miércoles, 21 de abril de 2010

DE PROFESOR A PERRO 2

Rubí se había marchado a su cuarto, en tanto que luis permanecía arrodillado en la sala, doña Gloria dirigiéndose a el dijo— ¡ya la oyó, ahora lárguese!, antes de que Luis se levante para irse, doña Gloria le dijo:

Despídase como debe ser, ante sus superiores, Luis besó humildemente los pies de la señora Gloria y se marchó.

Al otro día, se encontraba Rubí con sus amigas en la cafetería poniéndolas al tanto de la situación, de pronto Mayra comentó en voz baja: ¡ahí viene!, las chicas continuaron conversando y el profesor llegó hasta su mesa y nervioso se acomodó a un lado de donde estaba Rubí y dijo—buenos días señoritas, pero nadie le contestó, lo estuvieron ignorando, hasta que Rubí, sin mirarlo, solo estiró una mano y tronándose los dedos dijo: ¡arrodíllese!, Luis no dudó y obedeció ante las miradas burlonas de las demás chicas, menos mal que estaban en la última mesa y no había nadie mas ahí que ellas 4 y Luis.

Lo ven—dijo Rubí sonriente, ¡ay profe!, exclamó viéndolo hincado, es que mis amigas no me creen que usted desea ser mi mascota, dígales usted, le dijo melosamente. Luis inclinado comento: ¡sí señorita Rubí!, es cierto, estoy dispuesto a ser su mascota, entonces Mayra viendo fijamente al profesor dijo:

¡A ver profe!, no me queda claro, usted vino hasta aquí a rogarle a Rubí que le permita ser su perro, ¡ay no!, no quise decir eso, bueno, mejor dicho, que usted quiere ser nuestro perro, ¿es cierto eso profe?;

Si, señorita Mayra—respondió Luis humillado.

El profesor observaba a Mayra, que tenia las piernas cruzadas y comprobaba que tanto ella como las otras chicas eran igual de bellas que Rubí, las 4 estaban vestidas con faldas azules, no tan cortas pero que las hacían lucir muy bien y con blusas blancas, pues era su uniforme y zapatos negros cerrados de tacón grueso y calcetas blancas.

Bueno, veamos—dijo Mayra, tomando una galleta de la mesa y mostrándosela al profesor la aventó al piso, ¡a ver profe!, demuéstreme que quiere ser nuestro perro, ¡vaya por ella!;

Luis gateó hasta donde había quedado la galleta, mientras que las 4 chicas reían e intentó comérsela, pero Mayra burlonamente lo humilló diciendo:

¡Ey profe!, yo no dije que se la coma, está bien que ahora quiera que le matemos el hambre pero ¡caray!, trate de disimular. ¡Déme mi galleta!; las otras chicas apenas podían parar de reír.

Luis fue hasta Mayra a 4 patas con la galleta en la boca, ella se la quitó y mirándolo burlonamente dejó caer la galleta y la pisoteó diciendo:

¡Bien profe, ahora si puede comerla!, Luis humillantemente obedeció, haciéndose sordo a las crueles carcajadas de las 4 chicas y cuando terminó de lamer el suelo y las migajas de la galleta, Mayra le ofreció las suelas de sus zapatos y el sin decir palabras también las lamió, entre risas Mayra dijo: ¡bien, por mi queda aceptado!

Enseguida, Rocío lo chiflo como si en realidad estuviese llamando a un perro, el profesor fue hacia ella y esta le dijo: quiero que vaya hasta el principio del pasillo y regrese de nuevo aquí ¡arrastrándose!, muévase, que no tengo todo el día, ¡ah! Y no se olvide de besar mis zapatos al regresar.

Luis se levantó y fue hacia el pasillo y como si temiera que no iba a tener otra oportunidad fue gateando hasta llegar a los pies de Rocío, mientras Rubí grababa todo en su celular, al llegar Rocío le levantó la cara por una oreja y le dio una fuerte cachetada gritándole—estupido, ¡yo dije que te arrastres!, no que gatees y le dio otra cachetada; cuando te autorice ser mi perro entonces podrás andar a 4 patas si tanto lo deseas, pero por ahora para mi solo eres un patético gusano y los gusanos se arrastran.

El profesor sin responder se dio la vuelta para cumplir con lo que la señorita Rocío quería ver y se tiro por completo bocabajo en el piso y precisamente como un gusano se fue arrastrando apoyándose con sus hombros y piernas, hasta llegar a donde estaba Rocío y sumisamente besó la punta de sus zapatos.

¡Levanta la cara!, ordenó Rocío, y al hacerlo el profesor recibió en plena cara un salivazo, cortesía de la joven. Considérate un insecto para mí, un miserable con el cual me divertiré dijo Rocío despectivamente. Luis continuaba de rodillas y con restos de saliva por su cara.

¡Ahora es mi turno!—dijo Tania, Luis caminando de rodillas fue al otro lado de la mesa en donde estaba Tania comiendo tranquilamente unas donas y mirándolo con algo de lastima le pregunto: ¿tiene hambre?, el profe asintió con la cabeza.

Entonces, Tania escupió en el piso un pedazo de dona ya masticado y continuó sin prisa alguna llevándose a la boca más pedazos de dona y cuando se fastidiaba los escupía, hasta que riendo dijo al profesor:

¡Cómaselos!, el profesor tuvo de nuevo que obedecer esa humillante orden y no se detuvo hasta que no quedo una sola huella de la asquerosidad que Tania había dejado en el suelo. ¡Bien! Por nosotras tres ya quedo—comentó Tania y voltio a ver a Rubí, quien se mostraba seria, el profesor fue hacia ella pero esta le dijo:

¡Ni se acerque!, se preocupó por complacer a mis amigas primero que a mí y sin pedir mi autorización y eso no lo tolero, se levantó y dándole una patada en sus costillas le dijo: ¡lárguese y regrese mañana!

Luis ya no savia que hacer, incluso pensó si era preferible no volver pues comenzaba a imaginarse que a lo mejor se trataba de otra jugarreta de Rubí para seguirlo humillando y burlándose de el y al final no cumpliera con su palabra de ayudarlo a recuperar su empleo, pero recordando todo lo que había sufrido decidió volver, pues algo le decía que una vez que pase esa semana en poder de Rubí todo volvería a ser como antes.

Rubí lo hizo sufrir 2 días mas, Luis llegaba y permanecía de rodillas ante ella y sus amigas, mientras que estas lo ignoraban, hasta que después de un rato Rubí le decía: ¡vuelva mañana!, no sin antes insultarlo y darle una patada de despedida.

Fue hasta el tercer día en que Rubí delante de sus amigas hizo que el profesor se arrodillara a sus pies y en voz alta dijiera:

¡Señorita Rubí!, tenga piedad de este miserable perro que vale menos que el suelo que usted pisa y que lo único que desea es servirla y adorarla.

Rubí, con una cara de fastidio le pisó la cabeza diciendo: ¡está bien estupido!, ya deja de llorar serás mi perro si es que tanto lo deseas, no vaya a ser que te suicides y me remuerda la conciencia. Rubí no pudo disimular una discreta sonrisa, pero las que si se carcajearon hasta más no poder fueron sus amigas.

Al otro día a muy temprana hora el profesor llego a la casa de la familia Panty, sin imaginar que su verdadero infierno estaba por comenzar dentro de esa casa y que no se comparaba con lo que había sufrido. Fue doña Gloria la que le dio la bienvenida, apenas unos minutos tenia Luis en esa casa y ya doña Gloria le había cruzado la cara de un bofetón ¿la razón?, el pobre de Luis le había dado los buenos días y esta enfurecida le gritó:

¡Desde cuando carajo lo perros hablan! y de rodillas ante mi antes de que lo agarre a patadas.

Luis obedeció de inmediato y besó los pies de doña Gloria. ¡Vaya!—exclamó doña Gloria, al menos no se le olvidó como se saluda.

En ese momento Rubí bajaba las escaleras sonriente con el cabello un poco revuelto pues se acababa de levantar, aun iba con la pijama y unas sandalias blancas. ¡Tranquila madre!—dijo Rubí, el es un perro diferente, puede hablar y ladrar según lo que se me antoje, ¿verdad? le dijo a Luis dándole una suave patada en su costado, Luis solo asintió con la cabeza temeroso de cometer otro error. ¡Bueno!—comentó Rubí a su madre el será lo que a mí se me de la gana y acariciándole la mejilla a Luis con la suela de su sandalia le ordenó secamente: ¡ladra!,

Luis permaneció callado, entonces Rubí le dio una patada en la cara para hacerlo reaccionar. ¡Ladra carajo!, ¿Qué no oíste lo que te dije?—grito Rubí a Luis, mientras doña Gloria observaba con mucha atención.

Penosamente se oyó un bajo ¡guau, guau!, que fue tapado por las fuertes carcajadas de doña Gloria y Rubí que riendo le comentó a su madre: creo que tengo mucho que hacer con este imbecil y subió a su habitación a cambiarse.

Ese día Rubí no asistió a la escuela pues tenia una nueva diversión y pensaba sacarle provecho desde ese momento, había pensado incluso en ponerle un nombre de mascota al profesor pero como tanto lo detestaba consideró mas humillante y divertido llamarlo profesor o por su nombre para ordenarle las cosas que ella quisiera que haga, mientras ella ultimaba detalles, doña Gloria le hizo saber a Luis sus ocupaciones, ya que mientras Rubí estuviera en la casa el se limitaría a obedecerla como lo que era: su mascota; pero cuando esta saliera el se dedicaría a hacer labores de sirviente en la casa, pues tanto madre e hija no estaban dispuestas a dejarlo descansar o permitirle que pase un rato agradable en esa casa.

Doña Gloria también hizo que se quitara sus ropas para dejarlo solamente con unos ridículos calzoncillos que ella misma le obsequio y que tenían escrito con plumón: “el profe Luis, el perro de Rubí”.

Rubí volvía a bajar a la sala con una falda de mezclilla azul, una blusa blanca y sus mismas sandalias y llevaba entre sus manos una cadena para perros, el profesor permanecía a 4 patas y alzando ligeramente la vista observó a Rubí y a la cadena, Rubí al contemplar al profesor descalzo y en el penoso estado en que se encontraba lejos de sentir lastima por el sonrió maliciosamente girando la cadena entre sus manos y se la mostró diciendo:

¡Mire profe!, ¿le gusta?

Luis no contesto y observó que en el collar había una placa que al igual que los calzoncillos tenia grabado: “el profe Luis, el perro de Rubí”, ¡bueno!—dijo Rubí si se porta bien y hace todo lo que yo le diga, quizás algún día la merezca y se la regale, mientras creo queeeee, dijo esto avanzando hacia unos cajones y saco una soga gruesa y áspera algo usada, ¡sí!, comentó ella misma esto servirá y sentándose en el sofá cruzo las piernas y viendo fijamente a Luis le dijo: ¡acércate!, este algo dudoso fue gateando hasta llegar a ella quedando su cara a la altura de sus pies, Rubí sin ningún pudor le pasó la soga por el cuello y se la amarró, se levantó y ajustó aun mas la soga hasta que le pareció que estaba bien y jalando la soga se dirigió al comedor obligando a Luis a seguirla a 4 patas y soportando el ardor que le producía la soga.

Mientras caminaban a Luis no se le pudo escapar una lagrima por su mejilla pues recordó que apenas un tiempo atrás era feliz con su nuevo empleo de profesor y tenia sueños por cumplir, pero entre esos sueños no se encontraba el estar ahora amarrado por el cuello con una vulgar soga que lo lastimaba y llevado como un perro por una joven arrogante mucho menor que ella. ¡No!, ese no era un sueño, era su triste realidad, una realidad que el no merecía y amargamente en silencio le dolía el trato que esta joven le daba, pues sin explicación alguna el sabía que Rubí lo odiaba y despreciaba totalmente, pero lo peor para Luis era que el odio hacia Rubí iba desapareciendo y ajeno a su voluntad empezaba a enamorarse de ella, esto le dolía aun mas, ¿Cómo podía comenzar a sentir algo de amor y afecto hacia alguien de quién solo había recibido burlas y desprecios?, sin contar que también gracias a ella había perdido su empleo y no contenta con esto quería hacerle aun mas daño.

Continuará………………



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