sábado, 5 de febrero de 2011

CAMBIANDO EL DESTINO 21

EL DESTINO DE YOLANDA.

Los momentos de placer que Rebeca hizo vivir a Sarahi la hicieron romper la rutina y mas bien romper el mal humor, la amargura que traía por dentro; pero que haciendo gala de ese espíritu indomable y demoledor que la caracterizaba, Sari estaba ocultando muy bien dichos amargos sentimientos que eran producto de la conversación que había tenido con su madre justo antes de que Rebeca se presentara en su habitación.

Sarahi había acudido a ver a su madre que continuaba prisionera en un cuarto; no esposada, no en calidad de esclava como Norma pero a final de cuentas no era libre; estaba encerrada entre cuatro paredes y la señora seguía firme en hacerle la guerra a su propia hija.

Ese día, por fin hablaron sin gritos, al menos por unos instantes no hubieron gritos, al menos por unos instantes intentaron sincerarse; no fue así, no fue posible; Sarahi montó en cólera, sus ojos se vieron bañados en lágrimas en el momento en el que su madre le soltó en plena cara que increíblemente ella siempre estuvo consciente del daño físico y emocional que a Sari le fue provocado por cortesía de Norma y su madre en aquella época.

Pero eso no fue el meollo del asunto, eso no fue lo que hizo por un momento enloquecer a Sarahi; ¡NO!, la cosa iba mucho mas de eso, el asunto era mucho mas profundo.

Sarahi entró dispuesta a sincerarse con su madre, incluso a buscar su perdón; ¡Sí!, pero Sarahi también esperaba una disculpa por parte de su madre, era lo justo para ella, que su madre se disculpara por no haber tenido la valentía de luchar a su lado, de haber enfrentado desde ese tiempo a Rosa y su hija.

Sarahi esperaba una disculpa por parte de su madre, por no haberla defendido en su momento frente a esas arpías, por haberse quedado callada e incluso someterse como cordero al matadero a todo lo que Rosa y Norma impusieron duramente a Sarahi.

¡No la hubo!; no hubo una sola disculpa ni muestra de arrepentimiento por parte de Yolanda hacia su hija, por el contrario, luego de haber oído ésta a Sarahi exponerle su situación y el por qué fue necesario ese cambio en ella; pues a final de cuentas ahora se encontraba mucho mas confortada por Rubí y ni que decir Rebeca; Yolanda la miró fijamente por unos momentos que a Sarahi le parecieron eternos.

Entonces con toda la calma y serenidad del mundo, Yolanda habló exponiéndole claramente su pensar, aquel mismo pensar que seguía vigente en su mente sumisa desde aquel tiempo en cautiverio en la casa de Norma y sin consideración alguna le soltó que ella siempre estuvo consciente del engaño de Norma y Rosa sobre el robo de las prendas.

Y no solo no hizo nada para evitarlo sino que cooperó para desgracia de Sari; no por que la odie, no por que lo haya disfrutado pues era su hija e increíblemente la quería; pero hizo todo aquello por aferrarse a sus creencias.

Yolanda le confesó a Sarahi su origen sumiso; así la crecieron a ella, a mostrar obediencia y sumisión ante aquellos de mejor condición social. Yolanda no describió exactamente sus sentimientos pero dejó al menos a beneficio de la duda, al menos en Sarahi que a todo esto también había que tener en cuenta una rara mezcla de sentimientos encontrados entre sumisión, entrega y amor.

¿Lesbianismo?; ¡Quizás!, el caso es que Yolanda tuvo y tendría aún mas una vida difícil, de carencias; en la que en su diminuta y limitada mente se había forjado, grabado a fuego su sumisión y con Rosa y Norma se graduaría en ello y así lo hizo.

Por parte de ella se entregó en cuerpo y alma a servir a aquellas personas; el punto a discutir es que no solo pensó y decidió por ella sino también por su hija. Pretendió y aún pretendía hacer entrar en razón a Sari, haciéndola creer que ella debía seguir el mismo sendero de ella, el de la sumisión.

Yolanda a estas alturas, con todo en su contra; se aferraba a su terquedad de que Sarahi debía ser sumisa y pobre como ella, por qué ese era su destino según ella y sus creencias. “Servir y Obedecer”. Eran palabras grabadas en la mente de la señora.

Sarahi había enmudecido; deseó siquiera desmayarse para tomar un respiro pero el desmayo no llegó. La muchacha apenas y podía siquiera tratar de asimilar la loca y controvertida vida de su madre.

La señora nunca contó con que Sarahi no estaba hecha para la vida que ella se aferraba a imponerle.

Transcurrió un buen rato hasta que Sarahi ató cabos y comprendió el por qué su madre nunca la apoyó para rebelarse a Norma y agradeció ese carácter guerrero que le fue entregado, agradeció a final de cuentas al destino de haberse cruzado en su vida a Rubí y Rebeca, pues de no ser así, jamás se habría librado de la servidumbre en casa de Norma.

Al final, la muchacha montó en cólera y vio reflejado en el rostro de su madre el rostro de la amargura que había vivido por mucho tiempo, pasando penas y miserias pues Yolanda siempre pudo superarse y ofrecerle una vida mas digna a su hija pero no quiso hacerlo; ella era feliz sirviendo y viviendo de migajas.

Lo mas triste es que pretendió educar de aquella miserable manera a su hija quien vio en el rostro de su madre de todo, menos a su madre. Le soltó una impactante bofetada que tomó desprevenida a la señora y Sari marchó corriendo, llorando tristemente a su habitación y ahí se mantuvo hasta que haciendo lo que mejor sabía hacer, tomar al toro por los cuernos y enfrentarse a todo por duro e inesperado que fuere; se lavó la cara y esperó pacientemente a arreglar su situación con Rebeca tal y como lo hizo.

Ahora Sari se encontraba sola en su habitación; Rebeca se había marchado feliz al saber que continuaba con su amor. A los pies de Sarahi ahora se encontraba su fiel Nemesio besándoselos y acariciándoselos con los labios sin saber que Sari lo había salvado de ser castrado, al menos de momento pues Sari había prometido pensárselo a Rebeca.

Sarahi le daba vueltas al asunto una y otra vez, era claro que ya no había cariño, no había una sola muestra de afecto de ella hacia su madre. Yolanda le había jodido parte de su vida y Sarahi a su corta edad y con el carácter inestable pensaba y estaba dispuesta a tomar venganza aún tratándose de ser su propia madre sobre quien debía descargar su ira.

¡Yo soy su hija y no le importó, pues ahora me toca golpear y no tiene por que dolerme que sea mi madre quien se lleve los golpes!— pensaba Sarahi con determinación, uniendo todo lo dicho por Yolanda en su mente, sacando conclusiones y sacando conclusiones cayó en cuenta de que Yolanda le había dejado en claro que siempre la vería a ella como una hija y persona de origen humilde, nunca como una elegante señorita.

Sarahi dio en el clavo; había pensado hasta en matar a su madre pero se decidió por no hacerlo y enfocarse en vengarse de ella, pues Norma ya no le importaba; Norma estaba aplastada, muerta en vida y encima la infeliz se rompía la cabeza tratando de vivir con ese loco amor que increíblemente ahora sentía por su ama y que obviamente Sarahi se divertía con ello, despreciándola y haciéndola sentir cada día mas miserable burlándose al haberla dejado con un solo ojo.

Norma ya no contaba en los planes de Sarahi; a Nemesio le tenía afecto, Nemesio le recordaba su lado tierno; entonces solo quedaba alguien sobre quien llevar toda su ira, desgraciadamente ese alguien era su madre a lo que Sarahi en parte por decisión propia y en parte por sabio consejo de Rubí, decidió esclavizar a su propia madre aunque Sarahi ya no la veía como tal sino como la persona que siempre estuvo en contra de ella aun sin querer estarlo.

Sarahi decidió mantener desde ese momento a su madre como una vulgar sirvienta, como su sirvienta; había pensado en tantas barbaridades, incluso hasta en dejarla muda pero dedujo que su lengua le sería muy útil para limpiar su multitud de zapatos.

Nemesio se horrorizó al ver tal extremo de crueldad en Sarahi y valientemente le pidió pensarlo mejor pero estaba decidido. Sarahi no se retractó ni lo pensó mas, así como tampoco dudó en azotar a Nemesio por meterse en sus asuntos, lo cual le tenía prohibido.

¿CASTRACIÓN?

Rebeca y Sarahi se encontraban desayunando en la habitación de Sarahi; la noche anterior había sido una noche intensa, una mas de sexo y placer entre aquellas jóvenes hermosas.

Con la luz del sol en un nuevo día y aun continuando acariciándose y llenándose de mimos y besos, decidieron no salir de la cama y desayunar ahí. A una esquina de la habitación, con lágrimas en los ojos se encontraba Yolanda miserablemente cubierta a su alrededor de una cantidad considerable de todos los estilos y colores de zapatos a los que la pobre señora se encargaba de limpiar uno por uno, utilizando para ello su lengua.

Sarahi sin un solo indicio de comprensión, mucho menos amor; la miraba de vez en cuando para inspeccionarla y lo hacía maliciosamente, contemplando su sufrir.

¡Acércate Yolanda!— le ordenó de pronto Sarahi. Ya no la llamaba madre, jamás la volvería a llamar así, ahora no era más que su sirvienta Yolanda, su esclava, tal como Norma y entre ellas no había diferencias; el único afortunado continuaba siendo el buen Nemesio.

La infeliz Yolanda avanzó gateando, como nada más se le tenía autorizado desplazarse; la pobre estaba esposada de pies y manos, en su cuerpo se podían apreciar las marcas decorativas propias del látigo y quemaduras.

A diario principalmente se encontraba con batallar con la infinidad de zapatos de su hija, Rubí, Rebeca y Peque y al no poder utilizar del todo sus manos por tenerlas aprisionadas; la señora humillantemente se veía obligada a tener que postrarse prácticamente en el piso a pasarles una y otra vez la lengua, incluso a restregar la cara para poder limpiar y sacar brillo a tantos zapatos, uno por uno.

Yolanda avanzaba penosamente ante el llamado de su hija cubierta por la vergüenza. Yolanda ahora sí estaba experimentando lo que era sentirse humillada en su rara vida; nunca le había importado someterse, ahora sí; por que se estaba sometiendo ante su hija, su propia hija la humillaba y Yolanda estaba sufriendo verdaderamente todo ese pesar pues nunca, nunca siquiera soñó con esa horrible realidad.

Y a Yolanda no le importaba comportarse como la sumisa que llevaba dentro ante todo el mundo, excepto ante su hija, ante ella no lo veía correcto ni mucho menos lograba asimilarlo a lo que en verdad Sarahi dio en el clavo.

No pudo haber castigado a su madre de peor manera; en verdad la estaba haciendo sufrir y Sarahi disfrutaba y su madre sufría la humillación latente de ser la esclava de su propia hija.

¡Bésame los pies Yolanda, a mí y a mi amor!— exclamó Sarahi con una perversa sonrisa, sabiendo de antemano que le estaba partiendo el corazón a su madre; una al ordenarle tal acto tan humillante y otra al tenerla presente mientras que ella se acariciaba descaradamente con otra chica.

¡Bésanos los pies Yolanda, me encanta que me los besen y laman mientras desayuno y me dejo consentir por mi amorcito!— le dejó mas que clara Sarahi su relación con Rebeca.

¡Hija!— exclamó angustiada Yolanda, buscando compasión en ella pero enseguida Sarahi montó en cólera casi tirando su bandeja de desayuno al avanzar de un brinco sobre la cama, acercarse a su madre y estamparle una insultante bofetada que le dejó la mejilla ardiendo a Yolanda con los cinco dedos de Sari marcados en su mejilla.

¡Estúpida, que no me llames hija, MISERABLE SIRVIENTA!— la humilló Sarahi dejándole cínicamente la mano estirada con la que la había abofeteado para que se la besara.

Tristemente Yolanda obedeció humillándose, degradándose al besar la mano de su hija; no le quedaba mas, el proceso para ella estaba siendo muy rápido, no había mucho que aprender, toda su vida se la había pasado sirviendo y ahora ante sus nuevas amas encantadas de enseñarle y recordarle las reglas; la pobre tenía que esmerarse si quería evitarse castigos y aun así la castigaban; en especial Rubí, en especial su hija, en especial todas.

¡Ahora lámenos los pies perra!— ordenó Sarahi sin dar tregua a su madre.

Rebeca observaba morbosamente la escena mientras contemplaba a la señora tan humillada lamiendo ya las plantas de los pies de su hija y enseguida continuando en lamerle los pies a ella mientras continuaba disfrutando de su exquisito desayuno en compañía de Sari.

Las dos jóvenes siguieron disfrutando su momento desayunando y acariciándose sin prisa alguna mientras que a sus pies se mantuvo la infeliz señora, lamiéndole las plantas a ambas en todo momento.

¿Haz desayunado Yolanda?— preguntó Rebeca con malicia y en complicidad con Sarahi mientras reunía las escasas sobras de ambas en un solo plato.

¡No mi ama!— apenas y se oyó la respuesta de Yolanda.

¡Uy pues anda, agasájate!— le dijo la bella huerita Padilla al momento que le obsequiaba un asqueroso salivazo al plato que contenía las sobras y se lo depositaba en el piso.

La pobre señora rompió a llorar de manera todavía mas intensa. Sarahi aprobó el comportamiento de Rebeca escupiendo al igual sobre dicho plato y vistiéndose se marcharon del cuarto, observando como la pobre señora lamía una y otra vez aquel plato y una vez terminado, regresaba de nueva cuenta gateando a sus ocupaciones de limpieza de calzado.

Momentos más tarde, se encontraban las señoritas charlando y bebiendo cerveza alegremente en la sala. Yolanda se encontraba a los pies de su hija, Norma sirviendo a Rebeca y Nemesio a los pies de Rubí.

Julio; el pobre Julio se encontraba en un rincón, de rodillas, sin que nadie le prestara atención pues Peque se hacía servir por Isabel quien por capricho de Rebeca, se la llevaba últimamente a todos lados.

En eso que Rebeca recuerda la promesa de Sarahi de al menos pensar en sí castrar o no a Nemesio.

¡Mi amor!— se expresó melosamente Rebeca a Sarahi quien tan solo le correspondió con una bella sonrisa.

¿Ya pensaste lo de Mantecoso?;

¿Qué?— se hizo la desentendida Sari y enseguida añadió— ¡Oh y es Mantegroso maldita sea!;

Rebeca le sonrió y sin más le aclaró la memoria haciendo reír a Rubí y a Peque al expresarse; pues al momento que lo hizo, el pobre Nemesio brincó de susto y pánico.

¡Que si ya te decidiste por castrar a Nemesio!— le soltó sin mas Rebeca.

¡Coño quédate quieto!— le recriminó Rubí al chico dándole una suave patadita en la cara al notar sus nervios reflejados al oír tal cosa.

¡Ahhhhhhhhhh!— expresó Sari a quien como a todas, ya se le veía afectada por el alcohol— ¡Mmmmmm no, pero que diablos aaaaaauuuummmm!— bostezó— ¡Hazle como quieras!;

¡Wow!; ¿Serio?— preguntó feliz Rebeca.

Nemesio miró con ojos suplicantes a Rubí pues últimamente pasaba mucho tiempo sirviéndole y el joven a pesar de estar muy nervioso, no pudo evitar sentirse dichoso al contemplar en el rostro de Rubí, una clara mirada de comprensión y mas que nada, de protección, dándole a entender con esa mirada— ¡Tranquilo conmigo estás a salvo!;

¡Ajá!— exclamó Sarahi prácticamente borracha.

Rebeca no perdió tiempo y de un brinco se levantó y sin piedad le propinó una fuerte patada a Nemesio en sus testículos haciendo que éste se revuelque de dolor ante los pies de Rubí.

¡Jajajajajajajajajaja!— se rió cruelmente Rebeca— ¡No te preocupes maldito perro, pronto los extrañarás, jajajajajajajajajajajaja, venga, vete a ver a Vetzaida, esto va a ser sensacional, ahhhh diablos, Vetzaida está en mi casa, bien le llamaré!;

¿Le llamarás para qué?— intervino Rubí visiblemente molesta por que el chico se había encargado hasta antes de ser pateado por Rebeca, de acariciarle los pies con sus labios; ahora Rubí le acariciaba a él la cara con los dedos de su pie.

¿Qué no oíste a Sari?; ¡Castraremos a Nemesio, ya lo habíamos hablado, era cuestión de tiempo!;

¡Vamos perro, andando!— presionó Rebeca al chico dándole otra patada, ésta vez en su costado.

¡BASTA!— le gritó Rubí— Nemesio no va a ninguna parte por que me está sirviendo a mí.

¡Ayyyyyyyyyyyyyyy bueno!— exclamó Rebeca de mala gana— Bien coño, en cuanto ya no lo ocupes entonces yo misma me encargaré de él.

¡No lo vas a castrar!— expresó claramente Rubí con esa mirada penetrante que infundía respeto y admiración.

¿Qué?— atinó a decir una sorprendida Rebeca.

¡Lo que oíste Padilla, me importa una mierda lo que tú y Sari hayan o estén planeando; a Nemesio no lo castran por que a mí no se me da la real gana y se acabó, no quiero oír una puta palabra mas al respecto!;

Dicho esto, Rebeca montó en cólera pero aún algo pasada y lo que sea, asimiló que discusión ante Rubí era discusión perdida. Miró a Sari y ésta dormía profundamente en el mueble.

Rebeca conocía muy bien a Sari y bien sabía que sí ésta accedió, fue producto del alcohol a lo que pasado el efecto, difícilmente volvería a acceder a favor de ella; era su oportunidad, la única que tendría y estaba perdida para beneplácito de Nemesio gracias a Rubí.

Rebeca entre triste, molesta, frustrada, histérica; comenzó a llorar al entercarse en hacerle la vida desgraciada a aquel joven y verse detenida por Rubí quien era aún mucho mas caprichosa que ella y que evidentemente, su palabra pesaba mas que la de ella, así se lo estaba haciendo ver y eso hizo sentir humillada a Rebeca.

Nemesio se abrazó a los pies de Rubí y comenzó como un loco a besárselos de agradecimiento.

¡Gracias ama gracias ama Rubí!— repetía el chico una y otra vez llorando de felicidad.

¡Oh no es nada Mantecoso aunque reza para que no cambie de opinión jajajajajajajaja!— le comentó burlona— ¡Uhhhhhhhh Mantecoso, me estoy orinando!— expresó la hermosa Rubí llevándose un dedo de la mano a su boca, actuando chistosamente.

En segundos tenía a Nemesio a su disposición; de rodillas, con la boca abierta; más que dispuesto a servirle de inodoro.

¿Puedo?— preguntó Rubí con malicia, burlándose por completo del muchacho, riendo orgullosa de sí misma sabiendo que podía hacer con ese desgraciado lo que quisiera, incluido el someterlo a tan degradantes labores, todo con tal de ver cumplidos hasta el mas insignificante de sus perversos caprichos.

Nemesio tan solo parpadeó dos veces los ojos a modo de respuesta afirmativa.

¡Claro que puedo!— se respondió al igual Rubí su propia pregunta y sin perder tiempo se hizo a un lado como pudo la ropa y bragas y le obsequió al chico un potente y concentrado chorro de orina; el cual Nemesio se tragó sin desperdiciar una sola gota, casi con una sonrisa con tal de agradar aún mas a Rubí.

Rubí aún orinando en la boca de Mantegroso comentó a Rebeca al verla marchar abatida— ¡Eyyyyyy Padilla, tranquila mujer, si tanto quieres castrar a alguien pues coño, castra a Julio jajajajajajajaja!;

Al instante Rebeca se volteó mirando a Rubí que apenas y terminaba de orinar permitiéndole a Nemesio limpiarle el sexo de algunas gotitas con su lengua.

Enseguida Rebeca miró con maldad a un mas que temeroso Julio que temblaba de los pies a la cabeza al oír hablar a su linda disque noviecita.

¿Hablas en serio?— preguntó Rebeca dispuesta a aceptar el premio de consolación.

¡Sí, desde luego!— fue la respuesta de Rubí— ¡LARGO PERRO!— despidió la orgullosa señorita Panty a Nemesio con un gesto despectivo y pateándole el trasero.

El chico obedeció y en un acto de humildad, lamió el piso ante los pies de Rubí; no le besó los pies pues acababa justamente de ingerir los orines de la frívola señorita.

Rubí le sonrió aunque claro está; con desprecio y cierta lástima, el chico le agradaba pero para ella, no era más que lo que era al igual para Sarahi; un sirviente, un vil y miserable sirviente que ninguna diferencia tenía en ser considerado como el esclavo que veían en él.

Apenas y se marchaba Nemesio gateando; Rubí ya tenía a Julio llorando e implorando clemencia a sus pies.

¡NO AMA, NO MI HERMOSA AMA, POR PIEDAD ESO NO!;

¡Ohhhhhhhhhhhh sí!— exclamó Rubí— Y encima que te azoten por que no recuerdo haberte ordenado que vengas a babearme los pies.


Continuará……………………………………….

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