lunes, 22 de marzo de 2010

¡QUE VACACIONES!

Ya hacia un buen tiempo que el buen Carlos llevaba ahorrando su dinero, pues soñaba con darse unas merecidas e inolvidables vacaciones y el lugar ya estaba decidido: “Cancún” , un lugar paradisíaco con antros, bares, centros nocturnos para escoger, en fin lugares de sobra para divertirse para una persona joven, soltera y aventurera como lo era Carlos a sus 30 años con un negocio propio de computadoras; pero los gastos que nunca faltan le habían impedido ya varias veces realizar este viaje pero ahora todo estaba listo y sin pensarlo mas se tomaría unos días para vacacionar con sus ahorros que logró juntar sabia que podía pasársela como rey y decidió ir solo pues la compañía femenina que era la que le importaba ya la conseguiría ahí comportándose como todo un galán.

Fue un jueves en la tarde cuando Carlos llegó a Cancún, siempre lo recordaría pues lo que le iba a suceder nunca lo olvidaría siendo la primera vez que estaba ahí solo y despistado comenzó a recorrer algunas calles y al toparse con un bar decidió tomarse unas cervezas y comer algo, ya dentro del bar se dedicó a preguntarle al mesero que lo atendió sobre lugares para salir en la noche, pero Carlos aprendería una valiosa lección que le serviría para toda su vida: ¡no confiar en desconocidos!; pues ante la vista del mesero se dispuso a contar su dinero ya que el no manejaba tarjetas de crédito, ¡no le gustaban!, no había comparación con andar su dinero en efectivo así que al sacar una nota de su billetera el mesero se dio cuenta de la cantidad de billetes que este andaba mientras Carlos se entretenía viendo los datos de la nota que eran de la única persona que conocía en Cancún.

Se trataba de Alejandra a quien tenia unos años atrás que había conocido en unas conferencias relacionadas con su trabajo en Monterrey en donde vivía Carlos y al estar en el mismo equipo de trabajo intercambiaron datos; Carlos la recordaba muy bien: blanca de color, cabello rizado negro, de la misma edad que el y bueno sin tener las medidas perfectas ni mucho menos ser una reina de belleza gozaba de una magnifica figura y hasta donde sabia era soltera y lo mejor ¡vivía sola!, ¡tenia que visitarla!; ya habría tiempo.

Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando el mesero le habló para preguntarle:

¿Gusta algo más?; a lo que Carlos respondió: ¡no!, es todo. Pagó su cuenta y salió de aquel bar ya cuando había anochecido y algo relajado después de unas cuantas cervezas, pero apenas había avanzado unas cuadras pensando en que hacer cuando fue interceptado por dos sujetos que sin perder el tiempo lo llevaron a empujones y golpes hacia un callejón sin que nadie lo viera, todo fue muy rápido en muy poco tiempo Carlos fue machacado a golpes y patadas y despojado de su reloj, billetera, prendas; incluso su camisa quedó toda rota, los sujetos se dieron a la fuga dejando a Carlos tirado en la calle todo sucio y sangrando.

Como suele suceder en la mayoría de estos casos después de un rato fue auxiliado por una patrulla que de poco le sirvió pues al ver que no estaba herido de gravedad le dijeron que lo sentían pero no lo podían ayudar mucho y menos con dinero; Carlos estaba muy triste al borde del llanto y de la impotencia que sentía sentado en una banqueta sin un solo peso en su bolsa, sus sueños y sus lindas vacaciones se habían esfumado y lo peor ¡como coño regresaría a su casa!, si las mismas autoridades le dijeron que no había de otra que ver donde buscarse una chamba y juntar para su pasaje.

De pronto pensó en Alejandra y su mundo se le iluminó ¡claro!, ella lo ayudaría y suerte que había memorizado sus datos preguntando logró buscar la casa que al final no estaba tan lejos de donde lo habían asaltado; Carlos respiró profundo al estar frente a la casa.

¡Vaya!— exclamó Carlos a la chica le debe de ir muy bien, un auto deportivo en la puerta y una casa que desde fuera se le podía notar los lujos que debía tener por dentro. En ese momento Carlos se dio cuenta de su aspecto con la ropa sucia y rota, sin un peso y aun con la cara hinchada por los golpes, pero no había de otra tenia que presentarse así ante Alejandra se acercó y tocó el timbre, apenas amanecía después de unos tres toques le abrían la puerta.

¡Por todos los ángeles que deben haber en el cielo!— pensó Carlos ¡que belleza era Alejandra!, con una blusa blanca sin mangas, pants azules y descalza.

¿Si?— preguntó esta sin abrir bien la puerta al ver el aspecto de Carlos;

¡Alejandra, hola!, ¡soy Carlos!; pero esta casi cerró la puerta diciéndole:

¿Perdón?, ¡no te conozco!, Carlos se desesperó;

¡Oh, que si! nos conocimos en Monterrey en las conferencias ¿recuerdas?— dijo Carlos,

Alejandra lo miró sorprendida y después de meditarlo dijo:

¡Ah!, ¿Carlos?, ¿pero que te ha pasado?,

¡Por favor!, déjame explicarte ¿puedo pasar?— preguntó Carlos empujando suavemente la puerta.

¡Supongo!— le contestó Alejandra no muy convencida.

Carlos no perdió tiempo y rápidamente le explicó su situación y le pidió su ayuda y que le prestara el dinero que necesitaba para regresarse a su casa.

¡Oh, que pena contigo!— exclamó Alejandra al oír a Carlos y seguro que ¿no quieres ir a un hospital?,

¡Eres muy amable!— le respondió Carlos pero no te preocupes con que me prestes para regresarme te estaré eternamente agradecido y apenas llegue a Monterrey te deposito el dinero a tu cuenta.

Alejandra caminaba de lado a lado pensativa y al entender de Carlos pareció acceder a que lo ayudaría pero de pronto mirándolo muy interesada le preguntó:

¿Y dices que no tienes a donde ir? y ¿qué no conoces a nadie mas que a mi?;

¡Si, así es?— contestó Carlos, por eso es que estoy tan desesperado pero gracias al cielo que di contigo;

Alejandra le sonrió ¡pues si Carlos!— le dijo dudosa si podría ayudarte es solo queee;

¿Si?— preguntó Carlos algo intrigado, te digo que apenas llegue a Monterrey te depositaré el dinero,

¡Es que ese es el problema Carlos!— le contestó Alejandra, verás en realidad no te conozco; solo por intercambiar opiniones y datos en una conferencia no te puedo considerar como a un amigo.

Carlos se desmoronó, ¡oh, por favor Alejandra!, no digas eso te juro que yo te regresaré ese dinero ¡te lo juro!— le suplicó Carlos, pero no me digas esto ¡sin ti estoy perdido!;

Una sonrisa perversa se dibujó en el rostro de Alejandra al oír estas palabras ¡bueno!, quizás podría ayudarte pero tendrías que hacer algo por mi o más bien por ti— le contestó Alejandra,

¿No entiendo?— preguntó Carlos,

¡Si!, si quieres el dinero vas a tener que ganártelo— le respondió Alejandra,

¿Cómo?— preguntó aun más intrigado Carlos;

Alejandra se sentó cómodamente en un sillón cruzando las piernas y muy sonriente le dijo:

Pues para empezar ¡quiero que me ruegues para que te ayude!,

¡Queee!— gritó Carlos muy confundido ¿es una broma verdad?, ¡tiene que serlo!, ¡no puedes hacerme esto!, ¡somos amigos!,

¡Error!— le contestó Alejandra ya te dije que no somos amigos, ¡solo eres un conocido!— le dijo algo despectiva; además ¿quién me asegura que en verdad me regresarás mi dinero?, mejor me divierto contigo un rato y asunto arreglado y después de todo ¿no te veo tan desesperado?,

¡Por dios Alejandra!, pasé toda la noche sin dormir y sin comer en la calle no conozco aquí a nadie mas que a ti por eso vine aquí y dices ¿qué no estoy desesperado?— le respondió Carlos muy agitado.

Pues si lo estuvieras cuando menos ya estarías de rodillas ante mi rogándome mi ayuda— le contestó una sonriente Alejandra.

Carlos estaba a punto de llorar, ¡no pensé que fueras así!— le reprochó; pero Alejandra se burló de el diciéndole:

¿Cómo?, ¿maravillosa?, ¿atractiva?, ¡así es como soy! o ¿cómo piensas que soy?;

Carlos muy molesto le dijo: ¡así que esa es tu diversión! verme humillado ante ti sin importarte todo lo que me pasó.

¡Oye, velo de este modo!— le contestó Alejandra riendo y ¡piensa!, no conoces a nadie mas aquí y suponiendo que yo no quiera ayudarte dime ¿qué harías?, lo mas seguro es que termines mendingando por una moneda en la calle ¡si!, tendrías que pedir caridad a extraños para juntar para tu pasaje ¿qué prefieres?; denigrarte ante extraños siendo motivo de burlas y desprecios o ¡humillarte ante mi!— concluyó Alejandra soltando una carcajada; además siendo sincera contigo ¡siempre me ha excitado la idea de dominar y humillar a un hombre!, en el trabajo siempre gozo cuando doy una orden a un compañero varón que tenga un cargo inferior al mío pero no es lo mismo en cambio ¡tu eres el candidato perfecto!, ¿qué opinas?, yo satisfago un capricho y tu obtienes lo que necesitas para regresarte a casa.

Carlos no hablaba hasta que Alejandra fastidiada agarró su celular y le dijo:

¡Arrodíllate Carlos! o ¡lárgate!, pero no me hagas perder el tiempo decide o llamo a la policía.

Carlos entendió que no había de otra y lleno de rabia cayó de rodillas oyendo como cruelmente Alejandra aplaudía y reía,

¡Muy buena elección!— le dijo Alejandra sin dejar de reírse, ahora ¡ruégame que te ayude!— concluyó y se levantó del sillón para contemplar a Carlos arrodillado ante ella.

Con un hilo de voz Carlos le dijo: ¡por favor Alejandra, te lo ruego!, ¡ayúdame!;

Alejandra sonreía, el buen Carlos ¡sí, ya te recuerdo bien!, con saco y corbata en las conferencias mírate ahora ¡que patético!— se burlaba de el;

¡Bien, Carlitos!, ¡lo has hecho muy bien!; pero has de entender que este pequeño acto ¡no cubre el favorzote que yo te voy a hacer!— le comentó Alejandra.

Carlos la miró sorprendido ¿y ahora que?— le preguntó,

¡Verás!, curiosamente— continúo Alejandra hablando, hoy que tú te apareces es el día de descanso de mi sirvienta así que te propongo esto: ¡trabajar para mi solo por hoy como mi sirviente! y mañana temprano te doy el dinero para que viajes.

¡Lo que me faltaba!— contestó Carlos muy molesto, ¡bien!, acabemos con esto— concluyó Carlos intentando levantarse; pero Alejandra le dijo:

¡Espera!, ¿quién dijo que te levantes?; Carlos totalmente apenado y humillado volvió a su posición de rodillas.

¡Obediencia, Carlos!, esa es la clave recuérdalo— le dijo Alejandra burlescamente, ¡vamos a sellar el trato! ¿quieres?; Carlos asintió con la cabeza y Alejandra con una sonrisa cínica le dijo:

¡Bésame los pies y el trato quedará sellado!; Carlos se enfureció ¡ya basta Alejandra!, ¡no mas burlas!— le gritó puedo hacer las labores en tu casa como un empleado incluso ya te divertiste viéndome de rodillas ante ti pero no voy a ser parte mas de tus burlas— concluyó Carlos un poco mas calmado.

¡Bueno, Carlos!, ¡lo intenté!— le dijo Alejandra dándose la vuelta, no digas que no quise ayudarte; lleno de nervios Carlos le suplicó:

¡No, espera!, está bien lo haré si eso es lo que quieres lo haré pero promete que me ayudarás,

¡No prometo nada!, ¡tendrás que confiar en mi! y si no te conviene ¡lárgate!— le gritó Alejandra cruzada de brazos esperando ver a Carlos de nuevo humillándose ante ella y con una sonrisa de triunfo en su rostro.

Carlos se le acercó caminando de rodillas e inclinándose le besó su pie, un bonito pie con las uñas pintadas de rosa, pero que Carlos no notó al sentirse tan denigrado y con asco apartó su cara, pero Alejandra le dijo:

¿Y el otro pie Carlos?, ¿es que solo tengo uno?; Carlos la maldijo por dentro pero se volvió a humillar y aun con repulsión le besó el otro pie.

¡Muy bien!— le dijo Alejandra solo para humillarlo mas, ¡bueno!, de ahí al fondo está el baño ve a ducharte ¿traes calzoncillos?— le preguntó irónicamente como si estuviera apenada,

¡Si!— respondió Carlos algo ruborizado. ¡Bueno!— le dijo Alejandra pues tira esos trapos sucios que andas y te quedas en calzoncillos, ¡caray!, lo ves ¡hasta ropa nueva te voy a salir comprando! y solo por darme unos besos en mis lindos pies; eso en la calle no lo hubieses conseguido Carlos aunque te hubieses puesto a llorar como una magdalena ante la gente— concluyó Alejandra con su burla.

¡Si, claro!— murmuró Carlos dirigiéndose al baño,

¡Ah, Carlos!— le habló Alejandra, si no sales en cinco minutos llamo a la policía o a los vecinos para que te saquen; ¡no es necesario!— respondió Carlos indignado.

Al salir del baño Alejandra lo llevó a la cocina. ¿Sabes cocinar?— le preguntó a Carlos, el cual asintió con la cabeza.

¡Bueno!, pues esmérate ¡me muero de hambre! y por estar oyendo tu patética historia ni siquiera he desayunado, quiero tostadas, huevos con jamón, pan con mantequilla ¡ah! y agua de limón— concluyó Alejandra; Carlos resignado ni siquiera contestó y se limitó a complacer a la joven deseando que ese día pase volando.

En un rato el olor a los huevos con jamón, tostadas y mantequilla hizo que Alejandra se dirigiera al comedor, todo estaba servido incluyendo una fresca jarra de limonada sin decir nada Alejandra se dispuso a desayunar, al no invitar a Carlos este lo hizo por si solo.

¡Que diablos haces!— le gritó Alejandra al ver que Carlos se disponía a sentarse también para desayunar.

Carlos le suplicó: ¡por favor Alejandra!, me muero de hambre serias tan gentil de permitirme desayunar. ¡Si! pero después de mi— le gritó despectivamente; Carlos se quedó humillado de pie a un lado de ella observando como esta le daba gusto a su paladar devorando todo con verdadero apetito hasta saciar su hambre y ante el asombro de Carlos vio como esta fue desperdiciando lo que había quedado pues le daba pequeños mordiscos a las dos tostadas que habían sobrado dejando solo una parte de ellas, al igual que hizo con los huevos de los que casi no dejó nada y viendo a Carlos con una cara de burla le ofreció prácticamente las sobras de su desayuno;

¡Provecho!— le dijo riendo. Carlos intentó hacerse el fuerte respondiéndole:

¡Ni pienses que me voy a comer esa porquería!;

¡No estás obligado!— le contestó Alejandra, pero ni creas que te voy a dar otra cosa para comer ¡eh!, ya suficiente tengo con el dinero que te voy a dar para que encima me gastes la despensa de mi semana. Alejandra se levantó sonriente con el plato de lo que había sobrado dispuesta a tirarlo a la basura; Carlos sintió que sus tripas le reclamaban esas sobras y muy apenado con la mirada inclinada le dijo a Alejandra:

¡No las tires!;

¡Claro, como quieras!— le respondió Alejandra burlándose de el mientras escupía dentro del plato ante la mirada atónita de Carlos para después dejarlo de nuevo en la mesa. Carlos esperaba que Alejandra lo dejara solo por un momento para que no vea como el se tragaba sus sobras, pero al ver que ésta no lo pensaba hacer no tuvo mas remedio que hacerlo frente a ella y sin mirarla a la cara Carlos se devoró todo lo que había sobrado soportando las crueles palabras de Alejandra:

¡Que mas da Carlos!, total si estuvieras de vagabundo en la calle ibas a terminar hurgando en cualquier basurero para ver que comes— se burlaba de el, ¡bueno, Carlos! a ganarte tu dinero lava el baño para empezar y después friegas todos los pisos ¡anda! puedes comenzar.

Carlos no le respondió pero obedeció inmediatamente después de unas horas había quedado listo el baño y estaba fregando el último piso que era el de la sala, de rodillas con un trapo quitaba unas cuantas manchas del suelo que estaban pegadas mientras que Alejandra estaba cómodamente recostada en un mueble ojeando una revista; Carlos terminó sus labores muy agotado, Alejandra asintió con la cabeza aprobando su trabajo.

¡Muy bien Carlitos!, oye te puedo pedir un favor— le dijo Alejandra coquetamente. Carlos se sorprendió en todo el día ¡por fin!, se dignaba a hablarle gentilmente ¡si!— respondió Carlos un poco confundido por el cambio de Alejandra;

¡Mmmm!, quiero que me des un masaje en los pies, ¡me encantan los masajes en los pies!— fue la petición de Alejandra a Carlos con una bella sonrisa. Carlos quedó rojo ¡que se creía esta chica!— pensó Carlos.

Carlos, no oigo tu respuesta— le dijo Alejandra quien se encontraba de nuevo leyendo su revista,

Y supongo que si no accedo el trato se acaba— le contestó Carlos muy ofendido. ¡Supones muy bien Carlos!— le respondió Alejandra.

¡Ni hablar!— pensó Carlos quien se arrodilló junto a ella y muy incómodo y con asco se dispuso a frotarle con sus manos los delicados y bellos pies de Alejandra quien lo estaba disfrutando:

¡Sí, así Carlos!, ¡que rico se siente!; no te olvides de la parte del empeine, de pronto Alejandra soltando su revista le rozó con la planta del pie ¡la cara a Carlos!, quien ofendido apartó el rostro inmediatamente.

¿Qué pasa Carlos? ¿te ofenden mis pies?— le preguntó Alejandra melosamente a lo que Carlos respondió:

Podrías al menos evitarme las humillaciones verbales. Alejandra lo miró fijamente y le dijo:

¡Que mal por ti!, ¿no sabes que a muchos hombres les encanta el fetichismo de pies?, ¡créeme!, hay muchos que si estuvieran en tu lugar ahorita estarían babeando. ¡Pues que lástima por ti Carlitos!— le comentó Alejandra con una mueca de burla, por que lo que te voy a decir no te va a gustar, quiero que continúes con el masaje pero ya no con las manos ¡sino con los labios!;

Carlos se sobresalto ¡pero tu estás loca! ¡Alejandra, por el amor de dios!, ¡no puedes pedirme algo así!— le dijo Carlos con una mirada de súplica como si le implorara que le perdonara la vida;

¡Si puedo!, además estas en mis manos— le contestó tajantemente Alejandra soltando una cruel carcajada, ¡bueno!, mejor dicho ¡estas a mis pies! y a mi servicio así que ¡quiero que me des delicados besos por todas las partes de mis pies!, plantas, talones, empeines, uñas; por que me relaja mucho ¡me encanta que me los besen y que de vez en cuando me los laman!, en especial las plantas empieza Carlos o ¡vete al diablo!, ¡vamos!, no me veas con esa cara de estupido que tienes; ¡empieza! o grito y que mis vecinos te saquen de mi casa.

Carlos no daba crédito al modo de ser de la que creía su amiga. Alejandra lo animó:

¡Ándale ya!, anímate nadie lo va a saber, no lo eches a perder las horas pasan volando y mañana a esta hora ya estarás en tu casa sano y salvo, ¡anda!, hasta ahorita lo has hecho muy bien. Carlos se resignó y más al ver que de nuevo anochecía y pensó que si se marchaba de ahí no tenia a donde ir ni un mejor lugar para pasar la noche.

Con los ojos cerrados, tembloroso y con una mueca de asco acercó los labios y le dio un suave beso en el empeine de un pie de Alejandra, pero ésta al ver la expresión de Carlos le dio una patada en la boca con el talón de su pie indignada y le dijo:

¡Oye!, no te pido que lo hagas con una sonrisa, pero tampoco acepto esas muecas de desagrado, así que ¡empieza de nuevo! y trata de aparentar de qué lo haces con gusto sino ¡como diablos me voy a relajar! con esas muecas que haces;

¡Lo siento Alejandra!— respondió Carlos aun tallándose la boca por la patada que esta le dio, pero en verdad esto me repugna, ¡ya hago suficiente con humillarme ante ti de esta manera!, ¡nunca imaginé hacer algo tan ruin en mi vida!— concluyó Carlos inclinado totalmente denigrado haciendo una pausa para evitar que el llanto lo traicione y después continuó—pero no puedo ni siquiera intentar disimular que me gusta hacerlo.

¡Pues vas a tener que hacerlo!— le respondió cruelmente Alejandra— por que soy yo la que te va a dar el dinero y eres tu el desesperado, así que es muy claro ¡yo mando y tu obedeces!, ¡comienza!, que me estoy empezando a impacientar y no tengo por que estar aguantando tus burradas.

Carlos casi llorando sin cerrar los ojos empezó a darle suaves besos en ambos pies de Alejandra tratando de no hacer ningún gesto que pueda parecer ofensivo. ¡Mas o menos!— dijo Alejandra después de unos interminables minutos para Carlos— ahora ¡lámeme las plantas, eso me encanta!— concluyó Alejandra.

Carlos obedeció sintiéndose miserable le paso la lengua en las plantas de los pies de Alejandra quien se deleitó hasta que quiso. ¡Bien, Carlos!, ya puedes apartar la cara— le dijo Alejandra después de un buen rato de tener al pobre de Carlos lamiéndole las plantas de sus pies.

Carlos se quedó de rodillas y con la cabeza gacha ¡no podía ni quería verle la cara a Alejandra!, no después de haber caído tan bajo. Alejandra se levantó y acariciándole la cabeza le dijo:

¡Bien hecho!, apuesto que si lo haces más seguido terminará por gustarte; ¡anda!, sígueme. Carlos se puso en pie y la siguió hasta la puerta y para su sorpresa de un empujón Alejandra lo sacó de su casa.

¡Alejandra!— gritó Carlos desesperado a lo que esta se rió para después responderle:

¡No te espantes!, no es lo que crees es solo que no pienso dejarte que duermas dentro ¡no confío en ti!, puedes acomodarte en el jardín y pasar la noche ahí mañana temprano vamos a un cajero y te doy el dinero que necesitas.

¡Por favor, Alejandra!, hace un poco de frío aquí afuera te prometo que no voy a darte problemas, puedo dormir en un mueble o hasta en la cocina si quieres, ¡pero por favor!, ¡no me dejes aquí afuera!, ¡déjame pasar!;

¡No se me da la gana!— fue la respuesta de una burlesca Alejandra;

Carlos al ver que iba a ser inútil intentar convencerla le suplicó de rodillas en el jardín:

¡Por piedad!, préstame aunque sea unas sabanas para cubrirme, en verdad empieza a hacer frío,

Alejandra se asomó por la ventana y al observar a Carlos arrodillado le dedicó una de sus bellas sonrisas mostrando sus perfectos dientes blancos para decirle burlonamente:

¿Qué crees Carlos?, ¡tampoco se me da la gana! y cerró la ventana.

Ni que decir de que Carlos no durmió se la pasó sollozando acurrucado en la puerta de la casa temblando de frio y hambre fue hasta entrar la madrugada que el cansancio lo venció y pudo conciliar un poco el sueño, muy temprano unas suaves patadas en su costado lo levantaron era Alejandra vestida con una falda de tela café tipo ejecutiva, blusa blanca de mangas largas y unas elegantes zapatillas negras cerradas de tacón alto y se entretenía acariciándole la cara a Carlos con la suela de su zapato.

¡Levántate!, no que te urge viajar— le dijo y le tiró una camisa y unas bermudas ya muy usadas pero limpias que sabrá de donde las había conseguido; ¡anda, apúrate!, ¿qué pasa con la ropa?— se burló de el— querías algo de Tommy Hilfiger o de Calvin Klein.

Carlos se vistió y salieron en el auto, a unas cuadras cerca de un parque había un cajero, al bajar del auto Alejandra tiró “accidentalmente” las llaves de su auto en un charco de agua y mirando a Carlos fijamente le dijo:

¡Si quieres que vaya al cajero a sacar el dinero levántame esas llaves del charco con la boca!;

Carlos estaba furioso, pero Alejandra lo cortó gritándole:

¡Apúrate!, no estoy jugando y no se te ocurra querer hacerme algo; te aseguro que si grito cualquier persona aparecerá para auxiliarme; además Carlitos ¡no te queda ser el malo del cuento!— le dijo Alejandra burlonamente— ¡anda!, hazlo y aprovecha que nadie viene.

Carlos nervioso volteó a ver a todos lados y efectivamente comprobó que nadie venia, todo nervioso se arrodilló ante Alejandra dispuesto a complacerla aun a costa de su humillación pero al pegar la cara al charco y querer sujetar las llaves con su boca Alejandra las pisó; Carlos estaba muy asustado temiendo que alguien pasara y viera el peculiar espectáculo que estaba a punto de suceder.

¡Por favor Alejandra!— suplicó Carlos llorosamente si no quitas tus zapatos no puedo recoger las llaves, ¡por lo que mas quieras!, ¡perdóname esta humillación!;

Pero Alejandra muy sonriente le contestó:

¡Si besas mis zapatos, puede que los quite!; ni bien acabó de decirlo y Carlos ya estaba cubriendo de besos los finos zapatos de Alejandra, esta se divirtió por un instante y apartó los pies a lo que Carlos aprovechó sin pensarlo para ¡levantar con la boca las llaves del charco de agua!, quedando con la cara sucia y con las llaves colgando de sus dientes.

Alejandra riendo viéndolo con una cara de asco agarró las llaves con sumo cuidado de la boca de Carlos y las limpió en la misma camisa de este diciéndole:

¡Espérame aquí!, de pie o de rodillas ¡como quieras! y se dirigió al cajero.

Carlos recordó que aun estaba de rodillas y que alguien lo podría ver se levantó al instante pensando ¡que suerte!, que al menos nadie mas me vio mientras se limpiaba la cara. Enseguida Alejandra regresaba y le mostró a Carlos los billetes a este por fin se le iluminó la cara y levantó las manos muy contento para recibirlos; pero Alejandra le dedicó una última sonrisa y también una última burla;

¡Pues Alejandra arrugó con sus manos los billetes! y le tiró una parte en la cara a Carlos; quien apenas pudo reaccionar pues su mayor preocupación era recoger los billetes ante las burlas y risas de Alejandra quien tiró otro par de billetes que fueron a dar cerca de una alcantarilla y el resto los tiró cerca del charco de agua cayendo unos cuantos billetes dentro del charco a lo que Carlos realmente asustado se arrojo al piso para levantarlos ofreciendo un patético espectáculo y logrando que Alejandra se ría con ganas y se siguiera burlando de el;

¡Apúrate, Carlitos!— le decía carcajeándose— ¡mira, esos quedaron en el charco y se están mojando!, ¡uy! y ese ¡ya se fue por la alcantarilla! y mientras Carlos luchaba por recuperar los billetes Alejandra se subió a su auto para marcharse y ya dentro con una sonrisa le gritó a Carlos:

¡Cuídate, Carlitos!, ¡ah! y regresa cuando quieras, total ¡ya sabes como pagarme! y se marchó riendo.

FIN

Dedicado a todas aquellas personas que han establecido o desean establecer una relación Dominación/Sumisión, a los amantes del Femdom y a los que gustan del Fetichismo por los pies femeninos pero que no han podido experimentarlo realmente; quizás el personaje de Carlos no se adapte al perfil que quise expresar pero representa una situación en los que muchos se quisieran ver envueltos, encontrarse un buen día a una “Alejandra” y dejarse llevar por las emociones al igual que sucede al salir y encontrarse a una chica con unos bellos pies con las uñas pintadas y arregladas; lo que hay que luchar interiormente para contenerse y no abalanzarse sobre ella a sus pies para cubrirlos de besos y caricias.
Espero sinceramente estimados lectores que esta historia haya sido de su agrado.
BLACK.





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