sábado, 26 de noviembre de 2011

LA DIOSA, LA BESTIA Y EL BASTARDO 2

Días después, tocaban a la puerta del domicilio de Andrea. Manolo abrió y se encontró con la presencia y sonrisa de Mauricio; un niño, compañero de la escuela de su hermanita. Mau, lo llamaban comúnmente.

— ¡Quedé con Andrea para realizar nuestras labores!— le comunicó muy orgulloso y respetuoso el atractivo aunque pasado de peso niño.

— Está en su recámara con Nersy, pásale— le respondió Manolo.

Sin perder tiempo, Mau subió tan rápido como le fue posible por las escaleras. El niño era guapo pero era un auténtico globo.

Manolo; aunque no fuese su intención, era partícipe siempre de las mas que bromas, burlas y humillaciones a las que sometían a Mau entre Andrea y su mejor amiga Nersy y como casi siempre, introducían al niño a su juego favorito: “Princesas y esclavos”. Un verdadero pretexto para reírse de él y hacerlo sufrir.

Manolo intentaba leer en la sala pero desde ahí alcanzaba a escuchar las risitas tontas de las niñas y los ruegos de Mau para que se dignaran a dejarlo pasar a la habitación.

— ¿Quién es?— se oía la vocecilla de Nersy.

— ¡Su esclavo, mis princesas!— respondía el niño apenado por la cercana presencia de Manolo.

— ¿Y crees ser digno de estar ante nuestra divina presencia esclavo?— hablaba ahora Andrea.

— ¡No mis hermosas princesas pero les imploro me permitan como siervo suyo, tener el privilegio de arrastrarme ante sus pies!; sin duda el niño estaba muy bien amaestrado y ciertamente ya llevaba algo de tiempo conviviendo de esa manera a lo que se sabía el protocolo perfectamente.

— ¡Jijijijijiji!— se escucharon mas risitas tontas— ¡Puedes pasar y arrastrarte ante nuestros divinos pies, esclavo!— se oyó ahora la voz de Nersy.

El niño con la cara roja como un tomate, se acomodó a cuatro patas y gateando avanzó hacia el interior de la habitación. Andrea y su amiguita estaban sentadas a orilla de la cama y se partían de risa ante lo ridículo que lucía el gordo niño, gateando en dirección hacia sus pies.

Manolo sin saber por qué, se dejó llevar por el impulso que lo invadía y un inexplicable cosquilleo y crecimiento de su miembro a lo que se dispuso a observar mas de cerca la escena al dejar las niñas la puerta abierta y solo cuidándose de no ser descubierto.

Manolo no quería reconocer que le excitaba ver como esas dos lindas niñas humillaban y maltrataban a aquel gordito pero cada vez esa excitación iba en un peligroso aumento.

— ¡Su esclavo solicita permiso para besar los pies de las princesas!;

— ¿De verdad esclavo? ¿Te sientes digno para gozar de tal privilegio?— preguntaba riendo Andrea.

— ¡Oh mis hermosas princesas, nunca seré digno de tal honor pero ruego humildemente que se compadezcan de éste, su siervo!;

— ¡Ruega pues que te permitamos besarnos los pies, suplícalo fuerte y claro!— le indicó Nersy.

— ¡Se los suplico y se los imploro princesas; permitir a su esclavo besarles los pies!;

Después de unos instantes, las princesas se dignaron a conceder tal súplica.

— ¡Esclavo, tienes nuestro permiso para besar nuestros divinos pies, agradécenos como es debido!;

Enseguida Mau se dedicó a mostrar su agradecimiento precisamente, besándoles los deditos de los pies, primero a Andrea que era de quien estaba perdidamente enamorado y casi de inmediato a Nersy para no desatar su ira y sus celos de ser atendida en segundo plano.

— ¡Puedes lamernos las plantas esclavo al igual que entre los dedos, eres afortunado de poder conocer y saborear el olor y el sudor de nuestros pies!— le indicó claramente Nersy riendo en complicidad con Andrea.

El gordito se la pasó alrededor de unos veinte minutos lamiendo los pies de las niñas. Mau era algo así como la mascota de las dos niñas; el niño se aferraba a llamar la atención de Andrea y simplemente la obedecía en todo.

Andrea desde el día en que el gordito le declaró su amor, se dedicó a sacarle provecho y a divertirse con él; con su dolor y sufrimiento pues lo explotaba moral y físicamente.

Sin motivo alguno la emprendieron a golpes y patadas con el niño. Manolo estuvo a punto de intervenir pero decidió que lo mejor era desaparecer de ahí y apenado fue lo que hizo en cuanto con toda y su vergüenza se percató que había eyaculado en el momento en que Mau era el caballito de las niñas y las paseaba por todo lo largo y ancho del cuarto mientras Nersy trataba de patearlo en la cara y Andrea le azotaba las nalgas con su sandalia.

Nersy y Andrea se llevaban de maravilla. Nersy era la única amiguita del rumbo de Andrea; no habían mantenido relación alguna pero desde que Andrea estudió en escuela pública y dio en el mismo grupo de Nersy, se conectaron de inmediato. A Andrea le agradaba Nersy y viceversa.

Nersy era una niña muy agradable y muy linda. Andrea lejos de sentir celos, se sintió identificada con la niña pues por fin tenía una amiga cerca de casa con quien matar el tiempo y más creció la amistad en cuanto Andrea comprobó que Nersy era igual de vanidosa, caprichosa y cruel como ella.

Nersy; delgada, morena, cabello lacio y largo y una sonrisa angelical terminó por conquistar a Andrea en cuanto intercambiaron opiniones y ambas coincidieron en que llevaban una vida parecida pues Andrea era la consentida de Manolo así como Nersy era la consentida de Francisco, su único hermano mayor.

Sus padres gozaban de cierta reputación económica al igual que la mamá de Andrea que si no gozaba de una reputación mayor, ésta y la familia de Nersy, se podían considerar como las mas estables económicamente hablando de aquel rumbo a lo que sin duda, Andrea encontró a una magnífica compañera con la cual fastidiaría el doble a todo el mundo, incluido Mau, Graciela, todo el mundo.

Mau contaba con una resistencia enorme si de complacer y agradar a Andrea se trataba. El niño sabía que la ventaja que le daba el tener un rostro agraciado, moría con su sobrepeso, aun así se le declaró a Andrea y ésta lo único que le reconoció fue su valentía en comparación a otros niños mejor parecidos que Mau pero que no se atrevían a hablarle aunque se morían por ella.

Como premio y en complicidad con Nersy, le permitieron andar detrás de ellas, como su perrito y Mau comprendió a su tierna edad que aquello era ganancia, se sentía el protector de las dos niñas más populares y guapas del colegio.

El punto mayor a favor de Mau para ganarse la confianza de Andrea fue producto de unas actividades extra escolares para recaudar fondos. Las niñas vendían besos y así generarían ganancias.

Nersy apoyándose en la vanidad de Andrea, la convenció de que en lugar de besos, vendiera salivazos y bofetadas. Apostaron a que nadie le compraría tales ocurrencias.

Niños, jóvenes, adultos y ancianos presumen y mantienen su dignidad pero siempre hay alguien que se sale de la monotonía, de lo tradicional y ese fue el caso de Mau que para demostrarle a Andrea que iba en serio, fue el primero en arriesgar su dignidad y comprarle a la niña lo que ofrecía.

Andrea que con la única que mantenía buena relación era con Nersy, la invitó a participar de lo suyo y ambas rompieron las reglas, escupiéndole en la cara y abofeteando al gordito y encima ganando dinero por ello.

¡Niños! Tras poner el ejemplo Mau, ante la indignación de las niñas, varios varoncitos se entregaron rendidos a los pies de Andrea y Nersy a quien Andrea felicitó por tal ocurrencia que les arrojó buenos resultados aunque casi les cuesta la expulsión en cuanto maestros y padres se enteraron y sobretodo, se negaron a compartir el dinero.

Manolo en aquel entonces, no se la creía en lo que su hermanita se estaba convirtiendo ahora en alianza con Nersy y no, aun no se la cree aunque ese episodio tan solo lo recuerda como lo que es, un recuerdo.

— ¡PELEA PELEA PELEA!— gritaba eufórica días después Andrea brincando y bailando. Nersy le seguía el ritmo.

A unas escasas cuadras del colegio, ahí donde nadie les pudiese estropear su juego; las niñas justamente se divertían de lo lindo organizando peleas entre los niños, incluidos los mas pequeñitos; actividad creada de la perversa imaginación infantil de Andrea que lo que mas la entusiasmaba era el dinero que cobraban a los niños para tener derecho de presenciar los combates.

Nersy para no sentirse opacada, complementó la diversión aportando su granito de arena al conseguir un par de guantes de box para que con ellos, los contendientes en turno, ofrezcan una mayor actuación.

Era el turno de Mau que sacándole jugo a su corpulenta existencia, estaba simplemente haciendo pedazos a otro niño.

— ¡BIEN MAU, DESTRÓZALO!— gritaba Andrea animándolo mientras le echaba un vistazo al dinero recaudado y se lo pasaba a Nersy para resguardarlo mejor.

Mau, obediente, la emprendió de nuevo contra el niño.

— ¡Ya ya ya ya por favor!— suplicó el niño que terminó en el suelo después de un potente puñetazo en el estómago, cortesía de Mau; éste miró a Andrea y ésta con la mirada le indicó que continuara.

Mau se montó sobre el niño y continuó surtiéndolo.

— ¡Bien bien ya estuvo, suéltalo ya Mau!— ordenó Andrea luego de unos minutos— Bueno nenes, hagan sus apuestas para la última pelea del día, venga que el tiempo es oro como dice mi mamá— comentaba risueña Andrea.

Todos, rápidamente aportaron su tarifa y se decidieron por quién se llevaría el combate. Ganara quien ganara, nunca nadie recibía un solo peso aunque le atinara al vencedor pues al final Andrea, los convencía que la apuesta solo era simbólica y que lo que aportaban era parte de la cooperación para estar presentes en las peleas.

La pelea estelar la ofrecerían dos niñas de apenas ocho años y una de ellas lloraba intensamente. La niña se cagaba de miedo mientras su contrincante asimilaba mejor la situación.

Cada mañana entre los mas grandes se encargaban de escoger a los participantes para después informarles a los elegidos que participaban por las buenas o las malas; cuando se trataba de los mas pequeños, los obligaban por medio de amenazas a pelear.

Era el caso de la niñita que se cagaba de miedo pues con engaños la habían llevado hasta el lugar pactado para las peleas y de ahí no saldría hasta que cumpliera con lo que le exigían pues aun no era hora de que su mami fuera por ella a la puerta de la escuela.

Andrea y Nersy eran una peligrosa a la vez que eficiente combinación si de organizarse se trataba para algo que les daría provecho.

— ¡PELEA PELEA PELEA!— emitió Andrea el banderazo oficial del último combate con sus clásicos y graciosos brincos, corriendo y bailando alrededor de todos los presentes pero algo no la convenció del todo.

La niña que no hacía más nada que llorar, siguió en lo suyo y tan solo recibía golpes sin corresponderlos. ¡Eso no era una pelea!— pensó Andrea deteniendo todo y dirigiéndose a la niña, la empujó.

— ¡OYE MOCOSA, PELEA PELEA PELEA!— le exigió— O te daré verdaderos motivos para chillar.

— ¡Déjame ir déjame ir!— gritaba muerta de llanto la niña tratando sin éxito de escabullirse de ahí.

— ¡Claro, te marcharás cuando yo lo diga!— se rió Andrea de la reacción de la niña y mas le divirtió el hecho de que la pobrecilla se arrodilló a sus pies a llorar con mayor intensidad. Temblaba y se veía a nada de perder el conocimiento.

— ¡Levanta mocosa!— Andrea la alzó por los cabellos y en un acto de absoluta maldad, la abofeteó y la entregó a la otra niña que se veía dispuesta a machacarla.

— ¡Golpéala!— ordenó Andrea y ésta fue justamente lo que hizo. De un solo golpe la dejó tendida en el suelo y como el espectáculo debía continuar, se le fue encima.

— ¡PELEA PELEA PELEA!— continuó Andrea con su diversión.

— ¡Andrea; tu hermano!— le advirtió Mau pero ésta seguía brincando y bailando. Fue hasta cosa de unos minutos después que Andrea se percató que todos los niños y niñas se habían esfumado. Tan solo quedaban con ella; Nersy, la niña tendida en el suelo, la que la golpeaba, su fiel Mau y un enfurecido Manolo detrás de ella.

Andrea graciosamente se fue dando la vuelta hasta encarar a su hermano; lejos de alterarse, asustarse ni mucho menos mostrar rasgos de nerviosismo; en su rostro tan solo se dibujó una mueca de cinismo y burla.

— ¡Manolete!— exclamó risueña— ¡Otra vez de aguafiestas!;

— ¡Bien cariño, lo hiciste bien, dale los guantes a Nersy y búscame mañana, tal vez te obsequie caramelos!— se dirigió a la niña que de no ser por que Andrea la jaló, hubiese continuado moliéndose a la otra niña. Ignorando a Manolo, la niña se marchó y Nersy le mostró a Andrea las ganancias del día.

— ¡Bien, vámonos a la mitad!— le comunicó Andrea.

— ¡Qué mitad ni que carajo, dame ese dinero!;

— ¡Noooooooooooooooooo!— gritó Andrea pateando y mordiendo a Manolo para impedir que les arrebate el fruto obtenido gracias a su malévola mentecita.

— ¡Andrea, le diré a mamá!— la amenazó Manolo; ésta subió los hombros, su hermano estuvo a punto de continuar con la tarea de despojarla del dinero que Nersy le había entregado pero se vio interrumpido por los gritos y lloriqueos de la pequeñita.

— ¡Dios santo pero si está sangrando!— exclamó alarmado Manolo.

— ¡Sí, los accidentes ocurren!— comentó riendo Nersy. Manolo la miró muy molesto pero la niña ni se inmutó.

— ¡Bah, ni te apures, no dirá nada mas que la verdad o sea que se cayó por burra y se azotó la nariz, de verdad Manolo, está muy bien entrenada!— concluyó Nersy burlona.

Manolo decidió ocuparse de la pequeña a lo que advirtió a su hermanita— ¡Espérame aquí, no te muevas de aquí!— dicho esto, marchó con la niña para detenerse y mirar de nuevo con la quijada temblándole producto del lastimoso comentario de la niña Nersy.

— ¡No deberías obedecerlo Andrea, ni siquiera es tu hermano! ¿Dónde dices que lo encontró tu mamá? ¡Ah sí, ya recuerdo, en el basurero jijijijijiji!— Andrea y su amiguita rompieron a reírse.

Manolo las observó fijamente por unos segundos. Al final marchó triste con la pequeña; le habían amargado un día más de su vida. Si le dolía en extremo que Andrea lo humillara con sus orígenes, mucho mas debía dolerle que la odiosa amiguita de Andrea, también lo hiciera y es que Andrea precisamente para hacerle mas daño, de vez en cuando le recordaba a Manolo su procedencia en compañía de Nersy a lo que ésta se sentía con derecho de burlarse de aquel joven.

Manolo se apresuró para dejar a la niña en el sitio donde la recogería su madre y aunque era su deseo auxiliarla mucho más decidió regresar por su hermanita por el temor de que ésta en su ausencia se metiera en más problemas.

El joven caminaba apenado puesto que en todo el trayecto, la niña no dejaba de lloriquear y pedir que le devolvieran su dinero. Manolo la tranquilizó al darle unas monedas pero el chico no podía apartar de su mente: ¿En qué se estaba convirtiendo su hermanita?;

— ¡Si mi madre se entera, la mata! Decirle a mamá no solucionará las cosas— se debatía Manolo sobre qué hacer, cómo actuar para lograr que Andrea entrara en razón.

Así y todo con sus confusos pensamientos, llegó de nuevo a donde había encontrado a Andrea. Manolo quedó con la boca abierta tras la escena que observó al quedar a escasa distancia de las niñas. No intervino, cada vez sentía que perdía aun mayor autoridad ante Andrea. La niña y su aplastante carácter y determinación se estaba devorando con una facilidad enorme, su autoestima y la voluntad del joven.

Minutos antes de que Manolo alcanzara de nuevo a las niñas; Andrea había extraído un pastelillo de su mochila y mostrándoselo a Mau se lo obsequió, invitando a comérselo luego de echarlo sobre su zapato.

— ¡Te lo mereces, siempre ganas tus peleas y por lo tanto me haces ganar dinero, adelante glotón, es todo tuyo!— le dijo con una cínica sonrisa contemplando el pastelillo embarrado en su zapato.

Nersy ante la mirada nerviosa e incómoda de Mau, cooperó pisando el zapato de Andrea de manera que su calzado al igual quedó manchado de pastelillo y en consecuencia lo hizo lucir menos apetecible a los ojos y el paladar del niño.

— ¡Come ya coño o no te vuelvo a hablar!— lo amenazó Andrea.

— ¿Pero aquí?— se quejó el niño con el miedo latente de que alguien pudiese observarlo.

— ¡Sí aquí maldito gordo!— lo ofendió Nersy. Andrea lo fulminó con su mirada y no hubo mas para el gordito.

Se arrojó a los pies de Andrea y comenzó a lamer desesperadamente sus zapatos.

— ¡Vaya, si que es asqueroso!— comentó entre risas Andrea.

— ¡También el mío Mau, mmmmmm qué rico!— lo humillaba Nersy.

En segundos el gordito hizo desaparecer del calzado de ambas niñas todo rastro de pastelillo.

— ¿Ya, tan rápido?— se burló Andrea con una linda y burlesca sonrisa.

— ¡Ajá!— contestó Mau dispuesto a levantarse.

— ¡No tan rápido idiota, continúa lamiendo nuestros zapatos!— le ordenó Nersy.

— ¿Pero por qué?— reclamó el niño.

— ¡Por que se me da la pinche gana!— le aclaró amablemente Nersy acompañando sus palabras con una patada directa a la boca del gordito haciéndolo quedar con las nalgas limpiando el piso.

— ¡Obedece Mau, continúa besando nuestros pies con orgullo y alegría, que todos se enteren que eres feliz por que te dejamos adorarnos!— le ordenó finalmente Andrea a lo que su fiel esclavito acató el mandato.

Manolo había llegado justo en el momento en que Mau devoraba el pastelillo de los zapatos de las niñas y no necesitó mirarse a un espejo para percatarse que su rostro se encendió de vergüenza al sentir ese agradable cosquilleo en su polla y como ésta imploraba ser liberada para mostrar orgullosa su erección.

Hasta que el joven logró medianamente controlarse y eso fue cuando Mau ya llevaba minutos de acabar con el pastelillo fue que se decidió a situarse frente a las niñas, evitando mirar en dirección a sus pies y a Mau que continuaba besándoselos.

— ¿Nos vamos?— habló Manolo cortante.

Andrea se despidió de beso en la mejilla con Nersy y apartó de sus pies a Mau con una ligera patadita en sus hinchados labios producto de la anterior patada de Nersy.

— ¡Nos vemos mañana Mau!— le dijo en un tono cariñoso como niña que se despide de su mascota al salir de casa.

— ¿Qué pasa Manolete, por qué tan callado?— lo cuestionó Andrea antes de subirse a la motocicleta y ver que éste no le dirigía la palabra, ni siquiera le había cargado la mochila.

— ¿Manolete?— insistió Andrea.

— ¡Sube!— fue todo lo que le dijo.

— ¡Mi mochila, cuélgatela al frente!;

— ¡Llévala tú!— la cortó bruscamente su hermano.

Andrea infló sus mejillas haciendo ademán de iniciar uno de sus clásicos berrinches.

— ¡NO FINJAS ANDREA Y SUBE DE UNA BUENA VEZ!;

— ¡NO ME GRITES MANOLO!— exclamó llorosa Andrea, ocultando su rostro con sus manos, aparentando a la perfección un triste y amargo llanto.

Manolo respiró un par de veces con profundidad para enfrentar una vez más aquella escena que era el pan de cada uno de sus días. Bajó de la moto, tomó la mochila de Andrea, se disculpó con ella y la invitó amablemente a subir a la moto. Andrea estiró coqueta la mano, Manolo se la besó.

— ¡Así está mejor Manolete!— le dijo risueña Andrea para de una vez marcharse a casa.

— ¡Para Manolo para es el de los helados!— le exigió Andrea tras unos minutos de partir rumbo a casa.

Andrea apresuró el paso apenas Manolo se detuvo y enseguida saludó con una de sus mágicas sonrisas al señor de avanzada edad que vendía helados.

— ¡Hola!— exclamó Andrea.

— ¡Pero si es la niña mas hermosa que conozco!— contestó el anciano.

— ¡Ajá!— respondió Andrea— Uno de chocolate.

— ¡Claro que sí mi niña hermosa!;

— ¿Cuánto?— preguntó coquetona al momento que le entregaron su helado.

— ¡Oh no no no no nada mi niña hermosa es lo menos que te mereces, por favor acéptalo!;

— ¡Bueno!— se despidió la niña llena de orgullo.

Manolo una vez más se sorprendió del carisma de la niña cuando se trataba de ganarse a alguien.

— ¡Siquiera agradécele tal gesto!— la reprendió Manolo.

— ¡Andrea Mendoza nunca da las gracias!— contestó grosera a su hermano mientras le daba una gran lamida a su helado— ¿Quieres?— se burló de él al señalarle un poco de helado que había caído sobre su zapato. Manolo prefirió ignorarla.

— ¿Buena onda el ruco no? Siempre me regala helado solo por que soy bonita jajajajajajajajajajaja— continuaba Andrea festejando cada uno de sus logros obtenidos gracias a su enorme belleza.

— ¡Prometiste no volver a hacerlo!— le recriminó Manolo en referencia a las peleas.

— ¡Prometo muchas cosas, ello no quiere decir que tengo que cumplirlas!— contestó riendo— ¡A Mau también le prometí que ya no lo patearía tanto pero ya ves, su gordo culo me incita a hacerlo, es como si su culo sedujera a mis pies incitándolos a patearlo jajajajajajajajaja!— se reía la niña de sus ocurrencias.

— ¡Vámonos ya!— concluyó la charla levantándose de la banqueta tras terminar su helado y limpiarse groseramente las manos en la playera de su hermano.

Manolo de nueva cuenta comprendió con tristeza que su hermanita iba de mal en peor. Lo único que seguía vigente en ella y cada vez en aumento; era su egoísmo, vanidad, capricho y malicia. Lo comprendía pero se negaba a aceptarlo.

— ¡Ya Manolo, no es gracioso, lava los platos!— repetía Andrea una y otra vez con mayor preocupación, inflando los cachetes para convencer a su hermano que no estaba actuando, que de un momento a otro rompería a llorar profundamente.

— ¡Mamá vendrá y va a golpearme Manolo, llegará y si ve los platos sucios se enfurecerá!— trataba la niña por todos los medios de hacer entrar en razón al joven pero éste continuaba en lo suyo, ignorándola.

Andrea frunció la ceja más que enojada, fastidiada al cansarse de insistir y no ver en Manolo reacción favorable. Era claro que el muchacho aparte de que ya no se tragaba con facilidad los engaños y las falsas lágrimas de la niña, estaba y con toda la razón, sumamente ofendido.

Aun así, Andrea no se dio por vencida, intuía que como siempre, solo era cuestión de tiempo para lograr que su hermano cediera, para quebrarle su resistencia pero el tiempo justo en ese momento, no era un buen aliado para Andrea pues como ella dijo, su madre no demoraría tanto en llegar.

Muy temprano, esa mañana, antes de partir cada quien a sus actividades, mas exacto, durante el desayuno, Andrea fiel a su costumbre se encontraba molestando a Graciela bajo la excusa de que tan solo se entretenía cantando.

— ¿Y QUIÉN ES LA MAS HERMOSA? ¡YOOOOOOOOOO! ¿QUIÉN ES UNA HERMOSA DIOSA? ¡YOOOOOOOOOO OH OH OH OH OH!— coreaba a gritos Andrea— ¡UNA PRINCESA EEEEEEEEEEEEEEEHHHHHH PRINCESA SIIIIIIIIIIIII!;

Enseguida miraba burlona a todos para finalizar centrando su mirada en Graciela y señalarla con sus manos al instante que añadía— ¡ELLA ELLA ES LA MAS FEA, UN MONSTRUO, UN VÓMITO! ¿QUIÉN ES LA MÁS HORRIBLE, LA MÁS FEA ENTRE LAS FEAS? ¡ELLA ELLA ELLA!;

Graciela se limitaba a observar a su madre pidiéndole con la expresión que interviniera antes de que ella se le adelantara. Manolo fue quien lo hizo abrazando a Andrea y besándole su suave cabello, aprovechando para susurrarle que ya estaba bien, que por favor les dejara desayunar en santa paz.

Andrea con una enorme sonrisa abría la boca, era hora de otro bocado. ¡Sí, su hermano la criaba por exclusivo capricho de la niña!;

Karina y Graciela respiraban tranquilas mientras Andrea tragaba su cereal pero de inmediato volvía la carga, ésta vez dedicándole algo de su repertorio a Manolo.

— ¡TE VOY A VOLVER LOCO OH OH OH OH OH LOCO LOCO LOCO, CON MIS BESOS Y CARICIAS SIIIIIII, TE VOY A VOLVER LOCO, POCO A POCO LOCO!— le dedicaba brincando y bailando sobre su silla, revolviendo su cabello al menear la cabeza para de nuevo reclamar otro tanto de su cereal que el buen Manolo le hacía llegar a la boca a la niña. Si Manolo hubiese podido masticar el cereal por la niña, no se duda que lo hubiese hecho con tal de complacerla.

Enseguida Andrea se olvidaba de Manolo y de nuevo iba en contra de su hermana.

— ¡FEA FEA FEA, ABORTO DEL DEMONIO…..!

— ¡BASTA!— gritó enérgicamente Karina golpeando con la mano en la mesa.

— Solo expreso lo que veo y ésta solo puede ser obra del demonio— dijo la niña con absoluto desprecio hacia su hermana— ¡Cómo puede ser tan fea cómo puede….!

— ¡BASTA!— de nuevo gritó Karina y de nuevo golpeó sobre la mesa con mayor fuerza que la vez anterior.

Andrea lo había conseguido. Su madre montó en cólera y se le fue encima a la niña para abofetearla; ésta logró cubrirse la cara, su madre la jaloneó del cabello y solo ella sabe hasta donde se desahogaría con la niña, hasta donde hubiese descargado su ira pero eso no se dio puesto que Manolo intervino cubriendo a su hermanita y llevándose las bofetadas producto de la ira que invadía a la joven señora.

Una vez más Andrea les había arruinado el desayuno. Karina se arrepintió al instante de haber golpeado al buen Manolo y con ello aumentó su coraje hacia Andrea a quien le impuso como castigo la limpieza de los platos; labor que la niña odiaba y de la cual siempre salía bien librada gracias a que Manolo siempre hacía su parte, quedando Andrea libre y repartiéndose los deberes hogareños entre Graciela y Manolo, claro, con Manolo rogándole a Graciela para no delatarlo y hacer creer a Karina que era Andrea quien lavaba los platos con todo y llanto incluido.

Karina fue muy clara en ésta ocasión; prohibió a Manolo auxiliar a su hermanita. Por supuesto, el joven no pensaba obedecer a su madre de no ser por lo que aconteció minutos después.

— ¡Termina tu desayuno de una puta vez!— ordenó Karina a Andrea.

La niña sintió temor ante la reacción de su madre a lo que apoyando los codos sobre la mesa y escondiendo el rostro sobre las manos, rompió a llorar.

— ¡Venga Andrea termínatelo ya y marchemos para la escuela!;
Andrea se refugió entre los brazos de su hermano pero Karina volvió a jalarla bruscamente del cabello.

— ¡Termina tu desayuno coño y lárgate, no quiero verte, me tienes harta!;

Manolo miró ofendido a su madre; ésta lo ignoró, el joven consoló a Andrea acariciándole el cabello y la animó a continuar su desayuno. Karina se retiró por un momento del comedor.

Graciela se reía del sufrimiento de Andrea. Manolo le reprochó con la mirada a Graciela pero a ésta no le importó y continuó disfrutando con el llanto de su hermanita. De alguna manera le habían arruinado el día también a Andrea a quien la risita socarrona de su hermana no le pasó desapercibida.

Andrea se sorbió los mocos, secó sus lágrimas, se metió a la boca tanto cereal le entró, lo masticó y se levantó para terminar de alistarse pero al dar la vuelta, sorprendió a Graciela quien nunca se lo esperó y zas. Andrea le escupió el cereal masticado en plena cara a su hermana. Aprovechó la distracción y la amarga sorpresa que le había dado a Graciela y culminó su venganza arrojándole sobre la cabeza, la leche que le había sobrado.

Manolo se quedó atónito más aun al percatarse de que su madre había alcanzado a presenciar lo más relevante a lo que Andrea no le sintió el gusto a lo que había hecho. Ésta vez Manolo se sintió incapaz de interceder a favor de su consentida Andrea, mas bien, no le dio tiempo.

Su madre Karina en dos brincos sujetó a Andrea del cabello y le soltó dos impactantes bofetadas mandándola a volar para en segundos aterrizar de nalgas en el piso.

Andrea se acurrucó a llorar. Karina marchó realmente enfurecida con Graciela luego de ayudar a ésta a asearse. Fue entonces que Manolo se pudo acercar hacia Andrea que no paraba de llorar y de tallarse sus mejillas.

— ¡SUÉLTAME MALDITO!— gritó rabiosa la niña al momento que Manolo pretendió abrazarla para consolarla.

El joven sintió como si él hubiera recibido tales golpes al observar las rojas mejillas de la niña, de nuevo intentó acercarse pero Andrea, clásico en ella, se le fue a golpes y patadas.

— ¡No me defendiste, no lo hiciste y me golpeó, me golpeó ahhhhhhhhhhhhhhh!;

Andrea explotó en un potente llanto que reflejaba la furia y la impotencia que la invadía por dentro.

— ¡Andrea, cariño…!

— ¡Cáaaaaaaaaaaaallate no me hables puto Bastardo, BASTARDO HIJO DE PERRA!— le gritó con rencor.

Manolo permaneció sin articular palabra por unos instantes. Andrea le obsequió un asqueroso salivazo en la cara.

Minutos después, el padre de Nersy se encargó de llevar a las dos niñas al colegio.

Ahora, Andrea miraba horrorizada la diminuta montaña de platos sucios, ahora estaba mucho mas tranquila y relajada luego de desestresarse en compañía de Nersy y su fiel Mau. No así Manolo quien aun tenía presentes las ofensivas e insultantes palabras de su hermanita.

— ¡Yaaaaaaaaa Manolo dale con los putos platos!— insistía berrinchuda.

— ¡No me toques!— la cortó Manolo en cuanto mimosamente pretendió abrazarlo.

En respuesta, Andrea comenzó a golpearlo con los puños a modo de broma, de reconciliación.

— ¡Si tú los lavas se lo diré a mamá!— intervino Graciela muy atenta a la relación entre Manolo y Andrea pues presentía que tarde o temprano, Manolo sucumbiría ante los mimos y encantos de Andrea.

— ¡TÚ CÁLLATE PERRA!;

— ¡Ya Andrea, carajo! ¿No te basta con lo que ocasionaste temprano?— la reprendió Manolo.

— ¡Pues lava los platos ya Manolo!— se quejó llorosa la niña.

— ¡No, ya es hora de que asimiles tu comportamiento!;

Dicho esto, Andrea regresó a sus lloriqueos, miraba los platos sucios y luego a Manolo y de nuevo a llorar, miraba el reloj que tan solo avanzaba, de nuevo los platos, de nuevo a Manolo y de nuevo a llorar.

Graciela reconoció que ésta vez Manolo se veía decidido a darle un escarmiento a Andrea; se veía pero no lo estaba y en nada que bajó la guardia, su semblante lo delató.

Graciela se incomodó al ver al joven ponerse en pie y permanecer mirando unos instantes a la afligida Andrea que no desperdició dichos instantes.

— ¿Quieres que me golpeen Manolo, eso quieres, que mamá me pegue?— le dijo sollozando.

— ¡No!— respondió secamente el joven.

— ¿Entonces Manolito?— le habló con la voz extremadamente dulce.

— ¡No es gracioso que te llamen: “Bastardo” todos los días, no es gracioso que….!

— ¡Yaaaaaaaa Manolito!— lo cortó Andrea colgándose de su cuello y comenzando a besarle las mejillas.

— ¡Le diré a mamá!— insistió Graciela aunque bien sabía que nada había por hacer. Manolo salvaría a Andrea tal y como lo hizo y aunque ella le dijera a Karina, siempre era la misma canción. Andrea con Manolo de su lado, simplemente estaba a salvo.

Los siguientes treinta minutos antes de que Karina llegara a casa transcurrieron con Graciela en su habitación, haciéndose sorda ante los alegres cantos y silbidos de su odiosa hermanita que observaba feliz cómo Manolo cumplía con el deber que le habían impuesto a ella por su madre.

Así pasaban los días con Andrea, cada vez ejerciendo un control mayor sobre su hermano y generándose una relación verdaderamente pésima entre las hermanas; pese a todo ello, Andrea disfrutaba enormemente el manejar a su hermano a la medida de su gusto.

La niña lo manipulaba a su antojo con lo cual despertaba aun mas la molestia en Graciela y su madre al ver éstas cómo Andrea aumentaba día a día las ofensas a su hermano y éste en lo mismo; se indignaba, prometía no caer en el mismo juego pero al final se veía derrotado con una caricia, con una sonrisa pícara por parte de la niña Andrea.

Continuará……………………………………..

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