. Antes de marcharse preguntó con curiosidad— ¿Y quien es el elegido hoy?;

¡Pues Mantecoso!— expresó con maldad Rubí.

¡Ayyyyyyyyy Rubí qué mala!, ¡POOOOOOOOOOOOBRECITO!— le dijo Sarahi riendo y mirando con pena a Nemesio, incluso abrazándolo pues ella llevaba un tiempo considerable sin usarlo como inodoro y sintió pena al ver que cuando no era ella, era Rubí quien lo sometía a tan desgraciada manera de usarlo.

Rubí se plantó frente a Nemesio y le habló burlona y altanera.

¡Sabes que si quisiera podría evitarte éste trato!; ¿Qué dices a eso?; ¿Quieres que me marche al baño a hacer mis necesidades o prefieres complacerme?;

¡Eres mi ama Rubí y solo vivo para obedecerte!;

¡Mmmmmm buen chico, abre el hocico!;

Nemesio totalmente entregado se echó al piso bocarriba mientras que sin poder evitar su pesar, observaba a Rubí agacharse hasta dejar su trasero justo sobre su boca y avisándole lo que se venía con un oloroso pedo.

¿Qué Sirvientita, por que coño no te vas?— le preguntó Rubí burlona.

¡Eeeeeeeeeesssss que también ya me entraron ganas!— contestó roja Sarahi.

¡Jajajajajajajajajajaja!— Rubí se carcajeó. Sarahi tan solo se tronó los dedos y al momento tenía a su disposición a Julio y a Yolanda; eligió a Julio, no sin dejar libre de ocupación a Yolanda.

¡No te apures perra, tú te encargarás de limpiarme el culo de mis heces con la lengua!; Pero tú Julio, a ti te toca comértelas— aclaró Sari a ambos sus labores.

Momentos más tarde, Sari se marchaba a casa de Rebeca en compañía de Rubí. Al salir, Julio y Nemesio las esperaban postrados en el piso.

¿Qué tal perritos, se lavaron bien el hocico?— les preguntó risueña Rubí.

¡Sí ama!— respondieron los dos.

¡Bueno!— continuó Rubí— Pues andando a lo mejor en casa de Rebeca les toca tragarse otra ración jajajajajajajajaja; ¿Qué les parece perritos?;

¡PARA ESO ESTAMOS AMAS, PARA ESO VIVIMOS, PARA SERVIRLAS, PARA ADORARLAS!— exclamaron ambos en perfecta sintonía y complementando sus palabras besándole los pies a Rubí y a Sarahi quienes muertas de la risa le aplastaron ligeramente las cabezas a sus esclavos; Sarahi a Julio y Rubí a Nemesio.

¡Sí, bueno coño ya vámonos!— expresó Sarahi riendo a Rubí y marcharon hacia el auto para ir a casa de Rebeca, seguidas a cuatro patas por sus fieles esclavos, a quienes gentilmente les permitieron vestirse un tanto decente para salir y acomodarse en la parte trasera del auto.


FIN.

BLACK.